-¡Sonny! –grité, y sin poder contenerme lo abracé muy fuerte. Lo único que necesitaba en esos momentos era sentir el apoyo que Sonny siempre podía brindarme.
-Yal –dijo él con un sonido ronco. Al instante supe que no debí haber hecho lo que había hecho. Me separé de él con toda mi fuerza de voluntad, pues por mí, me hubiera quedado con él así todo el rato, hasta que el miedo y la angustia hubieran acabado.
No lo miré cuando me separé de él completamente y comencé a caminar hacia la caseta. Sentí de pronto la mano de Sonny en mi brazo.
-¿Estás bien?
-Sí, -le mentí. No quería que estuviera allí por obligación a saber lo que me pasaba. Sabía de antemano que me ayudaría, pero en la forma en que me había tratado los últimos cinco días, me quedaba claro que no lo haría por simpatía sino por buena educación.
-Dime la verdad –me pidió. Tragué saliva y apreté los puños para darme valor y voltearme a decirle –con la expresión de mayor felicidad que tenía-:
-Estoy muy bien, gracias por preguntar.
Él asintió y me soltó. Genial, pensé. Lo único que me faltaba era quedarme sola para siempre, de seguro que quedaba en la plenitud de la soledad y la única persona que estaría ahí –aunque fuera solo para fastidiarme –sería el estúpido de Mike.
Sonny caminó hacia la entrada del DELUB, cuando de repente a mi me asaltó una duda.
-¿Sonny? –lo llamé. El aludido se detuvo como si no hubiera querido escuchar jamás que lo llamaba. Yo me aguanté las ganas de decirle que no era nada, pues mi duda era más grande.
-Dime.
-¿Qué haces aquí tan temprano?
-Siempre llego a esta hora –arrugó la frente. -¿Pasa algo?
-No –volví a mentirle, -¿y estás solo hasta que los demás llegan?
-Normalmente.
-¿Cómo normalmente? –Pregunté casi sin dejarlo terminar de hablar.
-Hoy estás tú.
-Ah.
Asentí y haciéndole un gesto divertido, que hasta a mi me dio vergüenza, me di la vuelta para seguir mi camino. Cuando llegué a la esquina del edificio y miré hacia el frente, me di cuenta de que no me acordaba de hacia dónde debía ir. Me mordí el labio inferior y junté mis manos. Hacía mucho frío y lo mejor era que volviera al DELUB. A pesar de que allí estaría Sonny, el cual no quería verme ni en pintura, por lo menos estaría más resguardada. Ahí fue cuando me acordé de lo que tenía que hacer y me giré hacia la caseta, justo en el momento en que la persona más horrible de este mundo hacia su aparición. ¿¡Qué, acaso este era el día de llegar temprano?! Haciendo como que no lo veía, me dirigí hacia el guardia, colocándome en una parte en que le daba la espalda al idiota y así no tendría que hablarme, pero me olvidaba que para ese mutante era imposible no verme. Podíamos estar a kilómetros de distancia y el muy animal me vería sin problema, correría y me molestaría. Estaba harta de su comportamiento de niño de 9 años, pero había convivido con él desde hace casi dos, por lo que ya me estaba, poco menos que acostumbrado a sus estupideces. Rápidamente sentí su risa que me ponía histérica de solo oírla y lo sentí a mi lado.
-¡Querida Ilim! –exclamó. Cerré el puño derecho y me volví hacia él con la mirada cargada de odio.
Él sabía muy bien que lo odiaba, pero se hacía el tonto, como si nunca hubiera pasado nada entre nosotros, como si siempre fuera así conmigo. Sonny era la única persona que sabía lo que él hacía, pero para el resto del DELUB, Mike era un santo, un ángel caído del cielo, que nunca tenía una mala palabra para nadie y que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás a cambio de nada. A veces me preguntaba si no era yo la paranoica que creía que él me hacía cosas a propósito y veía burlas donde no las había. Hasta llegué a pensar que estaba loca y que no veía bien. Por eso muchas veces llegué a trabajar con un ánimo digno de un niño pequeño, pensando que ese día iba a hacer las cosas normales, y que no iba a creer que Mike hacía las cosas especialmente para fastidiarme. Pero era imposible, porque aunque intentara no pensar en él y en su forma tan malvada de mirarme, siempre salía perdiendo. Llegaba a mi lado con sonrisas para los demás, pero al oído me decía que lo que estaba haciendo con la fórmula tanto estaba erróneo, y si no era por él y su estúpido comentario, las cosas siempre me saldrían bien, pero ahí estaba él… ¡Cómo lo odiaba!
