martes, 2 de junio de 2009

El Otro Lado. Parte 2.

Tal vez hubieran pasado más de dos años. O sólo tres horas. A lo mejor una semana o cuatro días, tres meses, cuarenta y cinco semanas, no lo sé. Pero el tiempo, cuando una está inconsciente se pasa de una forma tan subjetiva, que aunque te lo digan mil veces, no sabes si de verdad ése fuel el día en que te despertaste por primera vez luego de estar medio muerta durante menos de una semana.
Bueno, eso fue lo que Dana me dijo cuando abrí los ojos en el hospital de Baltic. Me dolía todo el cuerpo, la cabeza me hacía tilín-tilín cada vez que trataba de levantarla y mis piernas eran pedazos de masa que apenas se movían. No tenía fuerza ni para respirar y por otro lado me encontraba llena de cables, agujas y aparatos por doquier.
Traté de recordar lo último que me había pasado antes de llegar a esta situación, pero mi cabeza me dolía mucho por lo que dejé de forzarla y me sumí en el letargo de las drogas que el doctor me administró para que no me moviera tanto.
Me desperté dos días después, según lo que Dana me dijo, y ahora me fijé en que estaba aislada, dentro de una cúpula de plástico y con la mascarilla de oxígeno la cual me molestaba para moverme. La enfermera debió darse cuenta de que me había despertado pues al cabo de unos minutos volví a sumirme en el sueño.
Cuando abrí los ojos nuevamente, habían pasado 27 horas –según Dana –y ya no volvieron a administrarme mas somníferos para caer medio muerta en la cama. Ya no me encontraba en la cúpula que había visto días atrás y no tenía la mascarilla de oxígeno que tanto me molestaba aunque la sentía debido a que había pasado más de una semana con ella… eso fue lo que Dana me dijo.
Abrí los ojos encontrándome con ella a mi lado, sonriéndome como nunca en su vida lo había hecho. Quise preguntarle qué era lo que había pasado, pero no pude. Una sombra cruzó por su semblante y se levantó sin decir nada. Salió de la habitación y al segundo entró junto con Sonny.
Mi amigo se sentó en donde Dana lo había hecho antes y me tomó el pulso. Me miró las pupilas y la boca. Yo apenas y pude protestar, era como si mi cuerpo pesara miles de toneladas que ni siquiera mis músculos pudieran moverlos. Me tocó mi ombligo provocándome escalofríos y examinó mi cabello. Cuando hubo terminado se quedó mirándome con expresión dolorida que me cayó como balde de agua fría.
Algo no andaba bien conmigo, algo estaba mal y él tenía la obligación de decírmelo, pero le costaba un montón hacerlo. Quise decirle que todo estaba bien, tranquilizarlo y sonreírle para darle ánimos, pero no podía. Sonny se dio cuenta de que me esforzaba por hablar y me puso un dedo en los labios.
-No, Yal. No te esfuerces –me dijo.
¿Porqué? Quise saber y creo que mis ojos se lo estaban gritando porque me respondió con voz grave:
-No puedes.
¿Ah? ¿Qué quería decir con que no podía hablar? Me envaré tensando los músculos de mi brazo. Sonny los miró e hizo una mueca.
-No es eso, Yal –se apresuró a decir Dana –Es que todavía no puedes hablar.
Suspiré un poco aliviada, pero no tanto como para quedarme tranquila. Sonny lo advirtió y le pidió a Dana que saliera de la habitación para poder hablar a solas conmigo.
-Acaba de despertarse, Sonny, no le digas nada que la altere.
-Vete Dana –le volvió a pedir su hermano.
Dana bufó enojada y salió con aire ofendido. Quise enderezarme para quedar más o menos a la misma altura de él, pero los músculos no me respondieron.
-Creo que no podrás moverte muy bien, por ahora, claro –añadió al ver mi cara de terror. –A ver Yal. Esto no es fácil.
Pues para mí tampoco lo es, quise decirle. Sonny me tomó una mano y su caricia se me antojó muy rara, como si viniese de un extraño.
-¿Recuerdas lo que te pasó? Sólo cierras los ojos si la respuesta es sí, si no mantenlos abiertos.
Mantuve los ojos abiertos porque las imágenes eran muy confusas y un tanto borrosas.
-¿Sabes quien soy yo? –cerré los ojos. –Bien. ¿Sabes quien era la chica de recién? –volví a cerrarlos. Sonny asintió. –Veo que sólo te olvidaste de lo último.
Me quedé mirándolo tratando yo sola de recordar qué era lo que había pasado, pero me dolía la cabeza si me esforzaba. No pude contener una mueca de dolor. Sonny se apresuró a acercarse a mí.
-¿Estás bien?
Cerré los ojos tratando de tranquilizarme. Dejaría que Sonny me contara lo que había sucedido y así no lo preocuparía más de la cuenta. Mi amigo volvió a su posición y suspiró.
-Es tan complicado, Yal.
Anda, dímelo de una vez, Sonny.
-Estuviste bajo una fuerte radiación. El elemento S se descontroló con algo, que aún investigamos, y tu cuerpo sufrió una fuerte descarga de electricidad. Las cámaras muestran que el elemento, luego de crecer seis veces su tamaño generó oleadas de calor que hicieron que las vigas del cubículo en donde se encontraba, cedieran al derretirse. Los vidrios de todo el pasillo se rompieron y se quemó todo el lado sur del departamento de radioactividad.
¿Quemada? Me miré la mano pero no la noté con signos de algo. Sonny debió de notarlo porque rápidamente se apresuró a decirme:
-Recuerda que no estabas sola.
Una imagen muy nítida, entonces, se apareció en mi mente y me quedé helada. Una persona protegiéndome de lo que fuera que estuviera pasando, una persona que juraba que no dejaría que me pasara nada. Una persona que me tapó con su cuerpo. Una persona a la que yo…
Apenas y pude decirlo.
-Mi… ¡Mike!
Sonny puso ambas manos sobre mis hombros obligando a que me recostara nuevamente. No opuse resistencia. Tenía ganas de llorar y me dolía el pecho. Un pito me molestaba en los oídos, pero eso era lo de menos. Claro que recordaba lo que había pasado. Yo tenía la culpa de todo, yo era la única responsable de lo que podía haber pasado, yo, Ilim Yaladaki, nadie más que mi persona. Cerré los ojos para que las lágrimas no me mojaran la cara ya que no podría secármelas por mi cuenta y no quería que Sonny hiciera ese trabajo también. El pecho se me oprimía y hacía que mi respiración fuera anormal. Mi amigo se apresuró a ponerme una mascarilla que no puedo evitar.
¿Qué había hecho? ¿Qué clase de persona era? ¿Cuál era el tamaño de los daños que había provocado? Sonny no pudo contestarme todas estas preguntas, porque luego de respirar seis veces, caí en un profundo sueño.

sábado, 30 de mayo de 2009

El Otro Lado.

