martes, 2 de junio de 2009

El Otro Lado. Parte 2.

Tal vez hubieran pasado más de dos años. O sólo tres horas. A lo mejor una semana o cuatro días, tres meses, cuarenta y cinco semanas, no lo sé. Pero el tiempo, cuando una está inconsciente se pasa de una forma tan subjetiva, que aunque te lo digan mil veces, no sabes si de verdad ése fuel el día en que te despertaste por primera vez luego de estar medio muerta durante menos de una semana.
Bueno, eso fue lo que Dana me dijo cuando abrí los ojos en el hospital de Baltic. Me dolía todo el cuerpo, la cabeza me hacía tilín-tilín cada vez que trataba de levantarla y mis piernas eran pedazos de masa que apenas se movían. No tenía fuerza ni para respirar y por otro lado me encontraba llena de cables, agujas y aparatos por doquier.
Traté de recordar lo último que me había pasado antes de llegar a esta situación, pero mi cabeza me dolía mucho por lo que dejé de forzarla y me sumí en el letargo de las drogas que el doctor me administró para que no me moviera tanto.
Me desperté dos días después, según lo que Dana me dijo, y ahora me fijé en que estaba aislada, dentro de una cúpula de plástico y con la mascarilla de oxígeno la cual me molestaba para moverme. La enfermera debió darse cuenta de que me había despertado pues al cabo de unos minutos volví a sumirme en el sueño.
Cuando abrí los ojos nuevamente, habían pasado 27 horas –según Dana –y ya no volvieron a administrarme mas somníferos para caer medio muerta en la cama. Ya no me encontraba en la cúpula que había visto días atrás y no tenía la mascarilla de oxígeno que tanto me molestaba aunque la sentía debido a que había pasado más de una semana con ella… eso fue lo que Dana me dijo.
Abrí los ojos encontrándome con ella a mi lado, sonriéndome como nunca en su vida lo había hecho. Quise preguntarle qué era lo que había pasado, pero no pude. Una sombra cruzó por su semblante y se levantó sin decir nada. Salió de la habitación y al segundo entró junto con Sonny.
Mi amigo se sentó en donde Dana lo había hecho antes y me tomó el pulso. Me miró las pupilas y la boca. Yo apenas y pude protestar, era como si mi cuerpo pesara miles de toneladas que ni siquiera mis músculos pudieran moverlos. Me tocó mi ombligo provocándome escalofríos y examinó mi cabello. Cuando hubo terminado se quedó mirándome con expresión dolorida que me cayó como balde de agua fría.
Algo no andaba bien conmigo, algo estaba mal y él tenía la obligación de decírmelo, pero le costaba un montón hacerlo. Quise decirle que todo estaba bien, tranquilizarlo y sonreírle para darle ánimos, pero no podía. Sonny se dio cuenta de que me esforzaba por hablar y me puso un dedo en los labios.
-No, Yal. No te esfuerces –me dijo.
¿Porqué? Quise saber y creo que mis ojos se lo estaban gritando porque me respondió con voz grave:
-No puedes.
¿Ah? ¿Qué quería decir con que no podía hablar? Me envaré tensando los músculos de mi brazo. Sonny los miró e hizo una mueca.
-No es eso, Yal –se apresuró a decir Dana –Es que todavía no puedes hablar.
Suspiré un poco aliviada, pero no tanto como para quedarme tranquila. Sonny lo advirtió y le pidió a Dana que saliera de la habitación para poder hablar a solas conmigo.
-Acaba de despertarse, Sonny, no le digas nada que la altere.
-Vete Dana –le volvió a pedir su hermano.
Dana bufó enojada y salió con aire ofendido. Quise enderezarme para quedar más o menos a la misma altura de él, pero los músculos no me respondieron.
-Creo que no podrás moverte muy bien, por ahora, claro –añadió al ver mi cara de terror. –A ver Yal. Esto no es fácil.
Pues para mí tampoco lo es, quise decirle. Sonny me tomó una mano y su caricia se me antojó muy rara, como si viniese de un extraño.
-¿Recuerdas lo que te pasó? Sólo cierras los ojos si la respuesta es sí, si no mantenlos abiertos.
Mantuve los ojos abiertos porque las imágenes eran muy confusas y un tanto borrosas.
-¿Sabes quien soy yo? –cerré los ojos. –Bien. ¿Sabes quien era la chica de recién? –volví a cerrarlos. Sonny asintió. –Veo que sólo te olvidaste de lo último.
Me quedé mirándolo tratando yo sola de recordar qué era lo que había pasado, pero me dolía la cabeza si me esforzaba. No pude contener una mueca de dolor. Sonny se apresuró a acercarse a mí.
-¿Estás bien?
Cerré los ojos tratando de tranquilizarme. Dejaría que Sonny me contara lo que había sucedido y así no lo preocuparía más de la cuenta. Mi amigo volvió a su posición y suspiró.
-Es tan complicado, Yal.
Anda, dímelo de una vez, Sonny.
-Estuviste bajo una fuerte radiación. El elemento S se descontroló con algo, que aún investigamos, y tu cuerpo sufrió una fuerte descarga de electricidad. Las cámaras muestran que el elemento, luego de crecer seis veces su tamaño generó oleadas de calor que hicieron que las vigas del cubículo en donde se encontraba, cedieran al derretirse. Los vidrios de todo el pasillo se rompieron y se quemó todo el lado sur del departamento de radioactividad.
¿Quemada? Me miré la mano pero no la noté con signos de algo. Sonny debió de notarlo porque rápidamente se apresuró a decirme:
-Recuerda que no estabas sola.
Una imagen muy nítida, entonces, se apareció en mi mente y me quedé helada. Una persona protegiéndome de lo que fuera que estuviera pasando, una persona que juraba que no dejaría que me pasara nada. Una persona que me tapó con su cuerpo. Una persona a la que yo…
Apenas y pude decirlo.
-Mi… ¡Mike!
Sonny puso ambas manos sobre mis hombros obligando a que me recostara nuevamente. No opuse resistencia. Tenía ganas de llorar y me dolía el pecho. Un pito me molestaba en los oídos, pero eso era lo de menos. Claro que recordaba lo que había pasado. Yo tenía la culpa de todo, yo era la única responsable de lo que podía haber pasado, yo, Ilim Yaladaki, nadie más que mi persona. Cerré los ojos para que las lágrimas no me mojaran la cara ya que no podría secármelas por mi cuenta y no quería que Sonny hiciera ese trabajo también. El pecho se me oprimía y hacía que mi respiración fuera anormal. Mi amigo se apresuró a ponerme una mascarilla que no puedo evitar.
¿Qué había hecho? ¿Qué clase de persona era? ¿Cuál era el tamaño de los daños que había provocado? Sonny no pudo contestarme todas estas preguntas, porque luego de respirar seis veces, caí en un profundo sueño.

sábado, 30 de mayo de 2009

El Otro Lado.

Cuando entré al DELUB me sentí observada al máximo. Nadie se acercó a preguntarme qué era lo que me había pasado o si me sentía mejor, solo fueron miradas furtivas y susurros curiosos al pasar. No escuché nada, estaba preparada para lo que ese día me deparara y por eso llevaba mi mp3 al volumen más alto que podía, haciendo vibrar mis tímpanos lo máximo. Linkin Park sonaba libre por mi cerebro así que si alguien quiso dirigirme la palabra quedó con las ganas. Mi escritorio estaba limpio de todo lo que había quedado el día anterior y apenas me hube sentando me puse manos a la obra. Escribí algunos apuntes en el ordenador y cuando hube terminado, me calé el delantal y fui a ponerme el traje antiradioactividad para poder entrar al cubículo en donde mi elemento era guardado. Nada impediría que terminara el proyecto en menos de una semana. Una semana tras la cual sería libre y volvería a ser feliz, a estar tranquila y disfrutar de lo que yo era.
No noté ningún cambio en la pequeña esfera color naranja que se alzaba dentro de la cúpula transparente cuando le agregué una dosis mediana de iones electrificados con una porción de átomos neutros. Tampoco lo hizo cuando aumenté la porción de iones. Las combinaciones de átomos se estaban acabando, Había probado más de 100 y ya no se me ocurría otra que llevara los componentes que el elemento S requería. Necesitaba saber hasta qué punto mi elemento podía afectarle a las personas, necesitaba saber si se podía bajar el grado de radioactividad de mi pequeño sol y necesitaba saber si lo que decía la bitácora tenía algún sentido.
¡Demonios! Mascullé. Había agregado un átomo más al elemento S lo que me traería muchos problemas, tale vez este elemento, con el que estaba experimentando, se volviera inservible. Bueno, eso lo sabría luego de dos horas cuando lo átomos se fusionaran de forma definitiva y notara, con cara de fastidio, que se había echado a perder. Suspiré y me alejé de la cúpula. Apreté el botón para salir al pasillo y así poder sacarme el casco. Me estaba sofocando y para más remate no lograba concentrarme, me despeiné un poco para sacar las ideas raras que tenía en la mente y que no me estaban dejando trabajar. No iba a darle vueltas al asunto. No, no y no.
Me apoyé en la puerta de vidrio, dándole la espalda al elemento S y suspiré cansada. Una mano en mi hombro me sacó de mis pensamientos. Levanté la mirada y no pude controlar el ponerme roja como tomate.
Mike me miraba a través del casco de su traje y me sonreía. ¡Me sonreía! Debía de estar bajo alguna droga, él no podía estar sonriéndome a mí. Tragué saliva y desvié la mirada. La mano en mi hombro dejó de estarlo y Mike pasó a mi lado sin volver a mirarme.
Me deslicé apoyada en el vidrio y puse mi cara entre las rodillas. Me estaba comportando como una adolescente, pero no podía evitarlo. Ver a Mike me había hecho recordar todo lo que había leído. Párrafo por párrafo. Palabra por palabra, Ilim tras Ilim… ¿Qué era realmente lo que él hacía nombrándome tanto? Quería preguntárselo, ésa era la única forma de saber exactamente el porqué de sus palabras. Había albergado al esperanza de que la bitácora hubiera arrojado luces acerca del comportamiento de Mike conmigo, pero muy por el contrario, todo lo allí escrito me tenía en medio de un laberinto en donde todas las paredes llevaban mi nombre y el de él.
Le estaba tomando a este asunto más importancia de la que requería y eso no debía pasar más. Iba a dejar esto como quien ve pasar una mariposa y se queda sólo contemplándola, nada más.
Levanté la vista sólo para darme un cabezazo contra el vidrio al notar que Mike estaba parado frente a mí mirando hacia el cubículo. Iba a echarlo de allí, a decirle que me estorbaba, pero algo en su mirada me alarmó. No era la misma que había tenido en mi casa, no. Esta era de terror. Me llevó pocos segundos el notar lo naranja que se veía su traje blanco, y darme cuenta de que el pasillo tenía el mismo color. Me levanté rápidamente y me coloqué a su lado con la misma mirada de terror que él tenía.
Mi elemento había crecido el triple de su tamaño y amenazaba con salirse de su cúpula. De la esfera salían pequeñas líneas curvilíneas que oscilaban y volvían a su posición anterior, los vidrios estaban temblando, señal de que adentro hacía mucho calor. Pequeñas llamas naranjas se desprendían de la base que sostenía a la pequeña esfera y el cristal de la cúpula comenzaba derretirse por la cercanía de la capa exterior de mi elemento.
Sentí la mano de Mike tomando la mía con fuerza, y no tuve ni la más mínima objeción. Ambos estábamos inmóviles y apenas respirábamos. Comencé a notar el calor porque no llevaba puesto el casco protector y mis ojos se quejaron pues las oleadas de calor no hacían más que incrementar.
-Tenemos que correr –dijo Mike a través del casco.
-No me digas –ironicé.
Me arrastró hacia fuera justo en el momento en que sentí romperse la cúpula que mantenía a la esfera ilesa. Mike corrió muy deprisa arrastrándome con él y no se detuvo hasta estar ante la puerta de salida al DELUB, muy aislada de afuera. Choqué con él cuando se detuvo debido a la inercia.
-No podemos salir –susurró.
-¿Qué? –Exclamé yo. -¿Cómo? Si yo tengo la tarjeta, a ver, déjame pasar…
-No Ilim, -Mike me detuvo con una mano mientras que con la otra se sacaba el casco. –No podemos arriesgar a nuestros compañeros.
Detuve el forcejeo por tratar de pasar y lo miré a los ojos. Mi corazón latió desaforado, pero no era el preciso momento para eso. Entendí a la perfección lo que Mike acababa de decirme. La sala aislada del departamento de radioactividad era segurísima porque lo que adentro pasara no podía afectar al exterior de ninguna manera.
Pero todo lo que estuviera dentro sufriría las consecuencias. Y en ese momento sólo estábamos Mike y yo.
-No quiero morir –murmuré notando mis ojos llenos de lágrimas.
-No creo que lo hagamos, muñeca.
-¿Ah no? –Pasé muy por alto la sensación extraña que me produjo que me llamara “muñeca”, y me concentré en lo que acababa de decirme.
-Recuerda que estoy a cargo de saber qué peligros entrañaba tu oscuro elemento. Bueno, -Mike se apoyó contra la puerta y suspiró, sonriendo de forma desanimada, lo que me produjo escalofríos. –No nos vamos a morir, específicamente.
-Explícate –le exigí.
Oímos un vidrio quebrarse y algo golpeando vigorosamente hacia la pared de concreto del pasillo. Nosotros nos encontrábamos al otro lado, atrás de los cubículos, donde era muy posible que no nos pasara nada, pero poco probable que saliéramos ilesos. Mike pasó su brazo a por mis hombros y me atrajo hacia él.
-Tu elemento no es tan poderoso como para matarnos de una vez. –Me explicó. No pasé por alto que no descartaba la posibilidad de que nos hiciera daño, sólo era que mi elemento no podía matarnos al tiro.
-¿Qué nos… qué nos hará? –pregunté contra su hombro.
-Nos dejará vivos, eso es lo importante.
-¡Mike, por favor, no soy una niña! ¡Habla claro!
-Puede que nuestro cerebro sufra un poco… lo usual.
-Sabes que no tengo idea a lo que te refieres.
-Piensa Ilim, -Mike me miró y noté su aliento en la cara. El calor estaba llegando a nosotros, ya no quedaba nada de tiempo, pronto sentiríamos las oleadas de radioactividad y de ahí… atenernos a lo que pasara.
-No quiero pensar –dije desviando la mirada. –Sólo dime directamente qué es lo que nos pasará.
-Nada.
-No fastidies Mike, que no es el momento.
-Es la verdad, querida.
-Mike…
-No creo que recordemos algo si nos pasa –se encogió de hombros.
Iba a preguntarle a qué se refería pero en ese momento él me abrazó tan fuerte y se puso frente a mí aplastando mi cuerpo contra la puerta de salida que ya no pude si quiera hablar.
-Si pasa algo –dijo muy bajito, -prefiero que seas tú la menos lesionada, tienes más cerebro que todos en el DELUB, tu precioso cerebro no puede arruinarse… no ahora.
-¿Pero de qué hablas? –inquirí sin poder mirarlo pues tenía mis ojos pegados a su pecho.
-No te va a pasar nada… te lo juro.
Oí un ruido sordo, como el del bajo en un amplificador o el soundround en un equipo de música. Un sonido que yo nunca había escuchado tan fuerte en mi vida. Mike me apretó más y noté sus manos agarrando mi cintura tan fuerte que me hacia daño. Iba a pedirle que se alejara un poco cuando noté, por debajo de su brazo, que el casco que llevaba puesto y que ahora yacía en el piso estaba moviéndose.
Las oleadas de radioactividad nos habían alcanzado.

