martes, 31 de marzo de 2009

Proyecto S

No volvió a pasarme lo de ése día. Al contrario, ahora todos llegaban temprano, ya que estábamos por terminar el proyecto y nadie quería perderse de los avances. Nunca estaba sola en un lugar pues siempre tenía personas a mi alrededor que tenían dudas acerca de algo que yo había dicho o puesto en unas de las tantas plantillas que debía rellenar con cifras e información que ayudaba a los dos departamentos que estaba a cargo de este proyecto.
Y todo seguía igual que antes.
Sonny no me hablaba, Mike seguía imparable y Lam siempre encima mío queriendo que el explicara en qué iba le proyecto. No podía decirle que se fuera, pero sabía que Mike sí podía sentirlo. Insinuaba cosas cada vez que Lam se acercaba a mí, y él notaba mis caras de frustración.
-¿Pasa algo cariño? –preguntaba, acercándose hacia donde estaba yo y Lam. Maldecía por lo bajo, pero siempre me mostraba con una sonrisa radiante delante de todos. Lam siempre se giraba a verlo.
-¿Eh? –inquiría confuso.
-Nada, nada –le respondía él moviendo la mano de un lado para otro como si espantara a una mosca. La mosca era yo, obviamente –sólo me pareció ver a nuestra querida Ilim con cara de dolor.
Y ahí Lam se volvía a mirarme preocupado.
-¿Estás bien Yal?
-Sí, no es nada –mentía yo.
Siempre y cuando Lam no mirara, le mandaba una mirada asesina a Mike quien hacía una reverencia y se iba. Trataba de no darle importancia y seguía con la explicación para Lam que asentía cuando le mostraba los avances y le repetía la necesidad de tener a alguien del comité del premio Nobel para mostrarle lo que teníamos antes de mandar el proyecto a las oficinas de la Real Academia Sueca de Ciencias. Lam me encontraba la razón, pero nunca se decidía a mandar una solicitud pues, a veces, creía que el proyecto no era tan bueno. Por lo menos en eso, Mike estaba de acuerdo conmigo, aunque, por supuesto, no lo decía frente a mí, si no que se limitaba a hablar con Lam a la hora del almuerzo o cuando a mí me tocaba dar clases. Nunca iba a dejar de ser tan niño y dejar la estúpida rencilla que él mismo había inventado. Pero ya no iba a prestarle más atención, iba a dejar que hablara solo. Ignorarle siempre había sido mi opción, pero siempre terminaba disgustada por las cosas que me decía. Ya no, nunca más.
Estaba harta de todo. Y al repetirlo en mi cabeza, me daba cuenta de que estaba convirtiéndome en una amargada sin remedio. No salía a ninguna parte, no me juntaba con amigas porque simplemente no las tenía, no salía a comprarme ropa a menos que fuera estrictamente necesario y urgente, no comía fuera de casa… en resumen, no me relacionaba con nadie de forma intima a no ser que fuera conmigo misma. Pues ahora ni Sonny contaba. Creía que no me importaba, que no me haría mayor problema al no tener a nadie, yo era feliz en mi trabajo y cuando llegaba a mi departamento, también era feliz. O eso creí… hasta que leí, por casualidad, lo que Mike había puesto en la bitácora.
Habían pasado más de dos días desde que me sucedió el incidente, al que nadie comenté y del que nadie sabía. Me encontraba sola en el DELUB a la hora del almuerzo, testeando la penúltima molécula que me quedaba, para dar el resultado final de toda la investigación que habíamos hecho. Ahora sólo quedaba encontrar una manera para hacer que mi pequeño sol no fuera tan radioactivo. Fue entonces cuando sin querer derramé mi café encima de mi escritorio al querer tomar una pinza que s encontraba encima del CPU. La taza se tambaleó peligrosa hasta que por fin fue a dar justo del lado en donde tenía más papeles. Suspiré con rabia, casi gruñí, admito. Pero es que justo a mí me pasaban cosas así y ya estaba harta de mi mala suerte.
La taza, al final y como se suponía que debía ser si me pasaba a mí, se cayó al piso y se quebró. Poniendo mis ojos en blanco de pura irritación me agaché a recoger los pesazos cuando sentí que me mojaba la espalda… el café estaba goteando, manchando educadamente mi blanco delantal.