Cuando entré al DELUB me sentí observada al máximo. Nadie se acercó a preguntarme qué era lo que me había pasado o si me sentía mejor, solo fueron miradas furtivas y susurros curiosos al pasar. No escuché nada, estaba preparada para lo que ese día me deparara y por eso llevaba mi mp3 al volumen más alto que podía, haciendo vibrar mis tímpanos lo máximo. Linkin Park sonaba libre por mi cerebro así que si alguien quiso dirigirme la palabra quedó con las ganas. Mi escritorio estaba limpio de todo lo que había quedado el día anterior y apenas me hube sentando me puse manos a la obra. Escribí algunos apuntes en el ordenador y cuando hube terminado, me calé el delantal y fui a ponerme el traje antiradioactividad para poder entrar al cubículo en donde mi elemento era guardado. Nada impediría que terminara el proyecto en menos de una semana. Una semana tras la cual sería libre y volvería a ser feliz, a estar tranquila y disfrutar de lo que yo era.
No noté ningún cambio en la pequeña esfera color naranja que se alzaba dentro de la cúpula transparente cuando le agregué una dosis mediana de iones electrificados con una porción de átomos neutros. Tampoco lo hizo cuando aumenté la porción de iones. Las combinaciones de átomos se estaban acabando, Había probado más de 100 y ya no se me ocurría otra que llevara los componentes que el elemento S requería. Necesitaba saber hasta qué punto mi elemento podía afectarle a las personas, necesitaba saber si se podía bajar el grado de radioactividad de mi pequeño sol y necesitaba saber si lo que decía la bitácora tenía algún sentido.
¡Demonios! Mascullé. Había agregado un átomo más al elemento S lo que me traería muchos problemas, tale vez este elemento, con el que estaba experimentando, se volviera inservible. Bueno, eso lo sabría luego de dos horas cuando lo átomos se fusionaran de forma definitiva y notara, con cara de fastidio, que se había echado a perder. Suspiré y me alejé de la cúpula. Apreté el botón para salir al pasillo y así poder sacarme el casco. Me estaba sofocando y para más remate no lograba concentrarme, me despeiné un poco para sacar las ideas raras que tenía en la mente y que no me estaban dejando trabajar. No iba a darle vueltas al asunto. No, no y no.
Me apoyé en la puerta de vidrio, dándole la espalda al elemento S y suspiré cansada. Una mano en mi hombro me sacó de mis pensamientos. Levanté la mirada y no pude controlar el ponerme roja como tomate.
Mike me miraba a través del casco de su traje y me sonreía. ¡Me sonreía! Debía de estar bajo alguna droga, él no podía estar sonriéndome a mí. Tragué saliva y desvié la mirada. La mano en mi hombro dejó de estarlo y Mike pasó a mi lado sin volver a mirarme.
Me deslicé apoyada en el vidrio y puse mi cara entre las rodillas. Me estaba comportando como una adolescente, pero no podía evitarlo. Ver a Mike me había hecho recordar todo lo que había leído. Párrafo por párrafo. Palabra por palabra, Ilim tras Ilim… ¿Qué era realmente lo que él hacía nombrándome tanto? Quería preguntárselo, ésa era la única forma de saber exactamente el porqué de sus palabras. Había albergado al esperanza de que la bitácora hubiera arrojado luces acerca del comportamiento de Mike conmigo, pero muy por el contrario, todo lo allí escrito me tenía en medio de un laberinto en donde todas las paredes llevaban mi nombre y el de él.
Le estaba tomando a este asunto más importancia de la que requería y eso no debía pasar más. Iba a dejar esto como quien ve pasar una mariposa y se queda sólo contemplándola, nada más.
Levanté la vista sólo para darme un cabezazo contra el vidrio al notar que Mike estaba parado frente a mí mirando hacia el cubículo. Iba a echarlo de allí, a decirle que me estorbaba, pero algo en su mirada me alarmó. No era la misma que había tenido en mi casa, no. Esta era de terror. Me llevó pocos segundos el notar lo naranja que se veía su traje blanco, y darme cuenta de que el pasillo tenía el mismo color. Me levanté rápidamente y me coloqué a su lado con la misma mirada de terror que él tenía.
Mi elemento había crecido el triple de su tamaño y amenazaba con salirse de su cúpula. De la esfera salían pequeñas líneas curvilíneas que oscilaban y volvían a su posición anterior, los vidrios estaban temblando, señal de que adentro hacía mucho calor. Pequeñas llamas naranjas se desprendían de la base que sostenía a la pequeña esfera y el cristal de la cúpula comenzaba derretirse por la cercanía de la capa exterior de mi elemento.
Sentí la mano de Mike tomando la mía con fuerza, y no tuve ni la más mínima objeción. Ambos estábamos inmóviles y apenas respirábamos. Comencé a notar el calor porque no llevaba puesto el casco protector y mis ojos se quejaron pues las oleadas de calor no hacían más que incrementar.
-Tenemos que correr –dijo Mike a través del casco.
-No me digas –ironicé.
Me arrastró hacia fuera justo en el momento en que sentí romperse la cúpula que mantenía a la esfera ilesa. Mike corrió muy deprisa arrastrándome con él y no se detuvo hasta estar ante la puerta de salida al DELUB, muy aislada de afuera. Choqué con él cuando se detuvo debido a la inercia.
-No podemos salir –susurró.
-¿Qué? –Exclamé yo. -¿Cómo? Si yo tengo la tarjeta, a ver, déjame pasar…
-No Ilim, -Mike me detuvo con una mano mientras que con la otra se sacaba el casco. –No podemos arriesgar a nuestros compañeros.
Detuve el forcejeo por tratar de pasar y lo miré a los ojos. Mi corazón latió desaforado, pero no era el preciso momento para eso. Entendí a la perfección lo que Mike acababa de decirme. La sala aislada del departamento de radioactividad era segurísima porque lo que adentro pasara no podía afectar al exterior de ninguna manera.
Pero todo lo que estuviera dentro sufriría las consecuencias. Y en ese momento sólo estábamos Mike y yo.
-No quiero morir –murmuré notando mis ojos llenos de lágrimas.
-No creo que lo hagamos, muñeca.
-¿Ah no? –Pasé muy por alto la sensación extraña que me produjo que me llamara “muñeca”, y me concentré en lo que acababa de decirme.
-Recuerda que estoy a cargo de saber qué peligros entrañaba tu oscuro elemento. Bueno, -Mike se apoyó contra la puerta y suspiró, sonriendo de forma desanimada, lo que me produjo escalofríos. –No nos vamos a morir, específicamente.
-Explícate –le exigí.
Oímos un vidrio quebrarse y algo golpeando vigorosamente hacia la pared de concreto del pasillo. Nosotros nos encontrábamos al otro lado, atrás de los cubículos, donde era muy posible que no nos pasara nada, pero poco probable que saliéramos ilesos. Mike pasó su brazo a por mis hombros y me atrajo hacia él.
-Tu elemento no es tan poderoso como para matarnos de una vez. –Me explicó. No pasé por alto que no descartaba la posibilidad de que nos hiciera daño, sólo era que mi elemento no podía matarnos al tiro.
-¿Qué nos… qué nos hará? –pregunté contra su hombro.
-Nos dejará vivos, eso es lo importante.
-¡Mike, por favor, no soy una niña! ¡Habla claro!
-Puede que nuestro cerebro sufra un poco… lo usual.
-Sabes que no tengo idea a lo que te refieres.
-Piensa Ilim, -Mike me miró y noté su aliento en la cara. El calor estaba llegando a nosotros, ya no quedaba nada de tiempo, pronto sentiríamos las oleadas de radioactividad y de ahí… atenernos a lo que pasara.
-No quiero pensar –dije desviando la mirada. –Sólo dime directamente qué es lo que nos pasará.
-Nada.
-No fastidies Mike, que no es el momento.
-Es la verdad, querida.
-Mike…
-No creo que recordemos algo si nos pasa –se encogió de hombros.
Iba a preguntarle a qué se refería pero en ese momento él me abrazó tan fuerte y se puso frente a mí aplastando mi cuerpo contra la puerta de salida que ya no pude si quiera hablar.
-Si pasa algo –dijo muy bajito, -prefiero que seas tú la menos lesionada, tienes más cerebro que todos en el DELUB, tu precioso cerebro no puede arruinarse… no ahora.
-¿Pero de qué hablas? –inquirí sin poder mirarlo pues tenía mis ojos pegados a su pecho.
-No te va a pasar nada… te lo juro.
Oí un ruido sordo, como el del bajo en un amplificador o el soundround en un equipo de música. Un sonido que yo nunca había escuchado tan fuerte en mi vida. Mike me apretó más y noté sus manos agarrando mi cintura tan fuerte que me hacia daño. Iba a pedirle que se alejara un poco cuando noté, por debajo de su brazo, que el casco que llevaba puesto y que ahora yacía en el piso estaba moviéndose.
Las oleadas de radioactividad nos habían alcanzado.