***** *****

viernes, 29 de mayo de 2009

La Bitácora. Parte 4.

Busqué un yogurt y lo abrí por la punta, sin necesidad de utilizar una cuchara para comerlo. Lo saboreé de pie en el quicio de la puerta por que no me sentía cómoda entrando a la cocina… ¡A mi propia cocina! Era como si él todavía estuviera en mi casa, mirándome desde la mesa de la cocina invitándome a comer algo que él había preparado. Tiré el envase del yogurt al basurero y volví al sofá. No iba a prender mi notebook porque no quería quedarme prendida a la Internet hasta que fuera hora de irme al DELUB. Así que tomé la bitácora y un lápiz para escribir lo que había pasado el día anterior. Por que con todo lo que me había sucedido no había tenido tiempo de reportar el avance que había logrado mientras me quedaba sola en el laboratorio. Tomé la bitácora y la abrí al azar. Comencé a pasar las hojas apara llegar a la última escrita, que es donde yo debía poner mi avance. Pasaba las hojas con una lentitud digna de una tortuga, aún era temprano, las 4:45 am., así que no me apuraba nadie.
Mientras pasaba las hojas mi mente me mandaba débiles imágenes que Mike que yo no quería ver. No entendía la obsesión que mi ser tenía con él. Bueno, mi ser inconsciente, por que por mí misma, me olvidaba de él en ese instante. Pero mi mente seguía enviándome las imágenes de cuando Mike estaba aquí, en mi casa. Era como si quisiera que me diera cuenta de algo obvio que yo había pasado por alto. Pero yo no quería hacerlo. Cavilar acerca de sus intenciones sólo haría que lo recordara más y yo no quería eso por nada del mundo, ya me bastaba con saber que en menos de cuatro horas estaría en el mismo lugar que él. Me picaba la nariz, cosa que me pasaba siempre cuando dejaba cosas que hacer, pero con lo terca que era no iba a prestarle atención a lo que me incomodaba, que en esos instantes era el deseo de saber qué era lo que Mike quería la noche anterior. De pronto, pasando las hojas, me di cuenta de que había páginas en las que mi nombre se repetía muchas veces. Fruncí el cejo extrañada. Pues mis nombres estaban con otra letra y si no era la mía, debía de ser en la única otra letra que podía estar en la bitácora…. La de Mike.
Comencé a leer lo que él había escrito, cosa que semanas antes me había propuesto no hacer, pero ya estaba ahí, no iba a echarme hacia atrás. Me concentré en unos párrafos que había escrito hace tres días.
“Ilim está rara. Creo que es por culpa de Sonny, no mía. Aunque bien puede ser. No creo, llevo encima de ella casi seis años, y nunca se ha comportado así, le sucede otra cosa (…).
“El día de hoy voy a tratar de convencer a Lam que mande la hipótesis del proyecto a la Real Academia Sueca de Ciencias., sé que ella lo ha estado convenciendo también, pero Lam me hace más caso a mí que a ella por lo que lo intentaré (…).
“Ilim acaba de pasar por mi lado, sin mirarme, como siempre. No sé porqué eso me molesta. Debería estar acostumbrado, la manera en que la trato hace que ella sea así conmigo. Pero no puedo dejar de hacerlo…”

Levanté la vista. El corazón me saltaba como loco. No pensé nada, sino que continué leyendo… a pesar de saber que lo que leería no me iba a gustar para nada.
“…Es tan divertida cuando se enoja, me hace recordar a cuando estábamos estudiando y mis amigos decían que era muy linda, pero ya conté eso (…) Creo que dejare de fastidiarla, por un tiempo, tal vez le estoy haciendo verdadero daño, quizá el odio que siente por mí nunca se transforme en lo que yo quiero que sea (…)
“El elemento S no ha arrojado las cifras que radioactividad que esperábamos, los isótopos que estudiamos no nos dicen nada que no sepamos ya. Eso me tiene ansioso. He leído los avances de Ilim, pero ella tampoco sabe mucho. No le preguntaré, claro está, aunque podría hacerlo, pues ella debe responder mis inquietudes dado que no soy del área de radioactividad propiamente dicha. No sabemos si su radiación al combinarse con los iones sea Alfa, Beta o Gamma. Pero espero que lo averigüe pronto (…)

De ahí seguía una extenuante descripción de lo que los iones eran. Al parecer él no sabia mucho de la radioactividad por lo que necesitaba escribir lo qie iba aprendiendo. Pero yo no iba a perder el tiempo leyendo algo que ya sabía. Había otras cosas que quería averiguar ahora…
(…)Ilim ha estado trabajando demasiado. Me pregunto si habrá descubierto algo importante… tendré que leer la bitácora y ver sus anotaciones de hoy, no me apetece preguntarle cara a cara. La manera en que me trata me duele más de lo que debería y ella no se da por aludida (…) molestarla no sirve de nada, ya me he dado cuenta, y Sonny me lo dijo desde el primer día, pero simplemente no puedo parar. El enojo es el único sentimiento que despierto en ella y no quiero que deje de sentirlo… lo que quisiera jamás pasaría… ni en sueños…
(…) No ha bajado a almorzar. Ayer tampoco lo hizo. Leí lo que había escrito, pero aún no sabe nada. Lástima, podría haber utilizado sus apuntes para enviar la solicitud de entrevista con el departamento de la Real Academia Sueca de Ciencias, ya que Lam me ha dejado enviarla. ¿Debería decírselo a Ilim? No, mejor que Lam se lo comunique. Me he dado cuenta de que cuando sé las cosas antes de que ella lo haga, anda frustrada todo el día. No me gusta verla así (…)
(…)Ilim me devolvió la bitácora en la tarde. Ha escrito cosas interesantes que pasaré a mi informe personal para la solicitud de la entrevista (…)

viernes, 24 de abril de 2009

La Bitácora. Parte 3.

Me quedé de pie sin poder moverme durante bastante rato. Miraba el vacío tratando de comprender qué era exactamente lo que había pasado. Mi mente estaba como adormecida y me decía que todo era un sueño. Que tenía que cerrar los ojos y volverlos a abrir para despertarme. Tal vez pellizcarme funcionara, pero era cobarde, por lo que esa opción la pasé de largo. Aunque hice lo que mi mente me dijo, no desperté. Y seguí parada, en una pose digna de una estatua abstracta, con los ojos en el vacío y un poco de frío.
¿A qué había ido Mike? A buscar la bitácora… ¿cierto? No. Sabía que no había sido para eso. Pero no se me ocurría nada como para saber a qué había ido a buscarme. Tal vez para ver el estado en que me había dejado luego de lo de aquella tarde. Quizá a constatar daños. Ahora estaría camino a su casa riéndose por la forma en que yo había reaccionado, sonriendo ante la idea de no dejarme tranquila hasta en casa. ¿Había persona más detestable que él en este planeta? ¿Más ridículamente estúpida? ¿No había nadie más que tuviera ganas de hacerme la vida imposible? Porque mejor que lo hiciera al tiro. Ya estaba lo bastante dolida como para prestarle atención así que un poco de piedad.
-Moléstenme ahora, -mascullé. –Por favor… no más.
Y como lo débil que soy, volví a llorar.
Me estiré en el sofá y apreté el cojín lo más fuerte que pude. Quería hacerme tiras las uñas, pero le temía al dolor, por lo que dejé de hacerlo. Mike, Mike, Mike… Lo tenía en mi mente y no podía salir de ahí. Estaba incrustado en mi cerebro. Tenía su olor en mi casa... en mi sofá… en mí. No podía dejar de odiarlo. De maldecirlo, por la forma de ser que tenía conmigo. Quería morir en ese instante, quería desaparecer, no volver más. Irme lejos, volar si era posible. Pero mi razón me lo impedía. Tienes responsabilidades, Ilim. Me dijo. No puedes llegar y abandonar. No por un simple hombre. Tú no eres así.
-Tal vez, sí soy así –dije entre sollozos. –Tal vez sí soy una persona sumamente débil, y quiero escapar…
Ilim, piénsalo. No tires todo a la basura por Mik—
-¡No digas su nombre! –exclamé con la voz pastosa. –No quiero más de él… ¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Lo odio!
Apreté el cojín más fuerte. Algo duro me molestaba en la mano, así que lo pesqué y lo tiré al piso. Era la bitácora. No me molesté en recogerla de nuevo. No me molesté en nada. Creo que estaba tan cansada de llorar que me quedé dormida por eso.
Y soñé. Me vi a mi misma sentada en uno de esos bancos del parque en donde solía jugar de pequeña. Me vi observando los juegos de los demás chicos, pues yo era muy tímida como para acercarme y jugar con ellos. Parpadeé. Un chico no muy grande se sentaba a mi lado y me preguntaba si me pasaba algo. Me corazón casi llega a la luna cuando supe que ése chico era Mike. A sabiendas de que en mi niñez no me había topado jamás con esa bestia. Con mi voz, apagada, quise gritarle a la niña que no le respondiera, que se alejara de él lo más rápido posible. Que él no era más que algo dañino que no la dejaría vivir el resto de su vida tranquila. Pero no me salía la voz. Yo, con mi cara de cinco años, le sonreí al chico y me fui a jugar con él. Grité, o bueno, eso pensé que era lo que hacía, pero ni yo misma me escuchaba. Me giré inquieta, pues no veía a la pequeña. Y he aquí que ya no estaba en el parque si no en el colegio. Frente a una chica que quería golpearme porque yo no le quería prestar mi muñeca nueva. Sabía que ése no era ya un sueño, que eso me había pasado cuando yo era pequeña, que de verdad estaba viendo mi pasado. La chica levantaba su mano en un puño, con toda la intención de golpearme, cuando un chico, unos centímetros más alto que ella, la detiene diciéndole que si no me dejaba en paz se las vería con él y sus amigos. Mi estómago se encogió, porque a pesar de no reconocerlo para nada en facciones, sabía que ése era Mike. Mi yo pequeño lo veía alejarse con admiración. La imagen cambió radicalmente mostrándome cuando yo estaba en mis primeros años en la universidad. Me vi estudiando mientras un muy popular Mike se burlaba de mis anteojos nuevos. Me vi con cara de rabia, con ganas de azotarlo a la pared de un solo empujón y destruirle la nariz con las pinzas nuevas del laboratorio. Pero también noté cómo no hacía nada. Como dejaba que Mike me siguiera molestando, escuchando cómo todos se reían de mí. Y pensar que el muy simio estaba ya en la universidad donde el acoso a los estudiantes ya no sucede porque a nadie le interesa perder el tiempo molestando a alguien cuando tiene un futuro por sacar. Tal vez por eso era que yo no le contestaba. Me encontraba superior. Sí, ésa es la palabra. No me iba a poner al mismo nivel que Mike, por eso no le tomaba la más mínima atención. Aunque, luego, me pusiera a llorar sólo del odio que le tenía.
Creía que mi sueño ya estaba volviéndose pesadilla, pues las palabras de Mike, cuando estudiábamos, seguían repitiéndose una y otra vez. Quise despertarme y gracias a Dios, lo estaba consiguiendo. Mi sofá era demasiado incómodo… no duré mucho dormida.
Vi la hora. Las 4 de la mañana. Perfecto. Había dormido la mitad de la noche en el sofá. Me dolía todo. Me levanté a penas. Mis pensamientos seguían corriendo sin parar y sin pensar en que yo no quería escucharlos. No quería saber de nada más. No quería ver las imágenes de mi sueño, darme cuenta de que Mike seguía siendo la horma de mi zapato… ¡Pero qué horma! ¡Es un vidrio! Un vidrio que me hiere cada vez que camino, que me hace saber que está ahí, que no quiere que camine feliz… quiere que ande siempre con cara de dolor. Un vidrio que no sabía cómo quitarme de encima.
Caminé como zombie, arrastrando los pies, me debía de ver patética, cómo si no, con una cara de moribunda, con el pelo digno de un cantante de rock y mi ropa toda arrugada. Mike burlándose, Mike riéndose de mí, Mike en el mismo trabajo que yo, Mike diciendo mi nombre, Mike sobre mí, Mike en mi casa, Mike en mi sofá, Mike abrazándome, Mike, Mike, Mike… ¡Basta! Cerré los ojos y me tapé los oídos, como si con eso pudiera aislarme del mundo, como si así estuviera a salvo, parada en una isla solitaria a miles de kilómetros de la costa sin nadie, sin nada, y en especial, sin Mike. Mi pies apenas se movían y para colmo me tropecé y caí de bruces. Traté de detener la caída con mis manos, pero en eso me doblé mi dedo chico. Grité de dolor. Hace tiempo que no me golpeaba tan fuerte y me sentía muy rara, como si hubiera previsto que me caería, pero no hubiera hecho nada, salvo seguir el camino, sabiendo que me caería de todas formas. Ahí, mirando el suelo traté, con mis pies, de tocar con lo que me acababa de tropezar. Sentí algo duro, pero no veía nada. Mi living estaba con las cortinas cerradas, cortinas de color negro, debo señalar. Así que comencé a arrastrarme como un gusano hasta la lámpara de piso y, como si estuviera borracha, me afirmé del palo que la sostenía hasta llegar al cable que encendía la ampolleta. Al instante me di vuelta y miré con rabia hacia el lugar de mi caída. Ahí, con cierto aire de triunfadora, estaba la bitácora que había tirado luego de que Mike se fuera. Sentí un frío recorrerme la espalda cuando me acordé de él, y de mi sueño, y de todas las veces en que me había sentido tan miserable luego de llegar del DELUB. Suspiré.
Las ganas de dormir se habían espantado, por lo que a duras penas, me levanté del piso y me dirigí al baño. Me lavé la cara y me peiné. A la luz eléctrica mi pelo tenía un tono casi colorín. Bueno, era castaño claro en realidad, y corto. Mis flequillos me tapaban los ojos, no había tenido tiempo de cortármelos como la hacía cada mes, mis cejas estaban escondidas. Mis ojos, rojos como los de un conejo, me dieron escalofríos. Los cerré tratando de olvidarme de todo. Mi mente estaba agotada, mi corazón estaba hecho pedazos. Ni que estuviera saliendo con Mike, era tal el dolor que sentía que no cría que pudiera haber otro tan feo como ese. Me dolía hasta respirar. Era como si mi propia cara me recordara a él, como si al verme así, destruida, lo viera a é l burlándose de mí, y de mis ojos. Já, Ilim, mira lo que te he hecho, ¿no crees que soy un maestro? Su voz por cada rincón de mi ser me hizo cruzar los brazos por mi regazo. ¿Qué a caso no podía dejarme tranquila? ¿Por qué pensaba tanto en él?
Me lavé la cara tres veces. Mojándome todo el pecho como si fuera una niña pequeña. Me cepillé los dientes y traté de peinar la maraña de pelo que tenía. Fui a la cocina en busca de algo que comer. Casi me muero cuando vi que todas mis compras estaban ordenadas. Yo no las había ordenado, y si no había sido yo tendría que haber sido… No lo podía creer. ¿Era Mike quien había dejado tan limpia mi cocina? ¿Cuánto rato había estado sentada en el sofá sin darme cuenta de que él estaba ahí? Tragué saliva compulsivamente. No era sorpresa lo que sentía, era algo mucho más horrible. Era como… culpa. Me da vergüenza ponerlo, pero era la verdad. Me sentía culpable por la manera en que lo había tratado… Espera, detuve mis pensamientos al momento, ¿crees que con una sola acción él puede redimirse? Por supuesto que no. Y aunque sabía que tenía razón, la culpa no desaparecía.