Me dieron ganas de llorar.
Estaba a punto de concluir lo que había estado investigando por casi 7 días, sin descanso y apenas durmiendo, y todo me salía mal justo al final. Cerré los ojos contando hasta ocho en mi mente. Cuando al fin los abrí, me sorprendí al ver un par de zapatos negros frente a mí. Levanté lentamente la vista, rogando al cielo que por favor no fuera Mike, pero ese día parecía que todo salía al revés de lo que pedía.
Cuando me di cuenta de que era Mike –sólo con notarle le membrete que llevaba en el delantal –bajé la vista rápidamente. Mascullando palabras que sólo yo entendía traté de levantarme, digo traté porque, obviamente, siendo mi día de suerte, podría caerme, no debería haberlo ni siquiera pensado, porque ese fue exactamente lo que pasó. Puse el pie izquierdo para apoyarme al levantarme, pero el derecho no quiso cooperar. Cuando quise ponerme de pie, el pie derecho de resbaló con lo que había de café en el suelo y me caí de espalda. Pero eso no fue lo peor. Por supuesto que no. Lo peor fue que en un intento desesperado por no perder el equilibrio me agarré del delantal de Mike, haciendo que cayera conmigo…. Más bien, encima mío.
-¡Ay! –grité sintiendo el cuerpo de Mike sobre mío… sintiéndolo demasiado. -¡Muévete! –exigí.
-Pequeña Ilim, pero qué picarona me has salido.
-¡Que te muevas, dije! –volví a pedirle. Mike hizo el ademán de pararse, pero sólo se acomodó mejor para poner sus codos a cada lado de mi cabeza.
-Estás bastante tensa –señaló. Su aliento a pasta dental me golpeó el rostro.
-Y eso no te importa. Ahora quítate. –lo empujé con mis manos, pero fue tan inútil como la vez en la caseta. No se movió ni un centímetro.
-¿Por qué siempre rehúyes de mí? –inquirió en un susurro.
Tragué saliva. En mi vida Mike me había hablado en ese tono y eso me hacía sentime incómoda. Muy incómoda.
-No sé de qué hablas. –Respondí mirando hacia al lado, donde las gotas de café seguían cayendo sin parar.
-Ahora lo haces… -apuntó él.
-¿Puedes quitarte, por favor? –me reventaba pedirle las cosas de buena manera, pero creía que era la única forma de quitármelo de encima. Literalmente.
Aun así no se movió ni un milímetro. Suspiré. Calculé que debían ser las 2 con 15 de la tarde, por lo que ya estarían por llegar quienes habían ido a almorzar. Traté de ser amable con Mike, por primera vez en mi vida.
-Por favor, Mike, sal encima de mí. –Decir su nombre me raspó la garganta. Él se limitó a sonreír.
-Sólo respóndeme. –Pidió.
Apreté los dientes. ¿Qué iba a responderle? Él sabía perfectamente porqué no me gustaba estar cerca de él, porqué odiaba su presencia y porqué lo trataba como paria. No tenía sentido decírselo. Pero bueno… si él así lo quería… No iba a desaprovechar la ocasión de decirle lo mucho que lo odiaba.

jueves, 26 de marzo de 2009

El infierno de trabajar. Parte 2

-¡Sonny! –grité, y sin poder contenerme lo abracé muy fuerte. Lo único que necesitaba en esos momentos era sentir el apoyo que Sonny siempre podía brindarme.
-Yal –dijo él con un sonido ronco. Al instante supe que no debí haber hecho lo que había hecho. Me separé de él con toda mi fuerza de voluntad, pues por mí, me hubiera quedado con él así todo el rato, hasta que el miedo y la angustia hubieran acabado.
No lo miré cuando me separé de él completamente y comencé a caminar hacia la caseta. Sentí de pronto la mano de Sonny en mi brazo.
-¿Estás bien?
-Sí, -le mentí. No quería que estuviera allí por obligación a saber lo que me pasaba. Sabía de antemano que me ayudaría, pero en la forma en que me había tratado los últimos cinco días, me quedaba claro que no lo haría por simpatía sino por buena educación.
