Cuando entré ese día al departamento de elementos químicos de la Universidad de Baltic, DELUB, supe inmediatamente que algo raro pasaba. Al pasar al lado del guardia de turno, en este caso Alberto, me extrañó verlo tan agitado y aliviado por mi llegada. Creí que algo malo había pasado. Yo sabía que si algo malo pasaba era grave, dado en cuenta que no jugábamos con cosas muy saludables o seguras que digamos y me preocupé al instante. Mientras pasaba la credencial negra con letras rojas que decían mi nombre y mi ID, Alberto no dejaba de mirarme. Fruncí el ceño cuando firmé el libro de asistencia y él bufó como si mi lentitud le exasperara.
-¿Pasa algo? –le pregunté bajando la cabeza, para mirarlo mejor, ya que había escondidos sus ojos en detrás de esa mata de pelo que tenía.
-La esperan en el laboratorio. –Me contestó casi rudamente.
-¿Sucedió algo? –inquirí con un tono de voz más alto. Al momento se me vinieron a la mente imágenes de mis colegas sufriendo espasmos por el mal uso de algunos elementos.
-La esperan. –Volvió a repetirme.
Asentí dejando el lápiz a un lado del libro y a paso rápido me dirigí al DELUB. Mi mente trabajaba en alguna idea que respondiera a la extraña actitud del guardia, pero nada encontraba. Mientras caminaba saludaba a mis estudiantes, vale decir que me cargaba pensar en ellos como “mis estudiantes”. La idea de verme mayor que ellos me aterraba. Sólo tenía 23 años, pero me habían dado este puesto luego de presentar un proyecto tan bueno que la misma universidad en estos momentos se sostenía casi con un 10% de la luz eléctrica normal y el otro lo sustentaba el elemento químico que había creado a base de radiaciones solares. Lo llamaba Elemento S, y yo era su fundadora. Así la universidad me propuso trabajar en el DELUB, y así seguir con mis proyectos que podían beneficiarme a mí y a la misma universidad.
Continué y llegué al edificio en el que estaba mi laboratorio. Pulsé el botón del ascensor esperando a que se abriera la puerta metálica lo más rápido posible. Estaba nerviosa y cuando me ponía así, las piernas me tiritaban y me veía bastante ridícula. A mi lado se oyó una risa ahogada que reconocí al momento. Apreté mis puños colocando a ambos pegados a mi costado para no propinar el golpe que siempre había querido darle al que, hasta ahora, seguía siendo mi peor enemigo.
Mike Parodi.
Fue mi compañero cuando estaba estudiando y lo era ahora. Su proyecto biológico de crear una granja orgánica dentro de la universidad a base de abono artificial, le había guardado un puesto, al igual que yo, en el DELUB. Lo detestaba, siempre buscando la manera de fastidiarme. Cuando gané el premio de mi proyecto energético, él fue el primero en estar en contra, y no se molestó en decirlo en voz baja o por una carta, como lo haría alguien sensato y con clase. No, él lo gritó a los cuatro vientos, dejándome avergonzada delante de las autoridades de la universidad y de mis padres que habían ido a verme. No lo aguantaba para nada, pero no sé porqué siempre que estaba sola, aparecía para molestarme con errores que había cometido en el laboratorio, como cuando dije que el contenido de un frasco que había dejado en la mesa de un amigo era comestible, pues yo misma había visto los pepinillos dentro. Por supuesto, él apareció de la nada diciendo que estaba completamente equivocada y que lo que había dentro eran babosas.
-No se mueven –había dicho yo tomando el frasco y acercándolo a su cara. Él con repugnancia lo tomó. Lo giró lentamente delante de sus ojos y sonrió.
-Son babosas, Ilim. –Dijo pasándole el frasco a Sonny, mi mejor amigo y el Doctor del DELUB.
Sólo él me decía por mi nombre, menudo patudo. Sonny lo miró detenidamente y con una mueca se dirigió a mí.
-Son babosas Yel. –Hice un mohín y me fui del laboratorio a la sala de clases.
Siempre me hacía lo mismo, entraba por cualquier parte rebatiendo todo lo que decía. Y la mayoría de las veces tenía razón. ¡Y cuánta rabia me daba! Por eso no lo golpeaba en medio de la cara, por eso no le escupía, por eso es que lo dejaba hacer de todo sin decirle nada. La universidad lo adoraba, pero solamente yo y él sabíamos qué clase de persona se escondía detrás de esa máscara de inteligente súper amable.
Hice como que no lo había visto y mis ojos no se movieron de la puerta metálica, que claramente, no tenía ganas de abrirse por nada del mundo. Escuché la risita molesta nuevamente, pero no hice caso. Cuando la puerta se dignó a abrirse, yo ya perdía los estribos y temblaba más de la cuenta, para colmo la risita estúpida no paraba. Cuando Mike quería ser cargante lo hacía parecer insoportable, pero años de entrenamiento mejoraban mi tolerancia, y ya no le tomaba tanta atención como antes.
-Buenos días, Ilim –me dijo cuando entró al ascensor detrás de mí y tuve que mirarlo obligadamente.