domingo, 19 de abril de 2009

La Bitácora. Parte 2.

-¿Estás bien? –oí que me preguntaba. Qué irónico, pensé, parece hasta preocupado… -¿Ilim?
-Estoy bien –le dije sin mirarlo.
No me acordaba de cuando abrí la puerta. Creo que el verlo allí, en mi casa hacía que todo pareciera un sueño. Un horrible sueño, debo admitir. Mike se sentó a mi lado y suspiró.
-Te fuiste del DELUB por mi culpa, ¿cierto?
Levanté una ceja, pero no respondí. Él tenía razón, había sido SU culpa, no iba a quitar el remordimiento de su conciencia. Sabía que me estaba mirando, lo sentía. Como siempre. Pero el estar en mi casa me hacía sentir sumamente vulnerable, por lo que no podía decirle que se marchara. Las palabras apenas salían de mi boca.
-¿Cómo supiste donde vivo? –le pregunté con voz muy baja. Creía que si hablaba normal, me rompería en pedazos, lo que de seguro pasaría si él se quedaba por más tiempo.
-Siempre lo he sabido –me contestó.
No me sorprendí mucho. Por lo general todos los trabajadores del DELUB sabían donde vivían sus colegas y en caso de urgencias ya sabía donde acudir. Era muy práctico. Bueno, ahora me daba cuenta de que no tanto.
Asentí levemente. Él no me dijo nada más. Se quedó a mi lado, sentado, sin moverse, sin decir nada. Me atreví a mirarle de reojo. Él no me miraba en lo absoluto, como yo creí. Sus ojos parecían pensativos, como nunca los había visto antes. Tenía la vista clavada en el piso, y las manos muy juntas, casi haciéndose daño una a la otra. Parecía querer decir algo, pero no podía hacerlo. Y yo no iba a invitarlo a que lo hiciera, por lo demás.
Me revolví incómoda en donde estaba. Quería que se fuera, que me dejara sola. Necesitaba un momento de paz, y él me estaba quitando las pocas horas de soledad que me quedaban antes de poner todas mis energías en el proyecto S. Quería gritarle, para ser exacta. Quería echarlo a patadas, y escupirle si era necesario. Pero algo en su expresión me alarmó en sobremanera, impidiéndome hacer lo que pretendía.
Yo no era una persona mala. Quiero decir, que me preocupaba de lo que los demás sentían a mí alrededor y si podía los ayudaba. Era un sentimiento bastante molesto, pues a veces no tenía nada de tiempo, pero al ver a alguien que necesitaba de mi ayuda, lo hacía sin importarme las consecuencias después. Y siempre terminaba en problemas o llegando tarde a mí trabajo. Ahora me estaba pasado lo mismo. Al ver al simio de esa forma, como si quisiera llorar, me daban ganas de ayudarlo… ¡A mí!, y me sentía fatal por eso. Una parte de mí me decía que tenía que echarlo lo más rápido de la casa si no quería tener pesadillas más tarde, pero otra, no menos fuerte, me decía que tenía que preguntarle si necesitaba algo, pues al parecer a eso había ido a mi casa. No quería hacerlo, no quería involucrarme con él… y no iba a hacerlo.
Me levanté del sofá y me puse frente a él. Mike ni siquiera se movió y no quería tocarlo para llamar su atención tampoco. Carraspeé dos veces. No se movió. Me di la vuelta alrededor del sofá y nada. No se percataba de que quería que se fuera. Me crucé de brazos y a golpear el piso con la punta de mi zapato. Otra vez nada. Me estaba poniendo histérica. La única forma, y la que no quería hacer por nada del mundo, era pedirle que se fuera. Suspiré. Abrí la boca para hablar, pero no pude. Algo no me dejaba decir palabra alguna. Suspiré de nuevo, y de nuevo, y otra vez, y muchas veces más. No iba a hablar y no por que no quisiera, si no, porque no podía. Mi voz no quería salir a través de mi boca y no iba a obligarla tampoco. Suspiré de nuevo. No entendía qué era lo que pasaba. Toda mi sangre hervía de tal forma que mi cara ya debía parecer tomate, pero no podía pedirle que se fuera… simplemente no podía hacerlo. Algo en mi interior me gritaba que el tipo no era malo y que en esos precisos momentos estaba sufriendo por algo, pero yo no sabía porqué, y mi parte racional no quería averiguarlo. Suspiré por centésima vez.
-Deja de hacer eso, por favor.
Mike no me miraba. Suspiré de nuevo.
-Ilim, basta. –Me pidió ahora con voz más firme. Pero seguía sin mirarme.
Iba a suspirar de nuevo pero de súbito él se levantó y me tapó la boca.
-Por favor –me rogó con ojos rojos.
Tragué saliva.
En mi vida lo había visto así. Estaba como perdido, como si no supiera qué hacer, y aunque quisiera saberlo, no se lo iba a preguntar. Necesitaba que se fuera. Miré hacia otro lado, pues sus ojos me estaban quemando. Sentí que iba a decir algo, pero no lo hizo. Otra vez ese silencio incómodo.
-Suéltame –le dije a través de su mano. Me apretó más. Casi haciéndome daño.
Y me abrazó.
Fue horrible. Lo más espantoso que había vivido hasta ese momento. Sentirlo junto a mí, como esa tarde. Me dieron ganas de vomitar, y no bromeo. Lo detestaba tanto que simplemente el contacto de su cuerpo, me hacía tener náuseas. Me abrazó con fuerza, me dolían los brazos y la cintura, donde me apretaba más. Estuve callada por unos segundos, sorprendida, al principio porque un abrazo no lo esperaba jamás y menos de Mike. No toleraba contacto físico con nadie. Me sentía muy incómoda. Pero luego de un rato la irritación se fue apoderando de mí. Quería patearlo, y nada en el mundo me lo iba a impedir.
-¡Suéltame! –grité junto a su oído con toda la fuerza que pude. -¡Ahora!
Él no me dijo nada. Seguía usando toda su fuerza para retenerme ahí. Me revolví para que me soltara, pero como ya sabía: no tenía nada de fuerza. En un momento, que fueron menos de dos segundos, me prometí que iría al gimnasio. Tenía que acrecentar mi fuerza, me daba vergüenza darme cuenta de que era una debilucha que no podía defenderse de un simple abrazo. Pero ese pensamiento se fue tan pronto como llegó. Ahora sólo quería que Mike me dejara. Que se fuera, no volverlo a ver. No saber más de él.
-Mike… -escupí el nombre –por favor. Suéltame.
Tal vez mi voz reflejó tal desesperación, o una angustia insoportable. O tal vez fuera sólo el hecho de que se lo pedía como nunca lo había hecho, amablemente, con un dejo de rendición. O quizá Mike aya había tenido suficiente conmigo y notaba el daño que me hacía. No sabía. Pero Mike, apenas yo hablé me soltó de inmediato.
Me quedé en la posición en la que él me había dejado. Me dolían un poco los brazos como para moverlos al instante. Además él tampoco lo hizo.
-Vine a buscar la bitácora. –Me dijo carraspeando, pero sin mirarme.
-No la tengo, -le dije. En ese momento no tenía idea de donde había dejado la bitácora. Creía que estaba en el DELUB. Mike bufó.
-Te la llevaste tú Ilim. Pásamela.
-No la tengo –le volví a decir.
-Como quieras.
Y se fue.

viernes, 17 de abril de 2009

La Bitácora.