***** *****

viernes, 29 de mayo de 2009

La Bitácora. Parte 4.

Busqué un yogurt y lo abrí por la punta, sin necesidad de utilizar una cuchara para comerlo. Lo saboreé de pie en el quicio de la puerta por que no me sentía cómoda entrando a la cocina… ¡A mi propia cocina! Era como si él todavía estuviera en mi casa, mirándome desde la mesa de la cocina invitándome a comer algo que él había preparado. Tiré el envase del yogurt al basurero y volví al sofá. No iba a prender mi notebook porque no quería quedarme prendida a la Internet hasta que fuera hora de irme al DELUB. Así que tomé la bitácora y un lápiz para escribir lo que había pasado el día anterior. Por que con todo lo que me había sucedido no había tenido tiempo de reportar el avance que había logrado mientras me quedaba sola en el laboratorio. Tomé la bitácora y la abrí al azar. Comencé a pasar las hojas apara llegar a la última escrita, que es donde yo debía poner mi avance. Pasaba las hojas con una lentitud digna de una tortuga, aún era temprano, las 4:45 am., así que no me apuraba nadie.
Mientras pasaba las hojas mi mente me mandaba débiles imágenes que Mike que yo no quería ver. No entendía la obsesión que mi ser tenía con él. Bueno, mi ser inconsciente, por que por mí misma, me olvidaba de él en ese instante. Pero mi mente seguía enviándome las imágenes de cuando Mike estaba aquí, en mi casa. Era como si quisiera que me diera cuenta de algo obvio que yo había pasado por alto. Pero yo no quería hacerlo. Cavilar acerca de sus intenciones sólo haría que lo recordara más y yo no quería eso por nada del mundo, ya me bastaba con saber que en menos de cuatro horas estaría en el mismo lugar que él. Me picaba la nariz, cosa que me pasaba siempre cuando dejaba cosas que hacer, pero con lo terca que era no iba a prestarle atención a lo que me incomodaba, que en esos instantes era el deseo de saber qué era lo que Mike quería la noche anterior. De pronto, pasando las hojas, me di cuenta de que había páginas en las que mi nombre se repetía muchas veces. Fruncí el cejo extrañada. Pues mis nombres estaban con otra letra y si no era la mía, debía de ser en la única otra letra que podía estar en la bitácora…. La de Mike.
Comencé a leer lo que él había escrito, cosa que semanas antes me había propuesto no hacer, pero ya estaba ahí, no iba a echarme hacia atrás. Me concentré en unos párrafos que había escrito hace tres días.
“Ilim está rara. Creo que es por culpa de Sonny, no mía. Aunque bien puede ser. No creo, llevo encima de ella casi seis años, y nunca se ha comportado así, le sucede otra cosa (…).
“El día de hoy voy a tratar de convencer a Lam que mande la hipótesis del proyecto a la Real Academia Sueca de Ciencias., sé que ella lo ha estado convenciendo también, pero Lam me hace más caso a mí que a ella por lo que lo intentaré (…).
“Ilim acaba de pasar por mi lado, sin mirarme, como siempre. No sé porqué eso me molesta. Debería estar acostumbrado, la manera en que la trato hace que ella sea así conmigo. Pero no puedo dejar de hacerlo…”

