sábado, 30 de mayo de 2009

El Otro Lado.

Cuando entré al DELUB me sentí observada al máximo. Nadie se acercó a preguntarme qué era lo que me había pasado o si me sentía mejor, solo fueron miradas furtivas y susurros curiosos al pasar. No escuché nada, estaba preparada para lo que ese día me deparara y por eso llevaba mi mp3 al volumen más alto que podía, haciendo vibrar mis tímpanos lo máximo. Linkin Park sonaba libre por mi cerebro así que si alguien quiso dirigirme la palabra quedó con las ganas. Mi escritorio estaba limpio de todo lo que había quedado el día anterior y apenas me hube sentando me puse manos a la obra. Escribí algunos apuntes en el ordenador y cuando hube terminado, me calé el delantal y fui a ponerme el traje antiradioactividad para poder entrar al cubículo en donde mi elemento era guardado. Nada impediría que terminara el proyecto en menos de una semana. Una semana tras la cual sería libre y volvería a ser feliz, a estar tranquila y disfrutar de lo que yo era.
No noté ningún cambio en la pequeña esfera color naranja que se alzaba dentro de la cúpula transparente cuando le agregué una dosis mediana de iones electrificados con una porción de átomos neutros. Tampoco lo hizo cuando aumenté la porción de iones. Las combinaciones de átomos se estaban acabando, Había probado más de 100 y ya no se me ocurría otra que llevara los componentes que el elemento S requería. Necesitaba saber hasta qué punto mi elemento podía afectarle a las personas, necesitaba saber si se podía bajar el grado de radioactividad de mi pequeño sol y necesitaba saber si lo que decía la bitácora tenía algún sentido.
¡Demonios! Mascullé. Había agregado un átomo más al elemento S lo que me traería muchos problemas, tale vez este elemento, con el que estaba experimentando, se volviera inservible. Bueno, eso lo sabría luego de dos horas cuando lo átomos se fusionaran de forma definitiva y notara, con cara de fastidio, que se había echado a perder. Suspiré y me alejé de la cúpula. Apreté el botón para salir al pasillo y así poder sacarme el casco. Me estaba sofocando y para más remate no lograba concentrarme, me despeiné un poco para sacar las ideas raras que tenía en la mente y que no me estaban dejando trabajar. No iba a darle vueltas al asunto. No, no y no.
Me apoyé en la puerta de vidrio, dándole la espalda al elemento S y suspiré cansada. Una mano en mi hombro me sacó de mis pensamientos. Levanté la mirada y no pude controlar el ponerme roja como tomate.
Mike me miraba a través del casco de su traje y me sonreía. ¡Me sonreía! Debía de estar bajo alguna droga, él no podía estar sonriéndome a mí. Tragué saliva y desvié la mirada. La mano en mi hombro dejó de estarlo y Mike pasó a mi lado sin volver a mirarme.
Me deslicé apoyada en el vidrio y puse mi cara entre las rodillas. Me estaba comportando como una adolescente, pero no podía evitarlo. Ver a Mike me había hecho recordar todo lo que había leído. Párrafo por párrafo. Palabra por palabra, Ilim tras Ilim… ¿Qué era realmente lo que él hacía nombrándome tanto? Quería preguntárselo, ésa era la única forma de saber exactamente el porqué de sus palabras. Había albergado al esperanza de que la bitácora hubiera arrojado luces acerca del comportamiento de Mike conmigo, pero muy por el contrario, todo lo allí escrito me tenía en medio de un laberinto en donde todas las paredes llevaban mi nombre y el de él.
Le estaba tomando a este asunto más importancia de la que requería y eso no debía pasar más. Iba a dejar esto como quien ve pasar una mariposa y se queda sólo contemplándola, nada más.
Levanté la vista sólo para darme un cabezazo contra el vidrio al notar que Mike estaba parado frente a mí mirando hacia el cubículo. Iba a echarlo de allí, a decirle que me estorbaba, pero algo en su mirada me alarmó. No era la misma que había tenido en mi casa, no. Esta era de terror. Me llevó pocos segundos el notar lo naranja que se veía su traje blanco, y darme cuenta de que el pasillo tenía el mismo color. Me levanté rápidamente y me coloqué a su lado con la misma mirada de terror que él tenía.