Llegué a mi departamento y lo primero que hice fue llorar. Me derrumbé en el piso, con los papeles en mi mano y toda sucia. Esta vez fue diferente a todas las veces que había llegado a casa. Lloraba, sí, por culpa de Mike y de sus estupideces que me hacían perder el control. Pero ahora todo tenía un matiz distinto dada la traición de Sonny.
A através del dolor traté de entender por qué Sonny se estaba comportando así conmigo, pero no lo podía adivinar. No tenía ni pies ni cabeza que no me hablara, y menos que no hubiera hecho nada cuando me vio ahí con Mike sobre mí. Mi pecho llenaba todo mi cuerpo y no podía respirar bien. No tenía hambre y no quería levantarme del piso. No quería volver al DELUB y no quería ver nunca más a Mike. Lo odiaba. Lo detestaba, lo aborrecía, lo maldecía hasta querer verlo morir. Todo lo que me pasaba era su culpa, y nada en el mundo justificaba lo que hacía pasar. Nada.
Me dolía el cuerpo de sólo acordarme de que aun debía seguir yendo al laboratorio. Aunque mi decisión estaba tomada. Renunciaría apenas el proyecto estuviera en marcha. Y me daba igual si no me daba créditos y se los daban al simio de Mike, por mí que todo se fuera a la punta del cerro. Así que debía concentrarme sólo en querer terminarlo pronto. Entre más rápido avanzara, más rápido saldría de allí.
Me quedé en el suelo hasta que me dolieron los hombros y la cabeza. Me levanté muy lentamente, pues tenía mullidas todas las articulaciones. Sin darme cuenta habían pasado más de tres horas en el suelo sin parar de llorar. Y ya era hora de que dejara de sentir lástima por mí. Me dirigí al baño y sin siquiera mirarme al espejo –porque me daba miedo lo que allí vería –me desnudé metiéndome inmediatamente a la ducha. El agua caliente me devolvió un poco de la cordura que se me había quedado en el suelo. Ya no iba a volver a pensar en cosas malas de nuevo. No iba a repasar imágenes en mi cabeza que solo me harían volver a llorar. No iba a sentir rabia, no iba a acordarme de Mike en todo lo que me quedaba del día… Volvería mañana. Tenía que terminar el proyecto a como diera lugar. No debía quedarme pegada con nada, así todo sería mucho, pero mucho más rápido.
Me arropé muy bien antes de salir de la ducha, pues no quería pescar un resfriado que me mantendría en cama, lo que no era nada algo bueno para mis planes. Me vestí y ordené un poco. Los papeles que se habían ensuciado con el café estaban en el piso aún, y no tenía ánimos para levantarlos, pero eran papeles importantes, por lo que a regañadientes los colgué en la soga junto a mi ropa recién lavada. Lo único que se había salvado era la estúpida bitácora de Lam. La tiré al sofá del living. Escribiría luego, cuando hubiera comido algo –aunque no tenía nada de hambre –pues no quería tener nada malo con mi cuerpo. Una fatiga no era para nada buena esos momentos.
Tragué –pues comer es una palabra un poco más decente que no refleja lo que hice –toda la comida. No dejé nada. Lavé concienzudamente mis utensilios (no quería enfermarme) y me fui a acostar. Debía tener una buena siesta antes de ir al supermercado –me había dado cuenta de que mi refrigerador estaba pelado –y para ir a caminar y ver pecios se necesita energía. Las amas de casa lo saben muy bien.
Me acosté en mi cama, sin hacer, y me abrigué con el cobertor que tenía. Hace días que no pasaba tanto tiempo en mi departamento. Era como si recién lo hubiera comprado, o me hubiera mudado hace horas. Me sentía extraña en mi propio hogar. Eso me hacía ratificar la idea de que tenía que renunciar. No me di cuenta de cuando me dormí. Sólo recuerdo me imaginaba partiéndole la cara a Mike y que nadie me decía nada. Estaba fuera de mí.
Desperté en la oscuridad. Me volví a mirar la hora de mi reloj digital: las 20: 37. Temprano todavía. Me levanté. Me arropé muy bien, y salí. Mi auto no estaba calentito, por lo que a los minutos ya me encontraba tiritando al volante. La calefacción se había averiado hace días, pero como nunca lo noté necesario no lo había mandado a arreglar. Y ahora me congelaba. Genial. Puse una radio de música clásica y apenas una hora después ya me encontraba en casa. El supermercado no estaba lleno, por lo que no me demoré nada y la cajera estaba apurada así que me atendió como una bala.
No había puesto ni un pie fuera del ascensor cuando un olor, que más se parecía al del infierno, se coló por mi nariz. Era el indudable –y muy despreciable –aroma de la peste llamada Mike.
Me quedé entre el ascensor y el piso. A lo mejor me había confundido, y no era él. Tal vez el dueño del departamento de enfrente se había comprado la misma agua de alcantarilla de Mike. Debía decirle que había gastado dinero de más. Las bolsas me pesaban en las manos. No era que me había traído todo el supermercado conmigo, pero no tenía nada de fuerza. Era científica, por Dios, la fuerza estaba para estudiarla no para tenerla. En fin, me decidí a salir, esperanzada en que mi vecino hubiera botado su perfume en el pasillo y así dejara el fétido olor que casi me mata de un paro.
-¿Te ayudo? –escuché que me preguntaba alguien. Levanté ala vista. Había estado, al parecer, mucho rato parada en el quicio del ascensor.
La boca se me quedó abierta. Yo conocía el horrible tono de la voz de Mike. Algo entre lo sarcástico y lo burlesco-meloso, que reconocía muy bien, aunque estuviera al miles de metros de distancia. Pero ahora su voz sonó normal. Hasta amable, y por eso no me di cuenta de que estaba a su lado, hasta que me senté en el sofá de mi living.

sábado, 4 de abril de 2009

Proyecto S. Parte 3

Sonny me ayudó a levantarme. Tenía toda la parte derecha de mi delantal manchada con café. Mis papeles estaban pegoteados al escritorio, pero de eso me encargué después. Lo primero que hice, bueno, que me obligaron a hacer fue llevarme a la pequeña enfermería del DELUB, donde me había quedado cuando me desmayé. Sonny me sentó allí y yo pensando que me haría algún reconocimiento de rutina comencé a recostarme, pero Sonny me detuvo cuando casi estaba por tocar el almohadón con la cabeza.
-No, siéntate. –Me ordenó.
Si Sonny quería hablar conmigo, yo no iba a ser quién lo detuviera. Tal vez era el momento para arreglarnos y volver a ser los amigos que éramos antes de su confesión. Esperé como buena chica a que hablara, pero no podía controlar el movimiento de mis piernas que cuando tienen que estar quietas se mueven como locas. Sonny puso su mano sobre la punta del tacón de mi zapato y me miró.
-Lo siento. –Me dijo.
Puse cara de paleta. Yo sé que eso no existe, pero para mí, esa expresión quiere decir que no tenía expresión. Era tan inerte como una paleta. Sonny se mordió el labio y comenzó a jugar con sus dedos sobre mi zapato.
-Yo vi cómo Mike estaba sobre ti.
-¿Qué? –alcancé a decir antes de que la ira me invadiera como torbellino. ¿Qué me había visto con Mike? ¡Y no había hecho nada! Cerré los ojos tratando de concentrarme en no explotar allí mismo. Las experiencias raras se estaban volviendo pan de cada día y eso me cansaba.
-Lo siento –volvió a disculparse.
-No hiciste nada… -murmuré. -¡Nada!
Respiré hondo usando mi energía de reserva para no reventar. Sonny se levantó y miró hacia el vacío detrás de mí.
-Sé que no hay excusa, pero fue todo tan rápido…
-¿Rápido? –mascullé con la ira en la punta de la lengua.
-O sea, yo llegué y al cabo de cinco segundos Mike se levantó y salió de la habitación. Luego te pusiste a reír. Iba a preguntarte si estabas bien, pero todos comenzaron a llegar y te vieron…
-¿Mike te vio? –tiré la pregunta sin importarme si lo había interrumpido o no.
-Creo que sí… aunque no estoy seguro… -dudaba en serio.
-Está bien.
Bajé de la camilla y me encaminé a la puerta.
-Lo único que voy a decirte Sonny, es que esto era lo único que no me esperaba de ti.
Y salí dando un portazo.
Me dirigí a mi puesto, no me fijé en si alguien me miraba, ni siquiera si querían hablar conmigo. No estaba en condiciones de hablar con nadie. Tomé todos los papeles sin importarme si me chorreaban café o si me manchaban más el delantal o el pantalón. Puse todo entre mis brazos y partí al ascensor.
-¡Yal! –oí que me llamaban. Volví la vista y me encontré a Lam con cara de interrogante. -¿Te vas?
-Sí, necesito descansar, por favor, volveré mañana. Tal vez pasado.
-Pero el proyecto... –Lam parecía que se iba a ahogar.
-Dile a tu grandioso equipo de trabajo que lo siga haciendo por mí. Por favor Lam, de verdad necesito descansar.
Lam retrocedió ante el fuerte tono de mis palabras. Estaban ordenando más que pidiendo. Me mordí el labio incapaz de pedir disculpas. Estaba muy enojada como para hacerlo.
-Está bien… -dijo muy bajo.
-Lam, -me acerqué a él y le tomé el hombro. –No voy a dejar esto botado, pero realmente necesito un descanso.
-Las mentes maestras no necesitan descanso –oí que decían detrás de mí.
No fue necesario darme vuelta para saber que la voz era de Mike. Pero no iba a discutir. No tenía ánimos ni la energía suficiente como para decirle nada, tampoco se me ocurría. Me volví lentamente y sin mirarlo pasé a su lado.
-Quizá yo no sea una mente maestra –murmuré al pasar.
La puerta del elevador estaba abierta, de seguro que Mike había salido de allí, pero ya me importaba un reverendo bledo. No iba a hacerme mala sangre por nada y menos por Mike… ni siquiera me alcanzaba un poco de rabia para Sonny. Y viendo la cara de todos en el DELUB que me miraban con una cara de: “lo sabíamos, está loca”, esperé a que la puerta se cerrara y dejar atrás lo que allí hubiera pasado.

viernes, 3 de abril de 2009

Proyecto S. Parte 2

Le sostuve la mirada bastante rato. La luz no nos llegaba, dada la posición en la que nos encontrábamos, aun así podía verle los ojos perfectamente.
-¿Me vas a responder o qué? –me apuró.
-Estoy pensando. –Le respondí. La verdad es que sabía todo lo que quería decirle, pero tenerlo allí, encima de mí, me hacía las cosas un poco más difíciles de lo normal.
Noté que se reía.
-¿Qué es tan gracioso? –le espeté.
Mike cerró los ojos y yo por hacer algo, bajé la mirada a sus labios que aun conservaba la herida. Tragué saliva. La idea de que él había sido quien me había besado, volvía de vez en cuando. Cada cierto tiempo mi mente me lanzaba interrogantes como: ¿Y si hubiera querido molestarte? Por que esa es una forma bastante directa de hacerlo. ¿No crees? Yo no lo creía por supuesto. La mente de Mike no era tan retorcida como para hacerme eso. Tal vez le gustaba molestarme, eso sí, pero no al extremo de besarme a la fuerza. Suspiré. Entonces Mike abrió los ojos.
-¿Ya pensaste?
-Bueno, sí.
-¿Y?
-Trato de alejarme de ti porque no veo la razón de que estemos cerca. Nada en ti me atrae, por lo que no me interesa estar contigo. ¿Me entiendes?
Se lo dije de la manera más normal que pude, pero no dejé de notar que la voz se me quebraba de la rabia. Creo que Mike también lo notó, pero no dijo nada. Se limitó sólo a reír.
-¿Ahora podrías salir de encima mío?
-Otra cosa –dijo.
-¿Otra? –pregunté con un evidente tono de fastidio.
-¿Te sientes sola?
Lo miré de golpe, pues había desviado la vista cuando le dije que me cargaba su presencia. Mike sonreía de oreja a oreja. Parecía que había ganado la lotería o algo por el estilo. Entrecerré los ojos.
-No, no me siento sola.
-No mientas.
-Tú no te metas. –Respondí rápidamente. Mike se acercó más a mí. Casi sentía el roce de su barbilla sobre la mía. Miré hacia el lado. No iba a involucrarme en su jueguito.
-Te sientes sola y lo sabes.
-¿Qué pretendes preguntándome eso? –le espeté con rabia, aun sin mirarlo.
-No me cambies el tema. Responde.
-Ya te dije, no me siento sola.
-¿Segura?
No entendía nada de a lo que Mike quería llegar. ¿Para qué me preguntaba esas cosas? Cerré los ojos. No iba a hablar con él hasta que no saliera de encima. Mike se movió un poco. Parecía que su cuerpo ya estaba incómodo de tanto estar sobre el mío.
-¿Por qué no te sales y ya? –inquirí en un susurro.
-Por que no podría hablar contigo –me respondió.
-Nunca hablamos, no tendríamos porqué hacerlo ahora.
-Por lo mismo, Ilim. Necesitamos hablar.
-No.
-Sí.
Me estaba poniendo de los nervios. Sentía mis manos tiritar de la rabia.
-¿Tanto me odias que me haces sentir el ser más miserable de la tierra? –murmuré sin contenerme. Si él quería hablar en serio, pues bien, ahora era mi turno de preguntar.
Lo sentí removerse incómodo. Sentir todo su cuerpo sobre el mío no ayudaba para nada a calmarme.
-No te odio –musitó.
Abrí los ojos de golpe. ¿Había escuchado bien? ¿Qué Mike no me odiaba? Claro… y las vacas volaban. Me reí. Comencé con una risa carente de sonido, sólo para mí, pero luego se convirtió en un desahogo. Me dolía la garganta de sólo reírme. Mi cuerpo convulsionaba a causa de mis carcajadas y no podía parar ni siquiera para respirar. No era una risa de felicidad ni nada parecido, al contrario, me reía para borrar lo que Mike me había dicho. O, para hacerle entender que no creí lo que me dijo y que lo tomaba más como una broma que como una burla. Y de pronto me sentí libre, pude respirar hasta el fondo y moverme hacia los lados sin tener el peso mutante de Mike encima de mí. Ahí creo que las risas pararon.
Abrí los ojos y lo busqué, pero no lo encontré. Me volví hacia mi costado y me quedé así por un rato interminable. No sé cuanto tiempo estuve hablando incoherencias que ni yo entendía, lo único que sé es que cuando sentí una mano en mi hombro casi grité del susto.
-¿Estás bien, Yal?
Me incorporé y vi que todos los integrantes del DELUB habían vuelto del almuerzo y me miraban como si yo fuera algo radioactivo. Me puse colorada. Sonny estaba a mi lado, sostenía mi espalda, seguro de que me caería de un momento a otro.
-¿Qué sucedió? –preguntó Dana.
Alcé la vista preguntándome lo mismo. ¿Qué había pasado?