-Mm –fue lo único que le respondí. La voz apenas me salía cuando estaba enojada, y menos cuando tenía temblores en las piernas que, recordando, se debían a que algo raro estaba pasando en el DELUB.
-¿Sabes lo último? –me preguntó. Asentí mientras la puerta se cerraba y apretaba le botón de número 7. -¿Lo sabes?
No tenía la más mínima intención de contestarle la verdad y admitir que estaba completamente como una ignorante en lo referente a lo “último” que estuviera pasando, ya me bastaba con su sola presencia, para más encima tener que aguantar su burla cuando supiera la verdad.
-Sí. –Mentí.
-Mentirosa, si lo supieras no estarías así de tranquila. –Noté en su voz el tono de la mofa. Apreté los dientes.
-¿Me lo vas a contar? –inquirí irónica.
-No, obviamente.
-Entonces no te interesa si lo sé o no.
-Si tú lo dices…
Detestaba entablar conversaciones con él, me hacía sentir que a lo mejor, en algún punto de nuestras vidas, podríamos habernos llevado bien, y la sola idea me repugnaba tanto que sentía nauseas.
Con la punta de mi zapato golpeando el suelo metálico del elevador conté hasta 15 antes de que la puerta se abriera en el piso 6 en donde, gracias al cielo, Mike se bajaba. Tres tiempos más y la puerta se abrió para mí. Casi me dio un infarto cuando escuché el murmullo de asombro que recorrió cuando estuve dentro del laboratorio. Miré a ambos lados por si alguna cara reflejaba lo que fuera que estuviera pasando, pero nada. Busqué a Sonny en su habitual puesto y no lo encontré.
-¿Qué sucede? –dije apenas con un hilo de voz.
En ese momento el elevador volvió a abrirse y entró Lam, el jefe del DELUB. Se detuvo a mi lado y yo moviendo mi cabeza apenas lo miré de reojo. Lam me sonrió y me indicó que lo siguiera.
Me sentía muy incómoda dado el hecho de que cuando pasaba al lado de mis colegas oía murmullos muy bajitos y miradas de sorpresas. Podían haberlas disimulado un poquito siquiera, pero nada de eso… y yo ignorante de todo. Perfecto.
Lam me llevó hacia su oficina, me abrió la puerta. Dentro se encontraba Sonny y Dana, su hermana. Ambos me miraron con ansiedad.
Ahora sí que no entendía nada. Primero, el guardia me recibe nervioso y hosco, segundo, el idiota de Mike se ríe de mi ignorancia, tercero, todos me miran como bicho raro y por último, me encuentro en la oficina de Lam con Sonny, el doctor, y su hermana, experta en energía renovable. Ahora sí que tenía un caos en el cerebro. Estaba segura que de un momento a otro me saldría humo por las orejas.
Lam me invitó a tomar asiento y así lo hice, junto a Sonny, que luego de mirarme con los ojos entrecerrados volvió su vista al frente donde Lam tomaba asiento.
-¿Alguien sería amable de prender el ventilador por favor? –pidió Lam. Instintivamente me levanté. –No, tú no Yal, Dana, por favor.
Dana se levantó sin le menor ruido y prendió el ventilador. El aire fresco me puso la carne de gallina.
-A excepción de ti, creo que todo el mundo aquí tiene la temperatura más alta en estos momentos. –Me explicó Lam, que seguramente vio en mi cara la pregunta de qué demonios hacían prendiendo el ventilador en pleno invierno.
-Ah. –Asentí.
Y a eso le siguió un silencio en el que solo se escuchaba mi zapateo en el piso. Costumbre que pone nervioso a los que están a mi alredor, por lo que muy luego sentí la mano de Sonny en mi rodilla deteniendo lo que mi pie, inconscientemente, estuviera haciendo.
-Basta –me pidió.
-Oh, perdón. –me excusé.
-Bien… -comenzó a decir Lam –creo que no podemos esperar más.
-Lam… -llamó Sonny. –Tenemos que esperar.
-¿Esperar? –pregunté yo mirando alternadamente a Sonny y a Lam. -¿Esperar a quién?
En ese momento la puerta de la oficina se abrió y entró el ser más detestable de la tierra.
-Genial, -murmuré con un desprecio. Sonny lo notó, pero sonriendo se levantó a recibir a Mike.
-Menos mal que llegaste, pensaba que te habías quedado dormido.
-¿Y perderme la cara de Ilim cuando sepa la noticia? Ni Loco.
Nunca sabré cómo es que a Sonny le cae tan bien Mike, si sabe cómo es él conmigo. Lam carraspeó dando a entender que bastaba de charla y que quería ir al punto rápidamente.
-Asiento. -Ordenó.
Para mi mayor agrado y comodidad, Mike se sentó justo a mi lado. ¡Bravo! Lo que me faltaba, ahora sí se burlaría con más fuerzas al ser yo la única idiota que no sabía qué diablos pasaba en el DELUB.
Capítulo XVIII. Parte 4.
Hace 16 años
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