Mi elemento había crecido el triple de su tamaño y amenazaba con salirse de su cúpula. De la esfera salían pequeñas líneas curvilíneas que oscilaban y volvían a su posición anterior, los vidrios estaban temblando, señal de que adentro hacía mucho calor. Pequeñas llamas naranjas se desprendían de la base que sostenía a la pequeña esfera y el cristal de la cúpula comenzaba derretirse por la cercanía de la capa exterior de mi elemento.
Sentí la mano de Mike tomando la mía con fuerza, y no tuve ni la más mínima objeción. Ambos estábamos inmóviles y apenas respirábamos. Comencé a notar el calor porque no llevaba puesto el casco protector y mis ojos se quejaron pues las oleadas de calor no hacían más que incrementar.
-Tenemos que correr –dijo Mike a través del casco.
-No me digas –ironicé.
Me arrastró hacia fuera justo en el momento en que sentí romperse la cúpula que mantenía a la esfera ilesa. Mike corrió muy deprisa arrastrándome con él y no se detuvo hasta estar ante la puerta de salida al DELUB, muy aislada de afuera. Choqué con él cuando se detuvo debido a la inercia.
-No podemos salir –susurró.
-¿Qué? –Exclamé yo. -¿Cómo? Si yo tengo la tarjeta, a ver, déjame pasar…
-No Ilim, -Mike me detuvo con una mano mientras que con la otra se sacaba el casco. –No podemos arriesgar a nuestros compañeros.
Detuve el forcejeo por tratar de pasar y lo miré a los ojos. Mi corazón latió desaforado, pero no era el preciso momento para eso. Entendí a la perfección lo que Mike acababa de decirme. La sala aislada del departamento de radioactividad era segurísima porque lo que adentro pasara no podía afectar al exterior de ninguna manera.
Pero todo lo que estuviera dentro sufriría las consecuencias. Y en ese momento sólo estábamos Mike y yo.
-No quiero morir –murmuré notando mis ojos llenos de lágrimas.
-No creo que lo hagamos, muñeca.
-¿Ah no? –Pasé muy por alto la sensación extraña que me produjo que me llamara “muñeca”, y me concentré en lo que acababa de decirme.
-Recuerda que estoy a cargo de saber qué peligros entrañaba tu oscuro elemento. Bueno, -Mike se apoyó contra la puerta y suspiró, sonriendo de forma desanimada, lo que me produjo escalofríos. –No nos vamos a morir, específicamente.
-Explícate –le exigí.
Oímos un vidrio quebrarse y algo golpeando vigorosamente hacia la pared de concreto del pasillo. Nosotros nos encontrábamos al otro lado, atrás de los cubículos, donde era muy posible que no nos pasara nada, pero poco probable que saliéramos ilesos. Mike pasó su brazo a por mis hombros y me atrajo hacia él.
-Tu elemento no es tan poderoso como para matarnos de una vez. –Me explicó. No pasé por alto que no descartaba la posibilidad de que nos hiciera daño, sólo era que mi elemento no podía matarnos al tiro.
-¿Qué nos… qué nos hará? –pregunté contra su hombro.
-Nos dejará vivos, eso es lo importante.
-¡Mike, por favor, no soy una niña! ¡Habla claro!
-Puede que nuestro cerebro sufra un poco… lo usual.
-Sabes que no tengo idea a lo que te refieres.
-Piensa Ilim, -Mike me miró y noté su aliento en la cara. El calor estaba llegando a nosotros, ya no quedaba nada de tiempo, pronto sentiríamos las oleadas de radioactividad y de ahí… atenernos a lo que pasara.
-No quiero pensar –dije desviando la mirada. –Sólo dime directamente qué es lo que nos pasará.
-Nada.
-No fastidies Mike, que no es el momento.
-Es la verdad, querida.
-Mike…
-No creo que recordemos algo si nos pasa –se encogió de hombros.
Iba a preguntarle a qué se refería pero en ese momento él me abrazó tan fuerte y se puso frente a mí aplastando mi cuerpo contra la puerta de salida que ya no pude si quiera hablar.
-Si pasa algo –dijo muy bajito, -prefiero que seas tú la menos lesionada, tienes más cerebro que todos en el DELUB, tu precioso cerebro no puede arruinarse… no ahora.
-¿Pero de qué hablas? –inquirí sin poder mirarlo pues tenía mis ojos pegados a su pecho.
-No te va a pasar nada… te lo juro.
Oí un ruido sordo, como el del bajo en un amplificador o el soundround en un equipo de música. Un sonido que yo nunca había escuchado tan fuerte en mi vida. Mike me apretó más y noté sus manos agarrando mi cintura tan fuerte que me hacia daño. Iba a pedirle que se alejara un poco cuando noté, por debajo de su brazo, que el casco que llevaba puesto y que ahora yacía en el piso estaba moviéndose.
Las oleadas de radioactividad nos habían alcanzado.

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