martes, 31 de marzo de 2009

Proyecto S

No volvió a pasarme lo de ése día. Al contrario, ahora todos llegaban temprano, ya que estábamos por terminar el proyecto y nadie quería perderse de los avances. Nunca estaba sola en un lugar pues siempre tenía personas a mi alrededor que tenían dudas acerca de algo que yo había dicho o puesto en unas de las tantas plantillas que debía rellenar con cifras e información que ayudaba a los dos departamentos que estaba a cargo de este proyecto.
Y todo seguía igual que antes.
Sonny no me hablaba, Mike seguía imparable y Lam siempre encima mío queriendo que el explicara en qué iba le proyecto. No podía decirle que se fuera, pero sabía que Mike sí podía sentirlo. Insinuaba cosas cada vez que Lam se acercaba a mí, y él notaba mis caras de frustración.
-¿Pasa algo cariño? –preguntaba, acercándose hacia donde estaba yo y Lam. Maldecía por lo bajo, pero siempre me mostraba con una sonrisa radiante delante de todos. Lam siempre se giraba a verlo.
-¿Eh? –inquiría confuso.
-Nada, nada –le respondía él moviendo la mano de un lado para otro como si espantara a una mosca. La mosca era yo, obviamente –sólo me pareció ver a nuestra querida Ilim con cara de dolor.
Y ahí Lam se volvía a mirarme preocupado.
-¿Estás bien Yal?
-Sí, no es nada –mentía yo.
Siempre y cuando Lam no mirara, le mandaba una mirada asesina a Mike quien hacía una reverencia y se iba. Trataba de no darle importancia y seguía con la explicación para Lam que asentía cuando le mostraba los avances y le repetía la necesidad de tener a alguien del comité del premio Nobel para mostrarle lo que teníamos antes de mandar el proyecto a las oficinas de la Real Academia Sueca de Ciencias. Lam me encontraba la razón, pero nunca se decidía a mandar una solicitud pues, a veces, creía que el proyecto no era tan bueno. Por lo menos en eso, Mike estaba de acuerdo conmigo, aunque, por supuesto, no lo decía frente a mí, si no que se limitaba a hablar con Lam a la hora del almuerzo o cuando a mí me tocaba dar clases. Nunca iba a dejar de ser tan niño y dejar la estúpida rencilla que él mismo había inventado. Pero ya no iba a prestarle más atención, iba a dejar que hablara solo. Ignorarle siempre había sido mi opción, pero siempre terminaba disgustada por las cosas que me decía. Ya no, nunca más.
Estaba harta de todo. Y al repetirlo en mi cabeza, me daba cuenta de que estaba convirtiéndome en una amargada sin remedio. No salía a ninguna parte, no me juntaba con amigas porque simplemente no las tenía, no salía a comprarme ropa a menos que fuera estrictamente necesario y urgente, no comía fuera de casa… en resumen, no me relacionaba con nadie de forma intima a no ser que fuera conmigo misma. Pues ahora ni Sonny contaba. Creía que no me importaba, que no me haría mayor problema al no tener a nadie, yo era feliz en mi trabajo y cuando llegaba a mi departamento, también era feliz. O eso creí… hasta que leí, por casualidad, lo que Mike había puesto en la bitácora.
Habían pasado más de dos días desde que me sucedió el incidente, al que nadie comenté y del que nadie sabía. Me encontraba sola en el DELUB a la hora del almuerzo, testeando la penúltima molécula que me quedaba, para dar el resultado final de toda la investigación que habíamos hecho. Ahora sólo quedaba encontrar una manera para hacer que mi pequeño sol no fuera tan radioactivo. Fue entonces cuando sin querer derramé mi café encima de mi escritorio al querer tomar una pinza que s encontraba encima del CPU. La taza se tambaleó peligrosa hasta que por fin fue a dar justo del lado en donde tenía más papeles. Suspiré con rabia, casi gruñí, admito. Pero es que justo a mí me pasaban cosas así y ya estaba harta de mi mala suerte.
La taza, al final y como se suponía que debía ser si me pasaba a mí, se cayó al piso y se quebró. Poniendo mis ojos en blanco de pura irritación me agaché a recoger los pesazos cuando sentí que me mojaba la espalda… el café estaba goteando, manchando educadamente mi blanco delantal.
Me dieron ganas de llorar.
Estaba a punto de concluir lo que había estado investigando por casi 7 días, sin descanso y apenas durmiendo, y todo me salía mal justo al final. Cerré los ojos contando hasta ocho en mi mente. Cuando al fin los abrí, me sorprendí al ver un par de zapatos negros frente a mí. Levanté lentamente la vista, rogando al cielo que por favor no fuera Mike, pero ese día parecía que todo salía al revés de lo que pedía.
Cuando me di cuenta de que era Mike –sólo con notarle le membrete que llevaba en el delantal –bajé la vista rápidamente. Mascullando palabras que sólo yo entendía traté de levantarme, digo traté porque, obviamente, siendo mi día de suerte, podría caerme, no debería haberlo ni siquiera pensado, porque ese fue exactamente lo que pasó. Puse el pie izquierdo para apoyarme al levantarme, pero el derecho no quiso cooperar. Cuando quise ponerme de pie, el pie derecho de resbaló con lo que había de café en el suelo y me caí de espalda. Pero eso no fue lo peor. Por supuesto que no. Lo peor fue que en un intento desesperado por no perder el equilibrio me agarré del delantal de Mike, haciendo que cayera conmigo…. Más bien, encima mío.
-¡Ay! –grité sintiendo el cuerpo de Mike sobre mío… sintiéndolo demasiado. -¡Muévete! –exigí.
-Pequeña Ilim, pero qué picarona me has salido.
-¡Que te muevas, dije! –volví a pedirle. Mike hizo el ademán de pararse, pero sólo se acomodó mejor para poner sus codos a cada lado de mi cabeza.
-Estás bastante tensa –señaló. Su aliento a pasta dental me golpeó el rostro.
-Y eso no te importa. Ahora quítate. –lo empujé con mis manos, pero fue tan inútil como la vez en la caseta. No se movió ni un centímetro.
-¿Por qué siempre rehúyes de mí? –inquirió en un susurro.
Tragué saliva. En mi vida Mike me había hablado en ese tono y eso me hacía sentime incómoda. Muy incómoda.
-No sé de qué hablas. –Respondí mirando hacia al lado, donde las gotas de café seguían cayendo sin parar.
-Ahora lo haces… -apuntó él.
-¿Puedes quitarte, por favor? –me reventaba pedirle las cosas de buena manera, pero creía que era la única forma de quitármelo de encima. Literalmente.
Aun así no se movió ni un milímetro. Suspiré. Calculé que debían ser las 2 con 15 de la tarde, por lo que ya estarían por llegar quienes habían ido a almorzar. Traté de ser amable con Mike, por primera vez en mi vida.
-Por favor, Mike, sal encima de mí. –Decir su nombre me raspó la garganta. Él se limitó a sonreír.
-Sólo respóndeme. –Pidió.
Apreté los dientes. ¿Qué iba a responderle? Él sabía perfectamente porqué no me gustaba estar cerca de él, porqué odiaba su presencia y porqué lo trataba como paria. No tenía sentido decírselo. Pero bueno… si él así lo quería… No iba a desaprovechar la ocasión de decirle lo mucho que lo odiaba.

jueves, 26 de marzo de 2009

El infierno de trabajar. Parte 2

-¡Sonny! –grité, y sin poder contenerme lo abracé muy fuerte. Lo único que necesitaba en esos momentos era sentir el apoyo que Sonny siempre podía brindarme.
-Yal –dijo él con un sonido ronco. Al instante supe que no debí haber hecho lo que había hecho. Me separé de él con toda mi fuerza de voluntad, pues por mí, me hubiera quedado con él así todo el rato, hasta que el miedo y la angustia hubieran acabado.
No lo miré cuando me separé de él completamente y comencé a caminar hacia la caseta. Sentí de pronto la mano de Sonny en mi brazo.
-¿Estás bien?
-Sí, -le mentí. No quería que estuviera allí por obligación a saber lo que me pasaba. Sabía de antemano que me ayudaría, pero en la forma en que me había tratado los últimos cinco días, me quedaba claro que no lo haría por simpatía sino por buena educación.
-Dime la verdad –me pidió. Tragué saliva y apreté los puños para darme valor y voltearme a decirle –con la expresión de mayor felicidad que tenía-:
-Estoy muy bien, gracias por preguntar.
Él asintió y me soltó. Genial, pensé. Lo único que me faltaba era quedarme sola para siempre, de seguro que quedaba en la plenitud de la soledad y la única persona que estaría ahí –aunque fuera solo para fastidiarme –sería el estúpido de Mike.
Sonny caminó hacia la entrada del DELUB, cuando de repente a mi me asaltó una duda.
-¿Sonny? –lo llamé. El aludido se detuvo como si no hubiera querido escuchar jamás que lo llamaba. Yo me aguanté las ganas de decirle que no era nada, pues mi duda era más grande.
-Dime.
-¿Qué haces aquí tan temprano?
-Siempre llego a esta hora –arrugó la frente. -¿Pasa algo?
-No –volví a mentirle, -¿y estás solo hasta que los demás llegan?
-Normalmente.
-¿Cómo normalmente? –Pregunté casi sin dejarlo terminar de hablar.
-Hoy estás tú.
-Ah.
Asentí y haciéndole un gesto divertido, que hasta a mi me dio vergüenza, me di la vuelta para seguir mi camino. Cuando llegué a la esquina del edificio y miré hacia el frente, me di cuenta de que no me acordaba de hacia dónde debía ir. Me mordí el labio inferior y junté mis manos. Hacía mucho frío y lo mejor era que volviera al DELUB. A pesar de que allí estaría Sonny, el cual no quería verme ni en pintura, por lo menos estaría más resguardada. Ahí fue cuando me acordé de lo que tenía que hacer y me giré hacia la caseta, justo en el momento en que la persona más horrible de este mundo hacia su aparición. ¿¡Qué, acaso este era el día de llegar temprano?! Haciendo como que no lo veía, me dirigí hacia el guardia, colocándome en una parte en que le daba la espalda al idiota y así no tendría que hablarme, pero me olvidaba que para ese mutante era imposible no verme. Podíamos estar a kilómetros de distancia y el muy animal me vería sin problema, correría y me molestaría. Estaba harta de su comportamiento de niño de 9 años, pero había convivido con él desde hace casi dos, por lo que ya me estaba, poco menos que acostumbrado a sus estupideces. Rápidamente sentí su risa que me ponía histérica de solo oírla y lo sentí a mi lado.
-¡Querida Ilim! –exclamó. Cerré el puño derecho y me volví hacia él con la mirada cargada de odio.
Él sabía muy bien que lo odiaba, pero se hacía el tonto, como si nunca hubiera pasado nada entre nosotros, como si siempre fuera así conmigo. Sonny era la única persona que sabía lo que él hacía, pero para el resto del DELUB, Mike era un santo, un ángel caído del cielo, que nunca tenía una mala palabra para nadie y que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás a cambio de nada. A veces me preguntaba si no era yo la paranoica que creía que él me hacía cosas a propósito y veía burlas donde no las había. Hasta llegué a pensar que estaba loca y que no veía bien. Por eso muchas veces llegué a trabajar con un ánimo digno de un niño pequeño, pensando que ese día iba a hacer las cosas normales, y que no iba a creer que Mike hacía las cosas especialmente para fastidiarme. Pero era imposible, porque aunque intentara no pensar en él y en su forma tan malvada de mirarme, siempre salía perdiendo. Llegaba a mi lado con sonrisas para los demás, pero al oído me decía que lo que estaba haciendo con la fórmula tanto estaba erróneo, y si no era por él y su estúpido comentario, las cosas siempre me saldrían bien, pero ahí estaba él… ¡Cómo lo odiaba!
-Hola Mike, -dije sin mirarlo.
-Veo que madrugamos…
-También tú. –Trataba de llevar una conversación normal para que el guardia no notara mi repulsión.
-Sí, -dijo poniendo ambos brazos sobre su cabeza –gesto con el que juraba que se veía lindo- alguien tiene que sacar la cara por el proyecto, ¿no crees?
-Mm –dije levantando las cejas, captando de inmediato la indirecta. Lo miré y lo vi serio. Me fijé en sus labios y casi me desmayo cuando vi que el inferior estaba roto, aun sangrando. -¿Qué te pasó en el labio? –casi le grité y no me importó.
Mike frunció las cejas y retrocedió.
-¡Responde! –le exigí.
-Me mordí.
-Mentiroso –lo acusé.
No sé porqué pensaba que él había sido, pero atando cabos, por aquí por allá, bien podía ser él quien me había besado a la fuerza… ¡Por Dios, qué estaba pensando! Ni loco Mike me besaba, ni aunque fuera la última mujer de la tierra, él me odiaba como yo a él. Debía estar loca… ¡loca! A demás venía recién llegando. Quien me hubiera besado debía ser alguien que ya estaba dentro del DELUB. Sacudí mi cabeza para espantar las estúpidas ideas que a veces me llegaban, como la de recién, y que no deberían estar allí ni por si acaso. Sentí la mano de Mike sobre mi hombro y lo miré sorprendida. Nadie me tocaba, a menos que fuera por cosa del trabajo o porque yo lo quisiera, pero las reglas que yo había dejado dichas apenas entré al DELUB, era que nadie se atreviera a tocarme porque sí. Y ahora el sabandija me estaba tocando, pasándome a llevar así como así. Me Sacudí su mano rápidamente.
-¿Qué te pasa? –mascullé lo más rápido posible.
-Nadie me dice mentiroso.
-Já –me reí sarcástica –como si nunca hubieras mentido en la vida.
-Ese no es tú problema.
-Si me compete, claro que lo es.
-¿Y que tiene que ver mi labio contigo? –me preguntó acercándose a mí.
-No… -dije tartamudeando. No acostumbraba a que nadie se acercara a mí de esa forma. –Ya nada, cosas mía… ¿podrías alejarte un poco?
-No son cosas tuyas si me metes a mí y me acusas de mentiroso. –Él seguía acercándose a mí. Yo apenas retrocedía porque de seguro me iba a tropezar con algo.
-Pero ya no te competen… aléjate por favor.
Puse mis manos sobre su pecho, con cierta repugnancia en mi rostro que él debió ver, para hacerlo retroceder, lo que no logré ni por asomo pues se quedó allí parado como si nadie nunca lo hubiera tocado ni empujado. En cambio él, me tomó las manos y las mantuvo entre los dos sin quitar sus ojos de los míos.
-Jamás vuelvas a decirme mentiroso.
-Como quieras –dije rápido, lo único que quería era que quitara sus garras de mis manos.
-Promételo.
-Como quieras –le respondí.
-Quiero decir, que lo digas. Dilo en voz alta.
Cerré los ojos y respiré mucho. Cada día se me estaba haciendo más difícil soportar esto. Tenerlo allí me hacía mal… ¿Qué mal le causaba yo a su vida? ¿Le interrumpía en algo? ¿Por qué estaba tan obsesionado conmigo?
-Ilim… -me llamó. Abrí los ojos y sin mirarlo pronuncié las palabras.
-Prometo no volver a llamarte nunca más mentiroso.
Escupí las palabras con toda la maldad posible, pero aún así la sonrisa del idiota no desapareció.
-Espero que no olvides tu promesa, querida.
Me solté de sus manos. Rápidamente giré sobre mis talones y me dirigí de vuelta al DELUB. Podía escuchar sus pasos detrás de mí, pero no quise hacerles el menor juicio. Ya bastaba con todas las cosas que habían sucedido por ese día, ya no quería más guerra, me limitaría a hacer lo que debía hacer y nada pasaría. Si me quedaba tranquila en mi escritorio y hacía mis deberes como una buena trabajadora no pasaría nada. Eso esperaba y cuán equivocada estaba.

lunes, 23 de marzo de 2009

El infierno de trabajar.