Levanté la vista. El corazón me saltaba como loco. No pensé nada, sino que continué leyendo… a pesar de saber que lo que leería no me iba a gustar para nada.
“…Es tan divertida cuando se enoja, me hace recordar a cuando estábamos estudiando y mis amigos decían que era muy linda, pero ya conté eso (…) Creo que dejare de fastidiarla, por un tiempo, tal vez le estoy haciendo verdadero daño, quizá el odio que siente por mí nunca se transforme en lo que yo quiero que sea (…)
“El elemento S no ha arrojado las cifras que radioactividad que esperábamos, los isótopos que estudiamos no nos dicen nada que no sepamos ya. Eso me tiene ansioso. He leído los avances de Ilim, pero ella tampoco sabe mucho. No le preguntaré, claro está, aunque podría hacerlo, pues ella debe responder mis inquietudes dado que no soy del área de radioactividad propiamente dicha. No sabemos si su radiación al combinarse con los iones sea Alfa, Beta o Gamma. Pero espero que lo averigüe pronto (…)

De ahí seguía una extenuante descripción de lo que los iones eran. Al parecer él no sabia mucho de la radioactividad por lo que necesitaba escribir lo qie iba aprendiendo. Pero yo no iba a perder el tiempo leyendo algo que ya sabía. Había otras cosas que quería averiguar ahora…
(…)Ilim ha estado trabajando demasiado. Me pregunto si habrá descubierto algo importante… tendré que leer la bitácora y ver sus anotaciones de hoy, no me apetece preguntarle cara a cara. La manera en que me trata me duele más de lo que debería y ella no se da por aludida (…) molestarla no sirve de nada, ya me he dado cuenta, y Sonny me lo dijo desde el primer día, pero simplemente no puedo parar. El enojo es el único sentimiento que despierto en ella y no quiero que deje de sentirlo… lo que quisiera jamás pasaría… ni en sueños…
(…) No ha bajado a almorzar. Ayer tampoco lo hizo. Leí lo que había escrito, pero aún no sabe nada. Lástima, podría haber utilizado sus apuntes para enviar la solicitud de entrevista con el departamento de la Real Academia Sueca de Ciencias, ya que Lam me ha dejado enviarla. ¿Debería decírselo a Ilim? No, mejor que Lam se lo comunique. Me he dado cuenta de que cuando sé las cosas antes de que ella lo haga, anda frustrada todo el día. No me gusta verla así (…)
(…)Ilim me devolvió la bitácora en la tarde. Ha escrito cosas interesantes que pasaré a mi informe personal para la solicitud de la entrevista (…)

viernes, 24 de abril de 2009

La Bitácora. Parte 3.