-Dime la verdad –me pidió. Tragué saliva y apreté los puños para darme valor y voltearme a decirle –con la expresión de mayor felicidad que tenía-:
-Estoy muy bien, gracias por preguntar.
Él asintió y me soltó. Genial, pensé. Lo único que me faltaba era quedarme sola para siempre, de seguro que quedaba en la plenitud de la soledad y la única persona que estaría ahí –aunque fuera solo para fastidiarme –sería el estúpido de Mike.
Sonny caminó hacia la entrada del DELUB, cuando de repente a mi me asaltó una duda.
-¿Sonny? –lo llamé. El aludido se detuvo como si no hubiera querido escuchar jamás que lo llamaba. Yo me aguanté las ganas de decirle que no era nada, pues mi duda era más grande.
-Dime.
-¿Qué haces aquí tan temprano?
-Siempre llego a esta hora –arrugó la frente. -¿Pasa algo?
-No –volví a mentirle, -¿y estás solo hasta que los demás llegan?
-Normalmente.
-¿Cómo normalmente? –Pregunté casi sin dejarlo terminar de hablar.
-Hoy estás tú.
-Ah.
Asentí y haciéndole un gesto divertido, que hasta a mi me dio vergüenza, me di la vuelta para seguir mi camino. Cuando llegué a la esquina del edificio y miré hacia el frente, me di cuenta de que no me acordaba de hacia dónde debía ir. Me mordí el labio inferior y junté mis manos. Hacía mucho frío y lo mejor era que volviera al DELUB. A pesar de que allí estaría Sonny, el cual no quería verme ni en pintura, por lo menos estaría más resguardada. Ahí fue cuando me acordé de lo que tenía que hacer y me giré hacia la caseta, justo en el momento en que la persona más horrible de este mundo hacia su aparición. ¿¡Qué, acaso este era el día de llegar temprano?! Haciendo como que no lo veía, me dirigí hacia el guardia, colocándome en una parte en que le daba la espalda al idiota y así no tendría que hablarme, pero me olvidaba que para ese mutante era imposible no verme. Podíamos estar a kilómetros de distancia y el muy animal me vería sin problema, correría y me molestaría. Estaba harta de su comportamiento de niño de 9 años, pero había convivido con él desde hace casi dos, por lo que ya me estaba, poco menos que acostumbrado a sus estupideces. Rápidamente sentí su risa que me ponía histérica de solo oírla y lo sentí a mi lado.
-¡Querida Ilim! –exclamó. Cerré el puño derecho y me volví hacia él con la mirada cargada de odio.
Él sabía muy bien que lo odiaba, pero se hacía el tonto, como si nunca hubiera pasado nada entre nosotros, como si siempre fuera así conmigo. Sonny era la única persona que sabía lo que él hacía, pero para el resto del DELUB, Mike era un santo, un ángel caído del cielo, que nunca tenía una mala palabra para nadie y que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás a cambio de nada. A veces me preguntaba si no era yo la paranoica que creía que él me hacía cosas a propósito y veía burlas donde no las había. Hasta llegué a pensar que estaba loca y que no veía bien. Por eso muchas veces llegué a trabajar con un ánimo digno de un niño pequeño, pensando que ese día iba a hacer las cosas normales, y que no iba a creer que Mike hacía las cosas especialmente para fastidiarme. Pero era imposible, porque aunque intentara no pensar en él y en su forma tan malvada de mirarme, siempre salía perdiendo. Llegaba a mi lado con sonrisas para los demás, pero al oído me decía que lo que estaba haciendo con la fórmula tanto estaba erróneo, y si no era por él y su estúpido comentario, las cosas siempre me saldrían bien, pero ahí estaba él… ¡Cómo lo odiaba!
-Hola Mike, -dije sin mirarlo.
-Veo que madrugamos…
-También tú. –Trataba de llevar una conversación normal para que el guardia no notara mi repulsión.
-Sí, -dijo poniendo ambos brazos sobre su cabeza –gesto con el que juraba que se veía lindo- alguien tiene que sacar la cara por el proyecto, ¿no crees?
-Mm –dije levantando las cejas, captando de inmediato la indirecta. Lo miré y lo vi serio. Me fijé en sus labios y casi me desmayo cuando vi que el inferior estaba roto, aun sangrando. -¿Qué te pasó en el labio? –casi le grité y no me importó.