Fueron los días más extraños en toda mi existencia, los que viví esos días. Tener que levantarme cada mañana, escribir mis expectativas acerca de lo que creía, sucedería ese día en el laboratorio en esa rara bitácora que Lam me había dado, y en la que, lamentablemente y muy a mi pesar, Mike también podía escribir. Cada día descubríamos cosas nuevas, reacciones diferentes y moléculas que no sabíamos que podían coexistir se alineaban hasta formar una combinación tan asombrosa como lo era mi elemento y millones de iones.
Aún no creía que mi elemento fuera capaz de tanto, tanto así que tuve que verlo con mis propios ojos. Y era cierto. Mi elemento podía generar una energía tan fuerte y nutritiva como el sol lo hacía. Estaba feliz. Y aunque ese tal Mike me recordara que no todo el crédito era para mi, a mi no me importaba, pues la fuente principal de todo esto, era algo que yo había descubierto y de lo que Mike se había colgado para parecer importante donde no lo era.
A pesar de estar todos los días juntos, con los ojos puestos en decenas de telescopios y ayudándonos en lo que el otro necesitara, tuve que armarme de valor para enfrentarlo, aun lo hago. No es fácil trabaja con alguien a quien odias y menos cuando te hace sentir peor a cada momento. No sacaba nada con preguntarle qué tenía en mi contra, pues lo había hecho muchas veces apenas lo conocí, y era siempre lo mismo. Me decía:
-No sé de qué hablas, pequeña Ilim.
Y se retiraba con una reverencia y sonriendo. Pero yo sabía que no me quería decir, que había algo, no entendía qué podía ser, pero algo tenía que pasarle a él, para que me odiara tanto.
Me desperté la primera mañana y apenas me hube bañado escribí algo en la bitácora. Fue muy corto:
No tengo la más mínima idea de lo que debo esperar de esta investigación. Sólo sé que va a ser la más excitante de todas y también la que voy a querer olvidar solo por el hecho de tener tamaño simio a mi lado.
Esperaba que Mike lo leyera, pero cuando le pasé la bitácora sonrió y se puso a garabatear alguna que otra cosa que yo no leí… hasta tiempo después. Me puse la bata y pedí que me mostraran exactamente lo que mi elemento hacía al fusionarse con los iones. Creo que estuve medio día tratando de comprender que eso que veía era un pequeño sol que podía tener en mis manos. Claro que estaba dentro de una cúpula muy resguardada de nosotros pues aun no sabíamos el grado de radiactividad que ese “sol” tenía y qué, daño podía causarle a las personas.
Dana era una experta en la materia y estaba segura de que el Nobel iba a ser del DELUB. Aseguraba a cada momento que nadie tenía esto en el mundo y que éramos privilegiados al contar con tamaño proyecto. Me sentí abrumada por sus palabras. Era cierto que teníamos “EL” proyecto en nuestras manos, pero yo tenía algo en mí que me decía que no debía alardear antes de tiempo. Veía cómo caminaban los demás y si no era con una sonrisa, con mucha excitación en sus rostros, lo que me preocupaba. Quise contarle mis miedos y dudas a Sonny, pero desde el día en que supe lo que ocurría en el DELUB y que él me dijera que yo le gustaba, Sonny pasaba a mi lado como una fantasma y apenas me saludaba. No hay porqué decir que Mike se reía cuando yo me acercaba a Sonny y él de repente cambiaba de dirección. En esos momentos se acercaba a mí y me susurraba que era lindo ver cómo era rechazada de esa forma por el mejor aliado que tenía. Trataba de no echar humos por las orejas y de no propinarle un golpe en la cara, lo miraba con odio y me alejaba a mi mesa para seguir trabajando.
No entendía para nada el comportamiento de Sonny, primero me decía que luego hablaríamos, que no me preocupara, pero cuando quiero hablar con él se va, como si nada, y el nudo en mi garganta se hace más notorio y apenas puedo contestar a las preguntas que mis ayudantes me hacen acerca del proyecto, que por cierto se llama “proyecto S”, algo tan original que obviamente se le ocurrió al cerebro de mula de Mike.
El proyecto en sí, consistía en determinar la radioactividad exacta de lo que la fusión de mi elemento con el iones hacía. Trataba de no creer que el elemento pudiera ser tan radioactivo, ya que las primeras pruebas lanzaron un porcentaje tan alto que al momento de conocerlo, todos los que estábamos allí nos alejamos de la pequeña bola que brillaba dentro de la cúpula. Si esa cosa salía al aire que todo humano respiraba, era en cosas de meses o tal vez en un par de años que la vida humana terminaría de la forma más horrible que podría pasar. A mi mente acudieron las imágenes de la película I am Leyend, de Will Smith, cuando los humanos se vuelven poco menos que monstruos que comen humanos sanos, o algo así. No, mi elemento no podía causar tanto daño si detrás tenía la mejor intención de hacer un bien al planeta usando energía como la del mismo sol. Ahora había que hacer dos equipos: uno que se encargara de la cura que podríamos necesitar en caso de que por cualquier cosa el pequeño sol se expandiera por el DELUB y otro que se encargara de bajar la radioactividad mediante elementos que no alteraran la principal función del mismo. Lamentablemente ni con eso pude sacarme a Mike de en medio, alegando que él debía estar en mi equipo como ayuda para ambos, algo que no entendí hasta que Lam me explicó que él sería como un mediador entre los dos equipos ya que trasferiría información que ambos nos serviría. Con la cara llena de frustración abandoné el DELUB ese día con la bitácora casi incrustada en mis manos de la rabia que tenía.
Algún día sabría que le había hecho de malo a Mike para que fuera así conmigo, pero por ahora me conformaría, a mi pesar, con tenerlo ahí, molestando todo el rato, haciendo de mi diario vivir un horrible paso de malos ratos y ganas de llorar a cada momento. Y además, como la guinda de la torta, Sonny no estaría para hablarme, para consolarme ni para que yo tuviera un poco de tranquilidad.
Mi vida se había convertido en una basura que más que mal, ganaría el premio Nobel, pero que haría de mi vida una desgracia con millones de dólares detrás.
Al quinto día se me ocurrió la estúpida idea de llegar más temprano al DELUB para poder tener un poco de tranquilidad aunque fueran dos horas sin Mike. No podía concentrarme con él estando encima mío mirando todo lo que hacía, me ponía nerviosa y siempre erraba en los cálculos, con lo que me ganaba una mirada de burla por parte de “don perfecto” que se alejaba con paso de gran hombre. No le quedaba el zapato ni por suerte. Como iba contando, llegué muy entusiasmada creyendo que por fin avanzaría un poco en el proyecto ya que el día anterior por causa del Simio no pude hacer nada, pues pasó le día completo a mi lado anotando alguno que otro garabato inservible en la bitácora, que obviamente no leí cuando me tocó hacer lo mismo. Estoy segura de que si hubiera puesto en ese libro a la persona que me gustaba nunca se hubiera sabido, pues ninguno estaba interesado en lo que el otro escribía. La bitácora parecía un diario de vida bastante seguro, pero como nunca había tenido uno, no era preciso empezarlo justo en esos momentos en que no tenía tiempo ni para respirar. Entré al DELUB exactamente cuando mi reloj marcaba las cinco y media de la mañana. Aun estaba oscuro, por lo que prendí algunas luces de escritorio para que el guardia nocturno no se preocupara tanto y fuera a chequear a cada momento lo que, de por sí, interrumpiría lo que fuera que estaría haciendo. Dejé mis cosas en mi escritorio y revisé las notas que había dejado el día anterior para retomar el trabajo desde el punto exacto en que lo dejé, cuando una mano, sin previo aviso ni nada, me tocó el hombro.
No soy supersticiosa ni nada de eso, no me santiguo cuando pasa un muerto, ni me echo sal sobre mi hombro si la derramo, creo que la forma más segura de pasar por donde hay una escalera, es por debajo de ella, así no te llegaría nada desde arriba, y tampoco creo en que si quiebro un vidrio tendré siete años de mala suerte, porque si es por eso, ya le debo años al mundo. Pero lo que sí soy es miedosa y hasta el tuétano. Estoy segura de que si viera una película de Scooby Doo sobre monstruos me muero de un paro. Me da miedo todo, en especial las películas o los reportajes que hacen acerca de lo sobrenatural. Creo que hasta “Coraje, el perro cobarde” es más valiente que yo. Así que cuando sentí esa mano en mi hombro salté gritando de la silla y me tropecé con quien fuese que estaba detrás de mío.
Apenas veía lo que pasaba, pues los lentes que uso para estar en el DELUB se habían corrido y me apretaban los párpados, traté de ponerme en pie, pero una mano me aferraba el brazo de tal forma que estaba a centímetros del suelo sin caerme aún. Sentí que me pasaban algo por el rostro, algo peludo y frío y que me tomaban la cara y la apretaban. Grité de nuevo. Me estaban dando ganas de llorar de puro miedo, pero yo podía contenerme, aun si quería hacerme pipí del susto. Respiré y abrí la boca para tragar todo el aire posible y poder gritar de tal forma que mi voz llegara a los oídos del guardia nocturno, pero me taparon la boca. Y no fue con otra mano, si no con otra boca… ¡me estaban besando!
Yo sabía lo que era besar, a pesar de no haber sido muy popular cuando estudiaba, aquí, dentro del DELUB era bastante conocida, y se podía decir que era relativamente bonita. Había tenido uno que otro novio, con los que había estado saliendo, pero nunca duraba tanto como para llegar a enamorarme y menos sentir que me faltaba el aliento cada vez que lo veía. Siempre había querido algo así para mí, pero el trabajo en el DELUB no me lo permitía y así había tenido que conformarme, confiando en que algún día encontraría un amor que me entendiera y viera que dentro del DELUB soy un eslabón muy importante.
Ahora era diferente. Me besaban a la fuerza, y no es que quien me besara fuera malo haciéndolo, yo simplemente no quería y además tenía un miedo horrible. Si pensar le mordí el labio a la persona y oí una maldición. No reconocí la voz, pero supe que era la de un hombre. La mano que me sujetaba me soltó y caí con un golpe sordo al suelo, haciendo que los vasos y la pipetas de vidrio encima de mi escritorio sonaran. Me sobé la cabeza y traté pararme para así encender la luz, pero sabía que ya era demasiado tarde, la persona que hubiera estado ahí de seguro estaría lo bastante lejos como para escapar, pues al paso en que me levantaba y caminaba, podía llegar año nuevo sin que yo aun no encendiera la luz.
Caminé hacia la pared buscando a tientas el interruptor, pues a pesar de que las luces igual alumbraban un poco, todavía no arreglaba lo que le pasaba a mis anteojos pues una mano sostenía mi cabeza y la otra tanteaba en la penumbra lo que estaba delante de mí. Cuando por fin prendí la luz, miré hacia mi escritorio, pero solo noté lo desordenado que estaba y la silla corrida casi a dos metros de donde debía estar. Miré el reloj: 5:56 am. Fruncí las cejas tratando de creer que lo que me había pasado había sido real, pero había sido tan rápido que no lo podía asimilar. En fin, tenía que seguir en lo que había estado haciendo hace unos momentos. Ya tendría tiempo de averiguar quién había sido el que me había besado y ahí arreglaríamos cuentas. Pero cuando volví a sentarme y me arreglé los anteojos, me vinieron unas horribles ganas de llorar que no pude parar. Era indudable de que si no hubiera mordido al susodicho que me besó, ahora no sabría que estaría haciendo. Me obligué a pensar con la cabeza, tratando de encontrar algo cuerdo dentro de lo que había pasado, pero no podía encontrar nada… espera, había algo que no encajaba. Como yo conté al principio, se utilizaban sistemas para poder entrar al DELUB, eso significaba que no cualquiera entraba, por lo tanto quien había estado conmigo hace escasos minutos debía ser alguien perteneciente al DELUB. Me dolieron las tripas. No conocía a ningún salvaje dentro del edificio, bueno sí, pero no creía que precisamente “él” tendría ganas de besarla. Así que el idiota de Mike estaba fuera de la lista por descontado. Me limpié los ojos con un pañuelo y me soné la nariz, que debía estar roja como un tomate, como sucedía cada vez que lloraba o me resfriaba. ¡El guardia! El guardia debía llevar las notas de quien entraba y salía del DELUB, por lo que sabría perfectamente quién estaba a esas horas en el DELUB aparte de mí. Me levanté del escritorio ignorando la desazón que me invadió cuando supe que no podría adelantar nada del proyecto. Salí sin quitarme la bata obligatoria y sin colocarme un chaleco. La salida del DELUB queda a la vuelta de la caseta del guardia por lo que debía darme la vuelta completa antes de poder toparme con él. Caminaba abrazando mis brazos pues hacía mucho frío y mirando el suelo esperando no tropezarme con nada, dada la escasa luz que había cuando tropecé de frente con alguien. Pero esta vez no me caí, si no que fui sujetada por una mano que no dejó que mi cuerpo cayera al suelo.

lunes, 12 de enero de 2009

Nobel... ahí voy. Parte 2.