Me quedé de pie sin poder moverme durante bastante rato. Miraba el vacío tratando de comprender qué era exactamente lo que había pasado. Mi mente estaba como adormecida y me decía que todo era un sueño. Que tenía que cerrar los ojos y volverlos a abrir para despertarme. Tal vez pellizcarme funcionara, pero era cobarde, por lo que esa opción la pasé de largo. Aunque hice lo que mi mente me dijo, no desperté. Y seguí parada, en una pose digna de una estatua abstracta, con los ojos en el vacío y un poco de frío.
¿A qué había ido Mike? A buscar la bitácora… ¿cierto? No. Sabía que no había sido para eso. Pero no se me ocurría nada como para saber a qué había ido a buscarme. Tal vez para ver el estado en que me había dejado luego de lo de aquella tarde. Quizá a constatar daños. Ahora estaría camino a su casa riéndose por la forma en que yo había reaccionado, sonriendo ante la idea de no dejarme tranquila hasta en casa. ¿Había persona más detestable que él en este planeta? ¿Más ridículamente estúpida? ¿No había nadie más que tuviera ganas de hacerme la vida imposible? Porque mejor que lo hiciera al tiro. Ya estaba lo bastante dolida como para prestarle atención así que un poco de piedad.
-Moléstenme ahora, -mascullé. –Por favor… no más.
Y como lo débil que soy, volví a llorar.
Me estiré en el sofá y apreté el cojín lo más fuerte que pude. Quería hacerme tiras las uñas, pero le temía al dolor, por lo que dejé de hacerlo. Mike, Mike, Mike… Lo tenía en mi mente y no podía salir de ahí. Estaba incrustado en mi cerebro. Tenía su olor en mi casa... en mi sofá… en mí. No podía dejar de odiarlo. De maldecirlo, por la forma de ser que tenía conmigo. Quería morir en ese instante, quería desaparecer, no volver más. Irme lejos, volar si era posible. Pero mi razón me lo impedía. Tienes responsabilidades, Ilim. Me dijo. No puedes llegar y abandonar. No por un simple hombre. Tú no eres así.
-Tal vez, sí soy así –dije entre sollozos. –Tal vez sí soy una persona sumamente débil, y quiero escapar…
Ilim, piénsalo. No tires todo a la basura por Mik—
-¡No digas su nombre! –exclamé con la voz pastosa. –No quiero más de él… ¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Lo odio!
Apreté el cojín más fuerte. Algo duro me molestaba en la mano, así que lo pesqué y lo tiré al piso. Era la bitácora. No me molesté en recogerla de nuevo. No me molesté en nada. Creo que estaba tan cansada de llorar que me quedé dormida por eso.
Y soñé. Me vi a mi misma sentada en uno de esos bancos del parque en donde solía jugar de pequeña. Me vi observando los juegos de los demás chicos, pues yo era muy tímida como para acercarme y jugar con ellos. Parpadeé. Un chico no muy grande se sentaba a mi lado y me preguntaba si me pasaba algo. Me corazón casi llega a la luna cuando supe que ése chico era Mike. A sabiendas de que en mi niñez no me había topado jamás con esa bestia. Con mi voz, apagada, quise gritarle a la niña que no le respondiera, que se alejara de él lo más rápido posible. Que él no era más que algo dañino que no la dejaría vivir el resto de su vida tranquila. Pero no me salía la voz. Yo, con mi cara de cinco años, le sonreí al chico y me fui a jugar con él. Grité, o bueno, eso pensé que era lo que hacía, pero ni yo misma me escuchaba. Me giré inquieta, pues no veía a la pequeña. Y he aquí que ya no estaba en el parque si no en el colegio. Frente a una chica que quería golpearme porque yo no le quería prestar mi muñeca nueva. Sabía que ése no era ya un sueño, que eso me había pasado cuando yo era pequeña, que de verdad estaba viendo mi pasado. La chica levantaba su mano en un puño, con toda la intención de golpearme, cuando un chico, unos centímetros más alto que ella, la detiene diciéndole que si no me dejaba en paz se las vería con él y sus amigos. Mi estómago se encogió, porque a pesar de no reconocerlo para nada en facciones, sabía que ése era Mike. Mi yo pequeño lo veía alejarse con admiración. La imagen cambió radicalmente mostrándome cuando yo estaba en mis primeros años en la universidad. Me vi estudiando mientras un muy popular Mike se burlaba de mis anteojos nuevos. Me vi con cara de rabia, con ganas de azotarlo a la pared de un solo empujón y destruirle la nariz con las pinzas nuevas del laboratorio. Pero también noté cómo no hacía nada. Como dejaba que Mike me siguiera molestando, escuchando cómo todos se reían de mí. Y pensar que el muy simio estaba ya en la universidad donde el acoso a los estudiantes ya no sucede porque a nadie le interesa perder el tiempo molestando a alguien cuando tiene un futuro por sacar. Tal vez por eso era que yo no le contestaba. Me encontraba superior. Sí, ésa es la palabra. No me iba a poner al mismo nivel que Mike, por eso no le tomaba la más mínima atención. Aunque, luego, me pusiera a llorar sólo del odio que le tenía.
Creía que mi sueño ya estaba volviéndose pesadilla, pues las palabras de Mike, cuando estudiábamos, seguían repitiéndose una y otra vez. Quise despertarme y gracias a Dios, lo estaba consiguiendo. Mi sofá era demasiado incómodo… no duré mucho dormida.
Vi la hora. Las 4 de la mañana. Perfecto. Había dormido la mitad de la noche en el sofá. Me dolía todo. Me levanté a penas. Mis pensamientos seguían corriendo sin parar y sin pensar en que yo no quería escucharlos. No quería saber de nada más. No quería ver las imágenes de mi sueño, darme cuenta de que Mike seguía siendo la horma de mi zapato… ¡Pero qué horma! ¡Es un vidrio! Un vidrio que me hiere cada vez que camino, que me hace saber que está ahí, que no quiere que camine feliz… quiere que ande siempre con cara de dolor. Un vidrio que no sabía cómo quitarme de encima.
Caminé como zombie, arrastrando los pies, me debía de ver patética, cómo si no, con una cara de moribunda, con el pelo digno de un cantante de rock y mi ropa toda arrugada. Mike burlándose, Mike riéndose de mí, Mike en el mismo trabajo que yo, Mike diciendo mi nombre, Mike sobre mí, Mike en mi casa, Mike en mi sofá, Mike abrazándome, Mike, Mike, Mike… ¡Basta! Cerré los ojos y me tapé los oídos, como si con eso pudiera aislarme del mundo, como si así estuviera a salvo, parada en una isla solitaria a miles de kilómetros de la costa sin nadie, sin nada, y en especial, sin Mike. Mi pies apenas se movían y para colmo me tropecé y caí de bruces. Traté de detener la caída con mis manos, pero en eso me doblé mi dedo chico. Grité de dolor. Hace tiempo que no me golpeaba tan fuerte y me sentía muy rara, como si hubiera previsto que me caería, pero no hubiera hecho nada, salvo seguir el camino, sabiendo que me caería de todas formas. Ahí, mirando el suelo traté, con mis pies, de tocar con lo que me acababa de tropezar. Sentí algo duro, pero no veía nada. Mi living estaba con las cortinas cerradas, cortinas de color negro, debo señalar. Así que comencé a arrastrarme como un gusano hasta la lámpara de piso y, como si estuviera borracha, me afirmé del palo que la sostenía hasta llegar al cable que encendía la ampolleta. Al instante me di vuelta y miré con rabia hacia el lugar de mi caída. Ahí, con cierto aire de triunfadora, estaba la bitácora que había tirado luego de que Mike se fuera. Sentí un frío recorrerme la espalda cuando me acordé de él, y de mi sueño, y de todas las veces en que me había sentido tan miserable luego de llegar del DELUB. Suspiré.
Las ganas de dormir se habían espantado, por lo que a duras penas, me levanté del piso y me dirigí al baño. Me lavé la cara y me peiné. A la luz eléctrica mi pelo tenía un tono casi colorín. Bueno, era castaño claro en realidad, y corto. Mis flequillos me tapaban los ojos, no había tenido tiempo de cortármelos como la hacía cada mes, mis cejas estaban escondidas. Mis ojos, rojos como los de un conejo, me dieron escalofríos. Los cerré tratando de olvidarme de todo. Mi mente estaba agotada, mi corazón estaba hecho pedazos. Ni que estuviera saliendo con Mike, era tal el dolor que sentía que no cría que pudiera haber otro tan feo como ese. Me dolía hasta respirar. Era como si mi propia cara me recordara a él, como si al verme así, destruida, lo viera a é l burlándose de mí, y de mis ojos. Já, Ilim, mira lo que te he hecho, ¿no crees que soy un maestro? Su voz por cada rincón de mi ser me hizo cruzar los brazos por mi regazo. ¿Qué a caso no podía dejarme tranquila? ¿Por qué pensaba tanto en él?
Me lavé la cara tres veces. Mojándome todo el pecho como si fuera una niña pequeña. Me cepillé los dientes y traté de peinar la maraña de pelo que tenía. Fui a la cocina en busca de algo que comer. Casi me muero cuando vi que todas mis compras estaban ordenadas. Yo no las había ordenado, y si no había sido yo tendría que haber sido… No lo podía creer. ¿Era Mike quien había dejado tan limpia mi cocina? ¿Cuánto rato había estado sentada en el sofá sin darme cuenta de que él estaba ahí? Tragué saliva compulsivamente. No era sorpresa lo que sentía, era algo mucho más horrible. Era como… culpa. Me da vergüenza ponerlo, pero era la verdad. Me sentía culpable por la manera en que lo había tratado… Espera, detuve mis pensamientos al momento, ¿crees que con una sola acción él puede redimirse? Por supuesto que no. Y aunque sabía que tenía razón, la culpa no desaparecía.

domingo, 19 de abril de 2009

La Bitácora. Parte 2.