Mike frunció las cejas y retrocedió.
-¡Responde! –le exigí.
-Me mordí.
-Mentiroso –lo acusé.
No sé porqué pensaba que él había sido, pero atando cabos, por aquí por allá, bien podía ser él quien me había besado a la fuerza… ¡Por Dios, qué estaba pensando! Ni loco Mike me besaba, ni aunque fuera la última mujer de la tierra, él me odiaba como yo a él. Debía estar loca… ¡loca! A demás venía recién llegando. Quien me hubiera besado debía ser alguien que ya estaba dentro del DELUB. Sacudí mi cabeza para espantar las estúpidas ideas que a veces me llegaban, como la de recién, y que no deberían estar allí ni por si acaso. Sentí la mano de Mike sobre mi hombro y lo miré sorprendida. Nadie me tocaba, a menos que fuera por cosa del trabajo o porque yo lo quisiera, pero las reglas que yo había dejado dichas apenas entré al DELUB, era que nadie se atreviera a tocarme porque sí. Y ahora el sabandija me estaba tocando, pasándome a llevar así como así. Me Sacudí su mano rápidamente.
-¿Qué te pasa? –mascullé lo más rápido posible.
-Nadie me dice mentiroso.
-Já –me reí sarcástica –como si nunca hubieras mentido en la vida.
-Ese no es tú problema.
-Si me compete, claro que lo es.
-¿Y que tiene que ver mi labio contigo? –me preguntó acercándose a mí.
-No… -dije tartamudeando. No acostumbraba a que nadie se acercara a mí de esa forma. –Ya nada, cosas mía… ¿podrías alejarte un poco?
-No son cosas tuyas si me metes a mí y me acusas de mentiroso. –Él seguía acercándose a mí. Yo apenas retrocedía porque de seguro me iba a tropezar con algo.
-Pero ya no te competen… aléjate por favor.
Puse mis manos sobre su pecho, con cierta repugnancia en mi rostro que él debió ver, para hacerlo retroceder, lo que no logré ni por asomo pues se quedó allí parado como si nadie nunca lo hubiera tocado ni empujado. En cambio él, me tomó las manos y las mantuvo entre los dos sin quitar sus ojos de los míos.
-Jamás vuelvas a decirme mentiroso.
-Como quieras –dije rápido, lo único que quería era que quitara sus garras de mis manos.
-Promételo.
-Como quieras –le respondí.
-Quiero decir, que lo digas. Dilo en voz alta.
Cerré los ojos y respiré mucho. Cada día se me estaba haciendo más difícil soportar esto. Tenerlo allí me hacía mal… ¿Qué mal le causaba yo a su vida? ¿Le interrumpía en algo? ¿Por qué estaba tan obsesionado conmigo?
-Ilim… -me llamó. Abrí los ojos y sin mirarlo pronuncié las palabras.
-Prometo no volver a llamarte nunca más mentiroso.
Escupí las palabras con toda la maldad posible, pero aún así la sonrisa del idiota no desapareció.
-Espero que no olvides tu promesa, querida.
Me solté de sus manos. Rápidamente giré sobre mis talones y me dirigí de vuelta al DELUB. Podía escuchar sus pasos detrás de mí, pero no quise hacerles el menor juicio. Ya bastaba con todas las cosas que habían sucedido por ese día, ya no quería más guerra, me limitaría a hacer lo que debía hacer y nada pasaría. Si me quedaba tranquila en mi escritorio y hacía mis deberes como una buena trabajadora no pasaría nada. Eso esperaba y cuán equivocada estaba.

lunes, 23 de marzo de 2009

El infierno de trabajar.

Fueron los días más extraños en toda mi existencia, los que viví esos días. Tener que levantarme cada mañana, escribir mis expectativas acerca de lo que creía, sucedería ese día en el laboratorio en esa rara bitácora que Lam me había dado, y en la que, lamentablemente y muy a mi pesar, Mike también podía escribir. Cada día descubríamos cosas nuevas, reacciones diferentes y moléculas que no sabíamos que podían coexistir se alineaban hasta formar una combinación tan asombrosa como lo era mi elemento y millones de iones.