Me dolía un poco la cabeza, pero en ese tipo de trabajo el dolor era normal. Miles y miles de olores diferentes y sustancias que si tocaban la piel podían darte nauseas en cuestión de segundos. Moví un poco las piernas para ejercitarlas antes de apoyarme en ellas ya que si las esforzaba a mantener mi peso podían ceder. No es que fuera gorda, pero Sonny me lo había enseñado hace un tiempo y siempre había querido ponerlo en práctica. Mike no se levantó a ayudarme ni nada. Bien, si lo hubiera intentado siquiera, el pobre no lo habría contado. Le hubiera mandado un golpe en aquellas partes que lo hubieran dejado sin hijos para el resto de sus días. Así que luego de mis flexiones de piernas las bajé al piso y me levanté.
-¿Qué hora es? –pregunté más para mí misma que esperando una respuesta del idiota. Busqué mi celular, pero no veía mi bolso por ningún lado. -¿Y mi bolso?
-Son las 11:27 AM, y tu bolso está en la oficina de Lam, si no mal recuerdo.
-Ah. –Fue lo único que dije. ¿Qué más podía contestarle?
Con un suspiro él se levantó y se acercó a mí. Me abrió la puerta, qué gentil, pensé irónica luego de que él pasó primero y me dejó a mí atrás. Salí al pasillo y caminé detrás de él. Ahora, claramente, pensaba en lo que iría a suceder. Suponía que para que Lam hubiera dejado a Mike entrometerse en los asuntos del departamento de radioactividad, algo debía haber que involucrara a un biólogo en todo este asunto de mi elemento y el proyecto. No le pregunté, obviamente. Más tarde, de seguro, lo sabría. Por un colega o por Sonny. Me dolió un poco el estómago al pensar en él, dado el reciente episodio, pero pospuse ese sentimiento ya que habíamos llegado nuevamente a la puerta de la oficina de Lam y Mike entraba dejándome a mí atrás. Otra vez.
Al entrar noté que Lam estaba nervioso. Más que antes, y que Sonny hablaba en voz baja con su hermana. Los tres pararon de hacer lo que estaban haciendo y nos miraron.
-¡Yal, que bueno que ya estés mejor! –exclamó Lam con una alegría exagerada.
-Mm, -dije levantando las cejas. –Creo que ya no volverá a pasarme.
-Más le vale –gruñó despacio Mike.
Puse los ojos en blanco y me senté en el asiento en el que había estado anteriormente. Mike se sentó a mi lado y tomó de la mesa unos papeles. Me los entregó.
-Léelos, -me dijo sonriendo –si puedes, claro.
-¿Por qué no iba a poder?
-No sé… -dijo estirándose en la silla. –Tal vez porque andas media débil…
Sacudí la cabeza espantando los deseos de patearle duro y me concentré en los papeles que me había pasado.
-¿Esto es…? –le pregunté a Lam.
-Son las medidas de radiación de elemento S cuando lo combinamos con los iones.
-¡Oh! –jadeé al comprobar que la cifra era demasiado alta.
-Por eso necesitamos de tu ayuda urgentemente –apremió Lam.
-Me imagino. –Apunté. –Y ¿para qué Mike?
-Yo, amor… -comenzó a decir el aludido, pero Sonny le interrumpió.
-Él tiene que ver el grado de problemas que causará a nuestro ambiente si los colocamos e práctica. Yo me encargo de los síntomas si alguien sufre un contacto directo del la sustancia y Dana verá la potencia de energía que esto creará.
-Oh, veo que todo está calculado…
-En tu ausencia,-dijo Mike –quiero decir, cuando te desmayaste, planificamos todo.
-Así que solo necesitamos que des el vamos y todo el DELUB se verá envuelto en el proyecto ganador del Nobel. –Concluyó Lam con una sonrisa de satisfacción.
Asentí sintiendo que estaba envuelta en algo de lo que sabía muy poco. Sonny me palmeó la rodilla y me dirigió una sonrisa. Yo le hice una mueca bastante absurda, que casi cambio a un desprecio al sentir la mano de Mike en mi hombro, pero lo contuve.
-¿Qué pasa ahora? –me quejé sin mirarlo.
-Tenemos que trabajar. –Me dijo –Supongo que no te irás a desmayar de nuevo, ¿no?
Dejé pasar el comentario y me volví hacia Sonny.
-Después hablaremos los dos, ¿OK? –le susurré.
Sonny asintió levemente. Se levantó y salió de la oficina junto a su hermana. Lam se puso en pie también y abrió un estante. Me alcanzó antes de que saliera por la puerta precedida por Mike y me dio unos papeles.
-Es una bitácora –me explicó –quiero que me documentes todos los avances que hayas tenido a lo largo de todo el proyecto.
-¿Y para mí no hay nada? –se quejó Mike.
-Puedes escribir en ella también Parodi. Aunque me interesa más lo que Yal tenga que decir, después de todo es su área.
Le agradecí con una inclinación de cabeza. Era la primera vez que me prefería antes que a Mike y eso me hizo sentir esa alegría malvada de que por fin se hacía justicia. Aunque igual Lam dejó que el cavernícola ese pudiera escribir. Tendría que hacerlo mejor que él. De eso no había duda.

sábado, 10 de enero de 2009

Nobel... ahí voy.

Mi mente vagaba por lugares a los cuales nunca había ido. En realidad yo me veía a mí misma, de lejos. Estaba sentada, a la orilla de un río, bajo un cielo extremadamente azul, admirando como un salmón trataba de nadar en contra de la corriente. Lo observaba absorta en sus movimientos y en el color de sus escamas cuando el sol lo tocaba con sus rayos.
El sol… pensaba… El sol, tan grande, tan inigualable, tan presente e inmortal. Yo… yo no podía…
Y cuando me acordé de lo que me habían dicho, creo que volví a la luz.
-Le voy a tirar un vaso con agua –decía una horrible voz.
-Mike, por favor… -pedía alguien a quien reconocí como Sonny.
-Estamos perdiendo tiempo valioso Sonny, no podemos dejarla descansar.
No estoy descansando idiota, me desmayé, pensé para mis adentros manteniendo mis ojos cerrados. Sonny se acercó a mí y me tomó el pulso.
-Va a despertar de un momento a otro, no tienes por qué hacerlo a lo bruto.
-Él siempre ha sido un bruto –dije apenas. Escuché el bufido de Mike y el abrir y cerrar de la puerta del cuarto.
-Tienes el poder de hacerlo enojar, -admitió Sonny mientras me ayudaba a sentarme.
-¿Me desmayé de nuevo?
-Así es, yo les dije que te dejaran descansar, pero veo que aquí señorita “me encuentro bien” tampoco me quiso hacer caso.
-Lo siento –me disculpé.
Sonny me miró un rato como si viera algo más en mis ojos, pero luego de unos segundos dejó de hacerlo y suspiró como rindiéndose.
-¿Qué pasa? –le pregunté arrugando el ceño.
-Nada… es que me preguntaba… no mejor no, déjalo así. –Y se alejó de mí. Fue a pararse junto a la puerta.
-Dime Sonny, ¿qué es lo que tienes?
-Déjalo así, Yal. No quiero enojarte más.
Sentí un nudo en la garganta, pero no de ganas de llorar, si no de la sorpresa. Sonny jamás hacía algo que me molestase, así que no entendía porqué me decía eso.
-Sonny, -lo llamé. Él me miró levantando las cejas. –Cuéntame, sabes que jamás me enojo contigo.
-Por esto, de seguro que sí lo harás.
-No, te lo prometo, no me enojaré.
Sonny arrugó la frente.
En los cinco años que llevaba conociéndolo siempre hacía este gesto cuando estaba entre dos opciones. Arrugaba la frente y se ponía a jugar con lo que sea que pudiera tener en sus manos. Él no era para nada mal parecido, al contrario, era bastante buen mozo. Las chicas, los primeros días que estuvo aquí, hacían filas y filas para ser atendidas por él, y yo también las hice, debo admitir. Pero es que es imposible dejar pasar una belleza como la de Sonny.
Mide 1.87 m., no tiene el pelo corto a lo militar, pero tampoco largo, es más bien, onda Beatles, su cuerpo es el de un atleta ya que hace natación y su rostro como el de estrella de cine. Recuerdo que me moría por él, pero luego de conocerlo y saber cómo era, me resigné solo a tenerlo como amigo. En especial cuando supe que había entrado aquí por recomendación de su amigo de toda la vida, Mike Parodi. Qué decepción.
-¿Me vas a contar o no? –le pregunté sonriéndole. Sonny se acercó a mí lentamente y cuando se sentó en la cama, lo hizo como si el peso del mundo estuviera sobre él. -¿Sucede algo malo? –le pregunté un poco preocupada.
-Oh, Yal… -Sonny se agarró la cabeza con las manos. –Lo siento, yo no quise…
-Sonny me estás asustando… -le dije inclinándome hacia él. Instintivamente él se alejó de mí. Abrí la boca, pero no alcancé a decir nada porque la mirada que me lanzó me dejó prácticamente helada.
-Me gustas.
Y en ese preciso instante el entrometido nº 1 del mundo entró en la habitación.
-¿Cómo estás querida Ilim? –dijo Mike cerrando la puerta detrás de sí. Cuando testeó el ambiente del cuarto se mordió el labio inferior. -¿Estaba interrumpiendo algo Sonny? Por que si es a Ilim a quien interrumpo me da lo mismo. –Y dicho esto acercó una silla y se sentó frente al otro lado de la cama. Sonny lo miró por encima de su hombro, luego me miró a mí y levantó los hombros.
-Creo que los dejaré para que conversen.
Mi cabeza se ladeó tratando de comprender el significado de las palabras de Sonny, “que conversen”, ¿qué tenía que yo hablar con Mike? O sea, si me dejaba sola ahora sí que me moría enserio.
-Espera, -le dije tomándole del brazo cuando él se levantó dispuesto a irse. –Tú no tienes que irte, es otro el que debería.
-¿Me hablas pequeña Ilim?
-¿Qué comes que adivinas? –inquirí irónica sin mirarlo. –Sonny, no te vayas… Añadí volviendo mi concentración hacia mi amigo.
-Es mejor que hablemos después, Yal. Cuando estés mejor.
-Pero si ya estoy bien… -le dije.
-Entonces usa esa energía que tienes para hablar sobre lo que se nos viene ahora con Mike.
-No quiero hablarlo con él –dije obstinada.
-Pues verás cariño, en el proyecto que se nos viene se necesitan dos encargados y ¿adivina quienes son?
-No me digas… -dije con un desprecio.
-Exactamente querida. Tú-y-yo.
-Great… -dije en inglés sabiendo que era en lo único en lo que podía molestar a Mike. El muy tarado no sabía nada de inglés.
-Entonces, me voy. –Sonny se deshizo de mi mano que lo sujetaba y salió.
Lo vi cerrar la puerta casi como si no quisiera de ninguna manera haberme dejado a solas con el animal éste. Y yo tampoco hubiera deseado que se fuera. Este torpe ser humano que tenía a mi lado no era más que un metiche. Y claro, como no estar feliz si de seguro que le había metido en la cabeza a Lam que él y yo éramos la pareja perfecta para este proyecto. Todo para llevarse la gloria junto a mí y a elemento.
Además no quería quedarme con esto en el pecho luego de haber escuchado la confesión de Sonny. Porque eso era una confesión ¿no? Sentí un nudo en el estómago. Me sentí triste al máximo. Yo no sentía lo mismo por él. O sea, eso fue hace mucho, ahora no tenía tiempo para pensar en eso… ¿sería por esa razón que Sonny pensó que me enfadaría? No creo que fuera por eso… debía haber algo más.
El carraspeo de un ser que pretendía ser humano me sacó de mis pensamientos.
-¿Qué quieres? –pregunté con sin ganas.
-¿Estas bien como para salir del estado de discapacitada?
-Me desmayé, no estoy así porque quiero, ¿te queda claro?
-Uy, veo que estas sensible hoy. ¿Por casualidad estarás es esos días que le dan a la mujer o algo así?
Tomé el almohadón que tenía a mis espaldas y se lo lancé a la cara. No entendía porqué me molestaba tanto y no pensaba preguntárselo. Ya me bastaba con saber que seríamos colegas en el mismo proyecto como para querer hablar más con él. Pero tenía unas ganas de patearlo en el suelo hasta que no se pudiera mover… No era que fuera una mujer con miras de asesina, bueno hasta ese momento no lo era, ahora es muy distinto… Pero no cambiemos de tema, en ese instante recuerdo que lo único que deseaba era que se largara de allí. No verlo más, no saber de él en años y creer que ya no existía en mi vida.
-Ilim… -me llamó. No disimulé mi desagrado al escuchar su voz, pero él ya estaba acostumbrado a notar que cada vez que estaba cerca de mí todo me resultaba repugnante.
-¿Qué quieres? –volví a preguntarle.
-Levántate hay mucho trabajo que hacer.

jueves, 8 de enero de 2009

Súper Combinación. Parte 2.