-¿Estás bien? –oí que me preguntaba. Qué irónico, pensé, parece hasta preocupado… -¿Ilim?
-Estoy bien –le dije sin mirarlo.
No me acordaba de cuando abrí la puerta. Creo que el verlo allí, en mi casa hacía que todo pareciera un sueño. Un horrible sueño, debo admitir. Mike se sentó a mi lado y suspiró.
-Te fuiste del DELUB por mi culpa, ¿cierto?
Levanté una ceja, pero no respondí. Él tenía razón, había sido SU culpa, no iba a quitar el remordimiento de su conciencia. Sabía que me estaba mirando, lo sentía. Como siempre. Pero el estar en mi casa me hacía sentir sumamente vulnerable, por lo que no podía decirle que se marchara. Las palabras apenas salían de mi boca.
-¿Cómo supiste donde vivo? –le pregunté con voz muy baja. Creía que si hablaba normal, me rompería en pedazos, lo que de seguro pasaría si él se quedaba por más tiempo.
-Siempre lo he sabido –me contestó.
No me sorprendí mucho. Por lo general todos los trabajadores del DELUB sabían donde vivían sus colegas y en caso de urgencias ya sabía donde acudir. Era muy práctico. Bueno, ahora me daba cuenta de que no tanto.
Asentí levemente. Él no me dijo nada más. Se quedó a mi lado, sentado, sin moverse, sin decir nada. Me atreví a mirarle de reojo. Él no me miraba en lo absoluto, como yo creí. Sus ojos parecían pensativos, como nunca los había visto antes. Tenía la vista clavada en el piso, y las manos muy juntas, casi haciéndose daño una a la otra. Parecía querer decir algo, pero no podía hacerlo. Y yo no iba a invitarlo a que lo hiciera, por lo demás.
Me revolví incómoda en donde estaba. Quería que se fuera, que me dejara sola. Necesitaba un momento de paz, y él me estaba quitando las pocas horas de soledad que me quedaban antes de poner todas mis energías en el proyecto S. Quería gritarle, para ser exacta. Quería echarlo a patadas, y escupirle si era necesario. Pero algo en su expresión me alarmó en sobremanera, impidiéndome hacer lo que pretendía.
Yo no era una persona mala. Quiero decir, que me preocupaba de lo que los demás sentían a mí alrededor y si podía los ayudaba. Era un sentimiento bastante molesto, pues a veces no tenía nada de tiempo, pero al ver a alguien que necesitaba de mi ayuda, lo hacía sin importarme las consecuencias después. Y siempre terminaba en problemas o llegando tarde a mí trabajo. Ahora me estaba pasado lo mismo. Al ver al simio de esa forma, como si quisiera llorar, me daban ganas de ayudarlo… ¡A mí!, y me sentía fatal por eso. Una parte de mí me decía que tenía que echarlo lo más rápido de la casa si no quería tener pesadillas más tarde, pero otra, no menos fuerte, me decía que tenía que preguntarle si necesitaba algo, pues al parecer a eso había ido a mi casa. No quería hacerlo, no quería involucrarme con él… y no iba a hacerlo.
Me levanté del sofá y me puse frente a él. Mike ni siquiera se movió y no quería tocarlo para llamar su atención tampoco. Carraspeé dos veces. No se movió. Me di la vuelta alrededor del sofá y nada. No se percataba de que quería que se fuera. Me crucé de brazos y a golpear el piso con la punta de mi zapato. Otra vez nada. Me estaba poniendo histérica. La única forma, y la que no quería hacer por nada del mundo, era pedirle que se fuera. Suspiré. Abrí la boca para hablar, pero no pude. Algo no me dejaba decir palabra alguna. Suspiré de nuevo, y de nuevo, y otra vez, y muchas veces más. No iba a hablar y no por que no quisiera, si no, porque no podía. Mi voz no quería salir a través de mi boca y no iba a obligarla tampoco. Suspiré de nuevo. No entendía qué era lo que pasaba. Toda mi sangre hervía de tal forma que mi cara ya debía parecer tomate, pero no podía pedirle que se fuera… simplemente no podía hacerlo. Algo en mi interior me gritaba que el tipo no era malo y que en esos precisos momentos estaba sufriendo por algo, pero yo no sabía porqué, y mi parte racional no quería averiguarlo. Suspiré por centésima vez.
-Deja de hacer eso, por favor.
Mike no me miraba. Suspiré de nuevo.
-Ilim, basta. –Me pidió ahora con voz más firme. Pero seguía sin mirarme.
Iba a suspirar de nuevo pero de súbito él se levantó y me tapó la boca.
-Por favor –me rogó con ojos rojos.
Tragué saliva.
En mi vida lo había visto así. Estaba como perdido, como si no supiera qué hacer, y aunque quisiera saberlo, no se lo iba a preguntar. Necesitaba que se fuera. Miré hacia otro lado, pues sus ojos me estaban quemando. Sentí que iba a decir algo, pero no lo hizo. Otra vez ese silencio incómodo.
-Suéltame –le dije a través de su mano. Me apretó más. Casi haciéndome daño.
Y me abrazó.
Fue horrible. Lo más espantoso que había vivido hasta ese momento. Sentirlo junto a mí, como esa tarde. Me dieron ganas de vomitar, y no bromeo. Lo detestaba tanto que simplemente el contacto de su cuerpo, me hacía tener náuseas. Me abrazó con fuerza, me dolían los brazos y la cintura, donde me apretaba más. Estuve callada por unos segundos, sorprendida, al principio porque un abrazo no lo esperaba jamás y menos de Mike. No toleraba contacto físico con nadie. Me sentía muy incómoda. Pero luego de un rato la irritación se fue apoderando de mí. Quería patearlo, y nada en el mundo me lo iba a impedir.
-¡Suéltame! –grité junto a su oído con toda la fuerza que pude. -¡Ahora!
Él no me dijo nada. Seguía usando toda su fuerza para retenerme ahí. Me revolví para que me soltara, pero como ya sabía: no tenía nada de fuerza. En un momento, que fueron menos de dos segundos, me prometí que iría al gimnasio. Tenía que acrecentar mi fuerza, me daba vergüenza darme cuenta de que era una debilucha que no podía defenderse de un simple abrazo. Pero ese pensamiento se fue tan pronto como llegó. Ahora sólo quería que Mike me dejara. Que se fuera, no volverlo a ver. No saber más de él.
-Mike… -escupí el nombre –por favor. Suéltame.
Tal vez mi voz reflejó tal desesperación, o una angustia insoportable. O tal vez fuera sólo el hecho de que se lo pedía como nunca lo había hecho, amablemente, con un dejo de rendición. O quizá Mike aya había tenido suficiente conmigo y notaba el daño que me hacía. No sabía. Pero Mike, apenas yo hablé me soltó de inmediato.
Me quedé en la posición en la que él me había dejado. Me dolían un poco los brazos como para moverlos al instante. Además él tampoco lo hizo.
-Vine a buscar la bitácora. –Me dijo carraspeando, pero sin mirarme.
-No la tengo, -le dije. En ese momento no tenía idea de donde había dejado la bitácora. Creía que estaba en el DELUB. Mike bufó.
-Te la llevaste tú Ilim. Pásamela.
-No la tengo –le volví a decir.
-Como quieras.
Y se fue.