Aún no creía que mi elemento fuera capaz de tanto, tanto así que tuve que verlo con mis propios ojos. Y era cierto. Mi elemento podía generar una energía tan fuerte y nutritiva como el sol lo hacía. Estaba feliz. Y aunque ese tal Mike me recordara que no todo el crédito era para mi, a mi no me importaba, pues la fuente principal de todo esto, era algo que yo había descubierto y de lo que Mike se había colgado para parecer importante donde no lo era.
A pesar de estar todos los días juntos, con los ojos puestos en decenas de telescopios y ayudándonos en lo que el otro necesitara, tuve que armarme de valor para enfrentarlo, aun lo hago. No es fácil trabaja con alguien a quien odias y menos cuando te hace sentir peor a cada momento. No sacaba nada con preguntarle qué tenía en mi contra, pues lo había hecho muchas veces apenas lo conocí, y era siempre lo mismo. Me decía:
-No sé de qué hablas, pequeña Ilim.
Y se retiraba con una reverencia y sonriendo. Pero yo sabía que no me quería decir, que había algo, no entendía qué podía ser, pero algo tenía que pasarle a él, para que me odiara tanto.
Me desperté la primera mañana y apenas me hube bañado escribí algo en la bitácora. Fue muy corto:
No tengo la más mínima idea de lo que debo esperar de esta investigación. Sólo sé que va a ser la más excitante de todas y también la que voy a querer olvidar solo por el hecho de tener tamaño simio a mi lado.
Esperaba que Mike lo leyera, pero cuando le pasé la bitácora sonrió y se puso a garabatear alguna que otra cosa que yo no leí… hasta tiempo después. Me puse la bata y pedí que me mostraran exactamente lo que mi elemento hacía al fusionarse con los iones. Creo que estuve medio día tratando de comprender que eso que veía era un pequeño sol que podía tener en mis manos. Claro que estaba dentro de una cúpula muy resguardada de nosotros pues aun no sabíamos el grado de radiactividad que ese “sol” tenía y qué, daño podía causarle a las personas.
Dana era una experta en la materia y estaba segura de que el Nobel iba a ser del DELUB. Aseguraba a cada momento que nadie tenía esto en el mundo y que éramos privilegiados al contar con tamaño proyecto. Me sentí abrumada por sus palabras. Era cierto que teníamos “EL” proyecto en nuestras manos, pero yo tenía algo en mí que me decía que no debía alardear antes de tiempo. Veía cómo caminaban los demás y si no era con una sonrisa, con mucha excitación en sus rostros, lo que me preocupaba. Quise contarle mis miedos y dudas a Sonny, pero desde el día en que supe lo que ocurría en el DELUB y que él me dijera que yo le gustaba, Sonny pasaba a mi lado como una fantasma y apenas me saludaba. No hay porqué decir que Mike se reía cuando yo me acercaba a Sonny y él de repente cambiaba de dirección. En esos momentos se acercaba a mí y me susurraba que era lindo ver cómo era rechazada de esa forma por el mejor aliado que tenía. Trataba de no echar humos por las orejas y de no propinarle un golpe en la cara, lo miraba con odio y me alejaba a mi mesa para seguir trabajando.
No entendía para nada el comportamiento de Sonny, primero me decía que luego hablaríamos, que no me preocupara, pero cuando quiero hablar con él se va, como si nada, y el nudo en mi garganta se hace más notorio y apenas puedo contestar a las preguntas que mis ayudantes me hacen acerca del proyecto, que por cierto se llama “proyecto S”, algo tan original que obviamente se le ocurrió al cerebro de mula de Mike.
