Estaba con la boca abierta. ¿Nobel?... ¿Premio Nobel?... ¿Para mí? Oh no, aquí debía de haber un error, y uno muy grande, o sea, no debían de estar hablando de mí a menos que… no, espera, a menos que nada, era prácticamente imposible que estuviera diciéndome eso a… mí.
-¿Ves? –escuché que decían. –Mejor vamos al grano ahora, porque estará así por dos o tres días más. Es mejor que comencemos al tiro.
-Calma Mike. –Oí la voz de Sonny. –A ver, dame permiso.
Sentí que Sonny cambiaba de lado con el idiota y me tomaba las manos.
-¿Yal? –llamó. Lo miré y no lo miré. Era como si estuviera en este mundo, pero no. No veía realmente. La noticia me había dejado paralizada. A lo mejor ni siquiera respiraba y por eso fue que me desmayé.
Cuando abrí los ojos estaba todo muy oscuro, tenía mucho calor y me dolían las piernas. Traté de entender qué hacía allí, acostada, en la oscuridad. Ya me morí, pensé, y no que dicen que la muerte es bella, me parece que estoy en el ataúd. Ya deliraba, o agonizaba, como fuera el caso. Concentrándome traté de recordar qué era lo que había pasado antes de que me encontrara allí. Y cuando lo hice, casi me desmayo de nuevo. Cómo era que de despertarme esa mañana hubiera pasado tan rápidamente al estado de “estrella pronto al Nobel”. Era onírico lo que fuera que me estuviera pasando.
Traté de levantarme pero el peso en las piernas no me dejaba. Estiré la mano para sacar lo que me aprisionaba con tanta fuerza, pero cuando voy tocando me doy cuenta de que no era una cosa, era alguien. Bien, perfecto, una persona muerta encima mío que no me dejaba salir y más encima que roncaba… ¿Roncaba? Si estaba muerta no podía roncar, ¿cierto? Moví mis piernas lo más fuerte posible, para que el ente presente sobre ellas supiera que ya me había despertado.
-¡Ay! –se quejó una voz masculina que, debo decir además, conocía muy bien. ¿Qué hacía Mike sobre mí?
-¡Quítate! –grité tomándole por los pelos y empujándolo lejos de mis piernas, que por lo demás estaba descubiertas casi hasta el muslo.
Mike levantó la cara extrañado. Estiró la mano hacia delante buscando algo. Tanteaba todo lo que encontraba.
-¡Esos son mis pechos idiota! –y con mi mano mandé la suya a volar.
-¡Ay! –Se quejó –Ilim, no te muevas tanto.
-¡Pues sale de encima!
-Si te quedaras quieta podría, ¿no crees?
-¡Ahora!
O sea, lo último que me faltaba, que el ser más detestable de la tierra estuviera sobre mí, y de paso ¡me tocaras mis partes! Traté de no darle vueltas al asunto ese de “tocar”, sino que me concentré en el hecho de que Mike estuviera ahí. Comencé por darme algunas ideas vagas de qué podría haberlo llevado a estar durmiendo sobre mí. Y roncando, además. Obviamente no era que me estuviera cuidando, eso estaba fuera de discusión, a lo mejor estaba… ¡Agg! No se me ocurría nada que me diera la respuesta de su presencia junto a mí. Y ahora, tratando de levantarse como lo que era, un completo idiota, y apoyándose en mis piernas…
-¡Me duele, imbécil! –me quejé. -¡Ve por donde pasas!
-Prende la luz –pidió con la voz ahogada.
-¿Por qué no lo haces tú? –inquirí.
-Porque no quieres que te toque, ¿o cambiaste de parecer?
-No… ¿dónde está?
-¿Qué cosa?
-La luz… ¡no me pises!
-Si claro, me pides que me salga, pero no quieres que te pise…
-¿Puedes intentar salir como alguien normal y no como un cuadrúpedo?
-Si prendieras la luz podría.
-¡Pero es solo una cama! Podrías tirarte al suelo y san se acabó.
-¿Y dañar mi cuerpo? Olvídalo. Prende la luz Ilim.
-No sé donde está. –Le dije obstinada. La verdad es que cualquier tipo de relación con él me ponía muy mal. En especial cuando decía mi nombre como si fuéramos amigos de toda la vida, y siempre con ese tono de “yo tengo la razón, has lo que te digo… Ilim” ¡Agg! ¡Me cargaba!
-Ilim… -llamó.
-Deja de decir mi nombre –susurré con rabia.
-¿Eh?
-Nada, -le respondí, mejor así, mejor que siga creyendo que puede hacer lo que quiera. A demás estar en contra de él, sería lo peor que podría hacer. El mundo del DELUB lo adoraba, sigue como hasta ahora, Ilim, sigue, no le des mas vueltas al asunto.
-¿Vas a prender la luz o qué?
-Espera –dije apenas.
Busqué a tientas con mis manos por donde él las había pasado antes y encontré un interruptor no muy lejos de mi brazo. Lo accioné y la habitación en la que nos encontrábamos pareció cobrar vida. Busqué al idiota de Mike y lo encontré de estómago, aún en mis piernas, mirándome fijamente.
-¿Se te perdió algo? –le pregunté irónicamente.
-Todavía no. –Y con una sonrisa apoyó las manos a los lados de mis piernas y se levantó. Le iba a decir unas cuantas cositas, pero en ese preciso momento entró Lam junto a Sonny.
Capítulo XVIII. Parte 4.
Hace 16 años
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