viernes, 17 de abril de 2009

La Bitácora.

Llegué a mi departamento y lo primero que hice fue llorar. Me derrumbé en el piso, con los papeles en mi mano y toda sucia. Esta vez fue diferente a todas las veces que había llegado a casa. Lloraba, sí, por culpa de Mike y de sus estupideces que me hacían perder el control. Pero ahora todo tenía un matiz distinto dada la traición de Sonny.
A através del dolor traté de entender por qué Sonny se estaba comportando así conmigo, pero no lo podía adivinar. No tenía ni pies ni cabeza que no me hablara, y menos que no hubiera hecho nada cuando me vio ahí con Mike sobre mí. Mi pecho llenaba todo mi cuerpo y no podía respirar bien. No tenía hambre y no quería levantarme del piso. No quería volver al DELUB y no quería ver nunca más a Mike. Lo odiaba. Lo detestaba, lo aborrecía, lo maldecía hasta querer verlo morir. Todo lo que me pasaba era su culpa, y nada en el mundo justificaba lo que hacía pasar. Nada.
Me dolía el cuerpo de sólo acordarme de que aun debía seguir yendo al laboratorio. Aunque mi decisión estaba tomada. Renunciaría apenas el proyecto estuviera en marcha. Y me daba igual si no me daba créditos y se los daban al simio de Mike, por mí que todo se fuera a la punta del cerro. Así que debía concentrarme sólo en querer terminarlo pronto. Entre más rápido avanzara, más rápido saldría de allí.
Me quedé en el suelo hasta que me dolieron los hombros y la cabeza. Me levanté muy lentamente, pues tenía mullidas todas las articulaciones. Sin darme cuenta habían pasado más de tres horas en el suelo sin parar de llorar. Y ya era hora de que dejara de sentir lástima por mí. Me dirigí al baño y sin siquiera mirarme al espejo –porque me daba miedo lo que allí vería –me desnudé metiéndome inmediatamente a la ducha. El agua caliente me devolvió un poco de la cordura que se me había quedado en el suelo. Ya no iba a volver a pensar en cosas malas de nuevo. No iba a repasar imágenes en mi cabeza que solo me harían volver a llorar. No iba a sentir rabia, no iba a acordarme de Mike en todo lo que me quedaba del día… Volvería mañana. Tenía que terminar el proyecto a como diera lugar. No debía quedarme pegada con nada, así todo sería mucho, pero mucho más rápido.
Me arropé muy bien antes de salir de la ducha, pues no quería pescar un resfriado que me mantendría en cama, lo que no era nada algo bueno para mis planes. Me vestí y ordené un poco. Los papeles que se habían ensuciado con el café estaban en el piso aún, y no tenía ánimos para levantarlos, pero eran papeles importantes, por lo que a regañadientes los colgué en la soga junto a mi ropa recién lavada. Lo único que se había salvado era la estúpida bitácora de Lam. La tiré al sofá del living. Escribiría luego, cuando hubiera comido algo –aunque no tenía nada de hambre –pues no quería tener nada malo con mi cuerpo. Una fatiga no era para nada buena esos momentos.
Tragué –pues comer es una palabra un poco más decente que no refleja lo que hice –toda la comida. No dejé nada. Lavé concienzudamente mis utensilios (no quería enfermarme) y me fui a acostar. Debía tener una buena siesta antes de ir al supermercado –me había dado cuenta de que mi refrigerador estaba pelado –y para ir a caminar y ver pecios se necesita energía. Las amas de casa lo saben muy bien.
Me acosté en mi cama, sin hacer, y me abrigué con el cobertor que tenía. Hace días que no pasaba tanto tiempo en mi departamento. Era como si recién lo hubiera comprado, o me hubiera mudado hace horas. Me sentía extraña en mi propio hogar. Eso me hacía ratificar la idea de que tenía que renunciar. No me di cuenta de cuando me dormí. Sólo recuerdo me imaginaba partiéndole la cara a Mike y que nadie me decía nada. Estaba fuera de mí.
Desperté en la oscuridad. Me volví a mirar la hora de mi reloj digital: las 20: 37. Temprano todavía. Me levanté. Me arropé muy bien, y salí. Mi auto no estaba calentito, por lo que a los minutos ya me encontraba tiritando al volante. La calefacción se había averiado hace días, pero como nunca lo noté necesario no lo había mandado a arreglar. Y ahora me congelaba. Genial. Puse una radio de música clásica y apenas una hora después ya me encontraba en casa. El supermercado no estaba lleno, por lo que no me demoré nada y la cajera estaba apurada así que me atendió como una bala.
No había puesto ni un pie fuera del ascensor cuando un olor, que más se parecía al del infierno, se coló por mi nariz. Era el indudable –y muy despreciable –aroma de la peste llamada Mike.
Me quedé entre el ascensor y el piso. A lo mejor me había confundido, y no era él. Tal vez el dueño del departamento de enfrente se había comprado la misma agua de alcantarilla de Mike. Debía decirle que había gastado dinero de más. Las bolsas me pesaban en las manos. No era que me había traído todo el supermercado conmigo, pero no tenía nada de fuerza. Era científica, por Dios, la fuerza estaba para estudiarla no para tenerla. En fin, me decidí a salir, esperanzada en que mi vecino hubiera botado su perfume en el pasillo y así dejara el fétido olor que casi me mata de un paro.
-¿Te ayudo? –escuché que me preguntaba alguien. Levanté ala vista. Había estado, al parecer, mucho rato parada en el quicio del ascensor.
La boca se me quedó abierta. Yo conocía el horrible tono de la voz de Mike. Algo entre lo sarcástico y lo burlesco-meloso, que reconocía muy bien, aunque estuviera al miles de metros de distancia. Pero ahora su voz sonó normal. Hasta amable, y por eso no me di cuenta de que estaba a su lado, hasta que me senté en el sofá de mi living.