El proyecto en sí, consistía en determinar la radioactividad exacta de lo que la fusión de mi elemento con el iones hacía. Trataba de no creer que el elemento pudiera ser tan radioactivo, ya que las primeras pruebas lanzaron un porcentaje tan alto que al momento de conocerlo, todos los que estábamos allí nos alejamos de la pequeña bola que brillaba dentro de la cúpula. Si esa cosa salía al aire que todo humano respiraba, era en cosas de meses o tal vez en un par de años que la vida humana terminaría de la forma más horrible que podría pasar. A mi mente acudieron las imágenes de la película I am Leyend, de Will Smith, cuando los humanos se vuelven poco menos que monstruos que comen humanos sanos, o algo así. No, mi elemento no podía causar tanto daño si detrás tenía la mejor intención de hacer un bien al planeta usando energía como la del mismo sol. Ahora había que hacer dos equipos: uno que se encargara de la cura que podríamos necesitar en caso de que por cualquier cosa el pequeño sol se expandiera por el DELUB y otro que se encargara de bajar la radioactividad mediante elementos que no alteraran la principal función del mismo. Lamentablemente ni con eso pude sacarme a Mike de en medio, alegando que él debía estar en mi equipo como ayuda para ambos, algo que no entendí hasta que Lam me explicó que él sería como un mediador entre los dos equipos ya que trasferiría información que ambos nos serviría. Con la cara llena de frustración abandoné el DELUB ese día con la bitácora casi incrustada en mis manos de la rabia que tenía.
Algún día sabría que le había hecho de malo a Mike para que fuera así conmigo, pero por ahora me conformaría, a mi pesar, con tenerlo ahí, molestando todo el rato, haciendo de mi diario vivir un horrible paso de malos ratos y ganas de llorar a cada momento. Y además, como la guinda de la torta, Sonny no estaría para hablarme, para consolarme ni para que yo tuviera un poco de tranquilidad.
Mi vida se había convertido en una basura que más que mal, ganaría el premio Nobel, pero que haría de mi vida una desgracia con millones de dólares detrás.
Al quinto día se me ocurrió la estúpida idea de llegar más temprano al DELUB para poder tener un poco de tranquilidad aunque fueran dos horas sin Mike. No podía concentrarme con él estando encima mío mirando todo lo que hacía, me ponía nerviosa y siempre erraba en los cálculos, con lo que me ganaba una mirada de burla por parte de “don perfecto” que se alejaba con paso de gran hombre. No le quedaba el zapato ni por suerte. Como iba contando, llegué muy entusiasmada creyendo que por fin avanzaría un poco en el proyecto ya que el día anterior por causa del Simio no pude hacer nada, pues pasó le día completo a mi lado anotando alguno que otro garabato inservible en la bitácora, que obviamente no leí cuando me tocó hacer lo mismo. Estoy segura de que si hubiera puesto en ese libro a la persona que me gustaba nunca se hubiera sabido, pues ninguno estaba interesado en lo que el otro escribía. La bitácora parecía un diario de vida bastante seguro, pero como nunca había tenido uno, no era preciso empezarlo justo en esos momentos en que no tenía tiempo ni para respirar. Entré al DELUB exactamente cuando mi reloj marcaba las cinco y media de la mañana. Aun estaba oscuro, por lo que prendí algunas luces de escritorio para que el guardia nocturno no se preocupara tanto y fuera a chequear a cada momento lo que, de por sí, interrumpiría lo que fuera que estaría haciendo. Dejé mis cosas en mi escritorio y revisé las notas que había dejado el día anterior para retomar el trabajo desde el punto exacto en que lo dejé, cuando una mano, sin previo aviso ni nada, me tocó el hombro.
No soy supersticiosa ni nada de eso, no me santiguo cuando pasa un muerto, ni me echo sal sobre mi hombro si la derramo, creo que la forma más segura de pasar por donde hay una escalera, es por debajo de ella, así no te llegaría nada desde arriba, y tampoco creo en que si quiebro un vidrio tendré siete años de mala suerte, porque si es por eso, ya le debo años al mundo. Pero lo que sí soy es miedosa y hasta el tuétano. Estoy segura de que si viera una película de Scooby Doo sobre monstruos me muero de un paro. Me da miedo todo, en especial las películas o los reportajes que hacen acerca de lo sobrenatural. Creo que hasta “Coraje, el perro cobarde” es más valiente que yo. Así que cuando sentí esa mano en mi hombro salté gritando de la silla y me tropecé con quien fuese que estaba detrás de mío.
Apenas veía lo que pasaba, pues los lentes que uso para estar en el DELUB se habían corrido y me apretaban los párpados, traté de ponerme en pie, pero una mano me aferraba el brazo de tal forma que estaba a centímetros del suelo sin caerme aún. Sentí que me pasaban algo por el rostro, algo peludo y frío y que me tomaban la cara y la apretaban. Grité de nuevo. Me estaban dando ganas de llorar de puro miedo, pero yo podía contenerme, aun si quería hacerme pipí del susto. Respiré y abrí la boca para tragar todo el aire posible y poder gritar de tal forma que mi voz llegara a los oídos del guardia nocturno, pero me taparon la boca. Y no fue con otra mano, si no con otra boca… ¡me estaban besando!