-Hola Mike, -dije sin mirarlo.
-Veo que madrugamos…
-También tú. –Trataba de llevar una conversación normal para que el guardia no notara mi repulsión.
-Sí, -dijo poniendo ambos brazos sobre su cabeza –gesto con el que juraba que se veía lindo- alguien tiene que sacar la cara por el proyecto, ¿no crees?
-Mm –dije levantando las cejas, captando de inmediato la indirecta. Lo miré y lo vi serio. Me fijé en sus labios y casi me desmayo cuando vi que el inferior estaba roto, aun sangrando. -¿Qué te pasó en el labio? –casi le grité y no me importó.
Mike frunció las cejas y retrocedió.
-¡Responde! –le exigí.
-Me mordí.
-Mentiroso –lo acusé.
No sé porqué pensaba que él había sido, pero atando cabos, por aquí por allá, bien podía ser él quien me había besado a la fuerza… ¡Por Dios, qué estaba pensando! Ni loco Mike me besaba, ni aunque fuera la última mujer de la tierra, él me odiaba como yo a él. Debía estar loca… ¡loca! A demás venía recién llegando. Quien me hubiera besado debía ser alguien que ya estaba dentro del DELUB. Sacudí mi cabeza para espantar las estúpidas ideas que a veces me llegaban, como la de recién, y que no deberían estar allí ni por si acaso. Sentí la mano de Mike sobre mi hombro y lo miré sorprendida. Nadie me tocaba, a menos que fuera por cosa del trabajo o porque yo lo quisiera, pero las reglas que yo había dejado dichas apenas entré al DELUB, era que nadie se atreviera a tocarme porque sí. Y ahora el sabandija me estaba tocando, pasándome a llevar así como así. Me Sacudí su mano rápidamente.
-¿Qué te pasa? –mascullé lo más rápido posible.
-Nadie me dice mentiroso.
-Já –me reí sarcástica –como si nunca hubieras mentido en la vida.
-Ese no es tú problema.
-Si me compete, claro que lo es.
-¿Y que tiene que ver mi labio contigo? –me preguntó acercándose a mí.
-No… -dije tartamudeando. No acostumbraba a que nadie se acercara a mí de esa forma. –Ya nada, cosas mía… ¿podrías alejarte un poco?
-No son cosas tuyas si me metes a mí y me acusas de mentiroso. –Él seguía acercándose a mí. Yo apenas retrocedía porque de seguro me iba a tropezar con algo.
-Pero ya no te competen… aléjate por favor.
Puse mis manos sobre su pecho, con cierta repugnancia en mi rostro que él debió ver, para hacerlo retroceder, lo que no logré ni por asomo pues se quedó allí parado como si nadie nunca lo hubiera tocado ni empujado. En cambio él, me tomó las manos y las mantuvo entre los dos sin quitar sus ojos de los míos.
-Jamás vuelvas a decirme mentiroso.
-Como quieras –dije rápido, lo único que quería era que quitara sus garras de mis manos.
-Promételo.
-Como quieras –le respondí.
-Quiero decir, que lo digas. Dilo en voz alta.
Cerré los ojos y respiré mucho. Cada día se me estaba haciendo más difícil soportar esto. Tenerlo allí me hacía mal… ¿Qué mal le causaba yo a su vida? ¿Le interrumpía en algo? ¿Por qué estaba tan obsesionado conmigo?
-Ilim… -me llamó. Abrí los ojos y sin mirarlo pronuncié las palabras.
-Prometo no volver a llamarte nunca más mentiroso.
Escupí las palabras con toda la maldad posible, pero aún así la sonrisa del idiota no desapareció.
-Espero que no olvides tu promesa, querida.
Me solté de sus manos. Rápidamente giré sobre mis talones y me dirigí de vuelta al DELUB. Podía escuchar sus pasos detrás de mí, pero no quise hacerles el menor juicio. Ya bastaba con todas las cosas que habían sucedido por ese día, ya no quería más guerra, me limitaría a hacer lo que debía hacer y nada pasaría. Si me quedaba tranquila en mi escritorio y hacía mis deberes como una buena trabajadora no pasaría nada. Eso esperaba y cuán equivocada estaba.
Capítulo XVIII. Parte 4.
Hace 16 años
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