-Veo que te has despertado –dijo Sonny apenas me vio.
-Sí, es que sentí un bulto en mis piernas.
-El bulto era yo. –Mike le sonrió a Lam y se apuntó al pecho. Puse los ojos en blanco cuando Lam le celebró el “chiste”.
-Déjame ver –me pidió Sonny. Se sentó a mi lado y comenzó a revisar mi pulso, me hizo seguir una luz junto a su dedo… Cosas de médicos. Cuando terminó se quedó mirándome fijamente como Mike lo había hecho antes.
-¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?
-No. –Me respondió levantándose. Los tres hombres presentes se situaron a los pies de mi cama sin dejar de mirarme. Podía soportar a Sonny y a Lam, pero a Mike no. Tenerlo allí me provocaba nauseas.
-¿Qué miran tanto?
-¿Te acuerdas de lo que pasó antes de que te desmayaras? –me preguntó Lam.
-Creo… me dijeron lo del premio. ¿No?
-¿Y ya no te sientes tan mal como para que te sigamos explicando dado que hemos perdido unas tres horas? –esta vez Mike hablaba con un tono muy reprochador. Como si el desmayarme hubiera sido a propósito. Apreté los dientes.
-No fue mi culpa –mascullé mirándolo con furia. Él solo se rió. Cada vez que me enojaba con Mike, él terminaba riéndose, como si mi enojo le causara risa. Pues a mi no me hacia gracia.
-Sabemos que no es tu culpa, Yal. –Me calmó Sonny.
-Mike solo quería preguntarte si ya te sientes bien. Nada más. –Lo excusó Lam.
-Pues se hubiera limitado a preguntarlo de una vez, no tenía que agregar…
-Ya, ya, calma Ilim. –Dijo Mike sonriendo estúpidamente. - Ha quedado claro que no tenía la más mínima intención de molestarte. ¿Está bien?
-No. –Dije amurrándome. Sonny puso los ojos en blanco al mismo tiempo que Lam se acercaba a mí por mi lado derecho.
-¿Estarás estable si seguimos hablando?
-No, -se apresuró a decir Sonny. –No está en condiciones.
-Yo lo estoy. Me siente perfectamente.
Hubiera jurado que escuché al idiota murmurar “más le vale”, pero hice caso omiso a sus estúpidos comentarios que solo me hacían sentir más mal de lo que estaba. Lam trataba de convencer a Sonny de que no había tiempo, yo tenía que saberlo ya.
-¿Saber qué? –pregunté interrumpiendo la excusa de Sonny de que podía quedar más inconsciente de lo que ya había estado. Ambos me miraron. Entonces sin previo aviso Mike se puso a mi izquierda y me tomó de la mano. -¡¿Qué haces?! –le espeté con rabia, quitándole mi mano de inmediato.
-Está en perfecta condiciones –pronunció Mike. Con un desprecio despegué mi mirada de su fea cara y levanté una ceja para mirar a Sonny.
-Estoy bien, y no porque él –me costaba pronunciar siquiera su pronombre –lo haya dicho.
-Yal, acabas de recibir una conmoción grande, no creo…
-Sonny, vamos, he recibido peores cosas –y con mi mirada le indiqué a Mike, -creo que podré con esto.
-Bien –dijo exultante Lam, -presta atención a lo que Mike te va a decir.
-Ilim querida, gírate hacia mí por favor.
Juro que me tiritó el ojo. Lentamente me giré sin la menor intención de mirarlo. Cuando calculé que ya estaba bien, para que él me hablara, Mike me tomó de la barbilla y me levantó la cara.
-No me toques –mascullé casi en silencio para que Lam no escuchara.
-¿Qué dices? –preguntó de forma audible. Lo miré con fuego en mis ojos, preguntándome qué fue lo malo que le pude haber hecho para que me condenara de esta forma y no parara de hacer mi vida miserable cuando estaba a su lado.
-Nada, que comiences –le dije lo más suave posible.
Tenía ganas de llorar, pero no lo iba a hacer. Esperaría a estar sola y allí, a lo mejor, dejaba que mi cuerpo desahogara parte de su rabia, como lo hacía a menudo. Nunca en mi vida había llorado tanto antes de conocer a Mike Parodi. Nunca entendí porqué sus palabras siempre me molestaban tanto o porqué simplemente, él se tomaba las molestias de fastidiarme. Apreté los dientes y respiré hondo.
-Verás, Ilim cariño, encontramos algo en tu elemento S que nos causa mucha duda, pero a la vez demasiada excitación. –Su voz parecía la de un niño a punto de abrir los regalos de navidad. –Tu elemento, querida, es capaz de crear energía propia.
-Lo sabía… Mike –Si apenas pronunciaba su sobrenombre, lo de decir su nombre era un esfuerzo sobre humano.
-Lo que no sabes, es que si lo juntamos con la suficiente cantidad de iones de la electricidad normal, podemos crear energía natural… orgánica.
-Hay más de cinco energías naturales, sabelotodo. Está la energía solar, energía hidráulica, energía eólica, energía hidroeléctrica, energía geotérmica y mareomotriz. Especifica. –Le dije en tono burlón. Sin embargo ni él ni los demás se lo tomaron como broma.
-A ver, princesa.
-Ilim –le corregí. Prefería mil veces que me dijera por mi nombre a que me llamara por un apodo “cariñoso”, lo que menos quería en ese instante era sentir cariño por ese individuo.
-Princesa –continuó haciendo caso omiso a mi petición. –Vamos por partes. Nombraste siete energías, ¿Cuál podría ser?
Me concentré poniendo mi dedo pulgar en mi barbilla, como siempre lo hacía cuando pensaba o descifraba algo. De las siete que había nombrado las obviamente imposibles eran la solar, la eólica, la hidroeléctrica y le hidráulica tampoco ya que se necesitaba agua para esas y la mareomotriz menos puesto que se hace mediante las mareas del océano. La geotérmica se hace aprovechando el calor de la tierra y mi elemento era autosuficiente. Así que tampoco… pues ya no quedaba nada. Lo miré tratando de encontrar la respuesta en sus horribles ojos, pero nada. Cero idea.
-No se me ocurre, he ido descartando una por una y no me ha quedado nada…
-¿Descarte eh? –me dijo divertido.
-Creo…
-A ver Ilim, ¿por qué crees que estoy aquí?
-¿Aparte de ser un entrometido y que te encanta hacerme la vida miserable?.... No veo otra razón.
Mike suspiró.
-Mi área es la biología. ¿Cierto?
-Ajá.
-¿Qué elemento de mi área está involucrado en las energías?
-Pues todos.
-A ver, te lo pongo más fácil, ¿qué elemento, concerniente sólo a la biología humana está presente en éstas energías?
Entrecerré los ojos. La única de las energías de las que acabo de decir que se mezclaba, 100% con el ser humanos era la solar, y eso sí que era imposible. Lo miré por si me estaba gastando una broma, pero al ver su expresión supe que no. Entonces me volví hacia Sonny el cual estaba con las manos apretadas y a Lam que sonreía abiertamente.
Casi me desmayo de nuevo.
-¿Energía Solar? –balbuceé.
Y luego todo volvió a ser negro otra vez.

martes, 6 de enero de 2009

Súper Combinación.

Estaba con la boca abierta. ¿Nobel?... ¿Premio Nobel?... ¿Para mí? Oh no, aquí debía de haber un error, y uno muy grande, o sea, no debían de estar hablando de mí a menos que… no, espera, a menos que nada, era prácticamente imposible que estuviera diciéndome eso a… mí.
-¿Ves? –escuché que decían. –Mejor vamos al grano ahora, porque estará así por dos o tres días más. Es mejor que comencemos al tiro.
-Calma Mike. –Oí la voz de Sonny. –A ver, dame permiso.
Sentí que Sonny cambiaba de lado con el idiota y me tomaba las manos.
-¿Yal? –llamó. Lo miré y no lo miré. Era como si estuviera en este mundo, pero no. No veía realmente. La noticia me había dejado paralizada. A lo mejor ni siquiera respiraba y por eso fue que me desmayé.



Cuando abrí los ojos estaba todo muy oscuro, tenía mucho calor y me dolían las piernas. Traté de entender qué hacía allí, acostada, en la oscuridad. Ya me morí, pensé, y no que dicen que la muerte es bella, me parece que estoy en el ataúd. Ya deliraba, o agonizaba, como fuera el caso. Concentrándome traté de recordar qué era lo que había pasado antes de que me encontrara allí. Y cuando lo hice, casi me desmayo de nuevo. Cómo era que de despertarme esa mañana hubiera pasado tan rápidamente al estado de “estrella pronto al Nobel”. Era onírico lo que fuera que me estuviera pasando.
Traté de levantarme pero el peso en las piernas no me dejaba. Estiré la mano para sacar lo que me aprisionaba con tanta fuerza, pero cuando voy tocando me doy cuenta de que no era una cosa, era alguien. Bien, perfecto, una persona muerta encima mío que no me dejaba salir y más encima que roncaba… ¿Roncaba? Si estaba muerta no podía roncar, ¿cierto? Moví mis piernas lo más fuerte posible, para que el ente presente sobre ellas supiera que ya me había despertado.
-¡Ay! –se quejó una voz masculina que, debo decir además, conocía muy bien. ¿Qué hacía Mike sobre mí?
-¡Quítate! –grité tomándole por los pelos y empujándolo lejos de mis piernas, que por lo demás estaba descubiertas casi hasta el muslo.
Mike levantó la cara extrañado. Estiró la mano hacia delante buscando algo. Tanteaba todo lo que encontraba.
-¡Esos son mis pechos idiota! –y con mi mano mandé la suya a volar.
-¡Ay! –Se quejó –Ilim, no te muevas tanto.
-¡Pues sale de encima!
-Si te quedaras quieta podría, ¿no crees?
-¡Ahora!
O sea, lo último que me faltaba, que el ser más detestable de la tierra estuviera sobre mí, y de paso ¡me tocaras mis partes! Traté de no darle vueltas al asunto ese de “tocar”, sino que me concentré en el hecho de que Mike estuviera ahí. Comencé por darme algunas ideas vagas de qué podría haberlo llevado a estar durmiendo sobre mí. Y roncando, además. Obviamente no era que me estuviera cuidando, eso estaba fuera de discusión, a lo mejor estaba… ¡Agg! No se me ocurría nada que me diera la respuesta de su presencia junto a mí. Y ahora, tratando de levantarse como lo que era, un completo idiota, y apoyándose en mis piernas…
-¡Me duele, imbécil! –me quejé. -¡Ve por donde pasas!
-Prende la luz –pidió con la voz ahogada.
-¿Por qué no lo haces tú? –inquirí.
-Porque no quieres que te toque, ¿o cambiaste de parecer?
-No… ¿dónde está?
-¿Qué cosa?
-La luz… ¡no me pises!
-Si claro, me pides que me salga, pero no quieres que te pise…
-¿Puedes intentar salir como alguien normal y no como un cuadrúpedo?
-Si prendieras la luz podría.
-¡Pero es solo una cama! Podrías tirarte al suelo y san se acabó.
-¿Y dañar mi cuerpo? Olvídalo. Prende la luz Ilim.
-No sé donde está. –Le dije obstinada. La verdad es que cualquier tipo de relación con él me ponía muy mal. En especial cuando decía mi nombre como si fuéramos amigos de toda la vida, y siempre con ese tono de “yo tengo la razón, has lo que te digo… Ilim” ¡Agg! ¡Me cargaba!
-Ilim… -llamó.
-Deja de decir mi nombre –susurré con rabia.
-¿Eh?
-Nada, -le respondí, mejor así, mejor que siga creyendo que puede hacer lo que quiera. A demás estar en contra de él, sería lo peor que podría hacer. El mundo del DELUB lo adoraba, sigue como hasta ahora, Ilim, sigue, no le des mas vueltas al asunto.
-¿Vas a prender la luz o qué?
-Espera –dije apenas.
Busqué a tientas con mis manos por donde él las había pasado antes y encontré un interruptor no muy lejos de mi brazo. Lo accioné y la habitación en la que nos encontrábamos pareció cobrar vida. Busqué al idiota de Mike y lo encontré de estómago, aún en mis piernas, mirándome fijamente.
-¿Se te perdió algo? –le pregunté irónicamente.
-Todavía no. –Y con una sonrisa apoyó las manos a los lados de mis piernas y se levantó. Le iba a decir unas cuantas cositas, pero en ese preciso momento entró Lam junto a Sonny.