sábado, 4 de abril de 2009

Proyecto S. Parte 3

Sonny me ayudó a levantarme. Tenía toda la parte derecha de mi delantal manchada con café. Mis papeles estaban pegoteados al escritorio, pero de eso me encargué después. Lo primero que hice, bueno, que me obligaron a hacer fue llevarme a la pequeña enfermería del DELUB, donde me había quedado cuando me desmayé. Sonny me sentó allí y yo pensando que me haría algún reconocimiento de rutina comencé a recostarme, pero Sonny me detuvo cuando casi estaba por tocar el almohadón con la cabeza.
-No, siéntate. –Me ordenó.
Si Sonny quería hablar conmigo, yo no iba a ser quién lo detuviera. Tal vez era el momento para arreglarnos y volver a ser los amigos que éramos antes de su confesión. Esperé como buena chica a que hablara, pero no podía controlar el movimiento de mis piernas que cuando tienen que estar quietas se mueven como locas. Sonny puso su mano sobre la punta del tacón de mi zapato y me miró.
-Lo siento. –Me dijo.
Puse cara de paleta. Yo sé que eso no existe, pero para mí, esa expresión quiere decir que no tenía expresión. Era tan inerte como una paleta. Sonny se mordió el labio y comenzó a jugar con sus dedos sobre mi zapato.
-Yo vi cómo Mike estaba sobre ti.
-¿Qué? –alcancé a decir antes de que la ira me invadiera como torbellino. ¿Qué me había visto con Mike? ¡Y no había hecho nada! Cerré los ojos tratando de concentrarme en no explotar allí mismo. Las experiencias raras se estaban volviendo pan de cada día y eso me cansaba.
-Lo siento –volvió a disculparse.
-No hiciste nada… -murmuré. -¡Nada!
Respiré hondo usando mi energía de reserva para no reventar. Sonny se levantó y miró hacia el vacío detrás de mí.
-Sé que no hay excusa, pero fue todo tan rápido…
-¿Rápido? –mascullé con la ira en la punta de la lengua.
-O sea, yo llegué y al cabo de cinco segundos Mike se levantó y salió de la habitación. Luego te pusiste a reír. Iba a preguntarte si estabas bien, pero todos comenzaron a llegar y te vieron…
-¿Mike te vio? –tiré la pregunta sin importarme si lo había interrumpido o no.
-Creo que sí… aunque no estoy seguro… -dudaba en serio.
-Está bien.
Bajé de la camilla y me encaminé a la puerta.
-Lo único que voy a decirte Sonny, es que esto era lo único que no me esperaba de ti.
Y salí dando un portazo.
Me dirigí a mi puesto, no me fijé en si alguien me miraba, ni siquiera si querían hablar conmigo. No estaba en condiciones de hablar con nadie. Tomé todos los papeles sin importarme si me chorreaban café o si me manchaban más el delantal o el pantalón. Puse todo entre mis brazos y partí al ascensor.
-¡Yal! –oí que me llamaban. Volví la vista y me encontré a Lam con cara de interrogante. -¿Te vas?
-Sí, necesito descansar, por favor, volveré mañana. Tal vez pasado.
-Pero el proyecto... –Lam parecía que se iba a ahogar.
-Dile a tu grandioso equipo de trabajo que lo siga haciendo por mí. Por favor Lam, de verdad necesito descansar.
Lam retrocedió ante el fuerte tono de mis palabras. Estaban ordenando más que pidiendo. Me mordí el labio incapaz de pedir disculpas. Estaba muy enojada como para hacerlo.
-Está bien… -dijo muy bajo.
-Lam, -me acerqué a él y le tomé el hombro. –No voy a dejar esto botado, pero realmente necesito un descanso.
-Las mentes maestras no necesitan descanso –oí que decían detrás de mí.
No fue necesario darme vuelta para saber que la voz era de Mike. Pero no iba a discutir. No tenía ánimos ni la energía suficiente como para decirle nada, tampoco se me ocurría. Me volví lentamente y sin mirarlo pasé a su lado.
-Quizá yo no sea una mente maestra –murmuré al pasar.
La puerta del elevador estaba abierta, de seguro que Mike había salido de allí, pero ya me importaba un reverendo bledo. No iba a hacerme mala sangre por nada y menos por Mike… ni siquiera me alcanzaba un poco de rabia para Sonny. Y viendo la cara de todos en el DELUB que me miraban con una cara de: “lo sabíamos, está loca”, esperé a que la puerta se cerrara y dejar atrás lo que allí hubiera pasado.