Yo sabía lo que era besar, a pesar de no haber sido muy popular cuando estudiaba, aquí, dentro del DELUB era bastante conocida, y se podía decir que era relativamente bonita. Había tenido uno que otro novio, con los que había estado saliendo, pero nunca duraba tanto como para llegar a enamorarme y menos sentir que me faltaba el aliento cada vez que lo veía. Siempre había querido algo así para mí, pero el trabajo en el DELUB no me lo permitía y así había tenido que conformarme, confiando en que algún día encontraría un amor que me entendiera y viera que dentro del DELUB soy un eslabón muy importante.
Ahora era diferente. Me besaban a la fuerza, y no es que quien me besara fuera malo haciéndolo, yo simplemente no quería y además tenía un miedo horrible. Si pensar le mordí el labio a la persona y oí una maldición. No reconocí la voz, pero supe que era la de un hombre. La mano que me sujetaba me soltó y caí con un golpe sordo al suelo, haciendo que los vasos y la pipetas de vidrio encima de mi escritorio sonaran. Me sobé la cabeza y traté pararme para así encender la luz, pero sabía que ya era demasiado tarde, la persona que hubiera estado ahí de seguro estaría lo bastante lejos como para escapar, pues al paso en que me levantaba y caminaba, podía llegar año nuevo sin que yo aun no encendiera la luz.
Caminé hacia la pared buscando a tientas el interruptor, pues a pesar de que las luces igual alumbraban un poco, todavía no arreglaba lo que le pasaba a mis anteojos pues una mano sostenía mi cabeza y la otra tanteaba en la penumbra lo que estaba delante de mí. Cuando por fin prendí la luz, miré hacia mi escritorio, pero solo noté lo desordenado que estaba y la silla corrida casi a dos metros de donde debía estar. Miré el reloj: 5:56 am. Fruncí las cejas tratando de creer que lo que me había pasado había sido real, pero había sido tan rápido que no lo podía asimilar. En fin, tenía que seguir en lo que había estado haciendo hace unos momentos. Ya tendría tiempo de averiguar quién había sido el que me había besado y ahí arreglaríamos cuentas. Pero cuando volví a sentarme y me arreglé los anteojos, me vinieron unas horribles ganas de llorar que no pude parar. Era indudable de que si no hubiera mordido al susodicho que me besó, ahora no sabría que estaría haciendo. Me obligué a pensar con la cabeza, tratando de encontrar algo cuerdo dentro de lo que había pasado, pero no podía encontrar nada… espera, había algo que no encajaba. Como yo conté al principio, se utilizaban sistemas para poder entrar al DELUB, eso significaba que no cualquiera entraba, por lo tanto quien había estado conmigo hace escasos minutos debía ser alguien perteneciente al DELUB. Me dolieron las tripas. No conocía a ningún salvaje dentro del edificio, bueno sí, pero no creía que precisamente “él” tendría ganas de besarla. Así que el idiota de Mike estaba fuera de la lista por descontado. Me limpié los ojos con un pañuelo y me soné la nariz, que debía estar roja como un tomate, como sucedía cada vez que lloraba o me resfriaba. ¡El guardia! El guardia debía llevar las notas de quien entraba y salía del DELUB, por lo que sabría perfectamente quién estaba a esas horas en el DELUB aparte de mí. Me levanté del escritorio ignorando la desazón que me invadió cuando supe que no podría adelantar nada del proyecto. Salí sin quitarme la bata obligatoria y sin colocarme un chaleco. La salida del DELUB queda a la vuelta de la caseta del guardia por lo que debía darme la vuelta completa antes de poder toparme con él. Caminaba abrazando mis brazos pues hacía mucho frío y mirando el suelo esperando no tropezarme con nada, dada la escasa luz que había cuando tropecé de frente con alguien. Pero esta vez no me caí, si no que fui sujetada por una mano que no dejó que mi cuerpo cayera al suelo.